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Los murmullos alado de su cabeza eran suaves, queriendo incluso pasar desapercibidos, pero aún así lograban sacarla de su ensimismamiento

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Los murmullos alado de su cabeza eran suaves, queriendo incluso pasar desapercibidos, pero aún así lograban sacarla de su ensimismamiento. 

Se removió en su cama, gruñendo un poco cansada. Entonces, una pequeña vocecita la hizo despertar.

—¿Elsa? ¿Estás ahí? —le preguntaron, acariciando su mano con delicadeza. 

La rubia cabeceó a un costado de la almohada, abriendo por fin los ojos. 

—¿Hipo? —balbuceó, pestañeando repetidas veces. La luz calaba en sus retinas.

—Al fin despiertas, bella durmiente —respondió otra persona, que le resultaba cariñosamente familiar.

—¿Papá? ¿En dónde... dónde estoy? —se aferró al brazo de Hiccup, haciendo un intento por sentarse. Ninguno de los dos se lo permitió.

—Quédate ahí, tu cabeza no está del todo bien —advirtió Agdar, apoyando su peso en los hombros de la rubia para impedir que se levantara.

—¿Dónde está Temperance? ¿Y el jefe? Necesito decirle algo rápido —ya más despierta, insistió en incorporarse. Esta vez, le ayudaron a apoyarse sobre sus piernas, débiles por la falta de movimiento. 

Habían pasado días desde el enfrentamiento de los sujetos y Elsa se había mantenido inconsciente en todo ese tiempo.

—Tranquila, ella está bien. Todos están a salvo —contestó el castaño, queriendo brindarle un poco de calma. 

—¡No! ¡No es así! ¡Llévenme con el jefe ahora! —exigió la joven en un grito agudo, que rápidamente captó la atención de ambos varones, que se miraron entre sí preocupados.

[...]

—¿Controlados? ¿Por quién? —preguntó Estoico, observando la evidencia se encontraba en el escritorio junto a su asiento; los restos de una jeringa con residuos verdes adheridos al cristal.

—Esa es la parte que aún no he descubierto. Después de todo, usted tenía razón, los dragones en las manos equivocadas son peligrosos para la humanidad —susurró Elsa, bajando la mirada al suelo. 

El vikingo resopló, masajeando sus sienes con calma. Escuchar estas palabras le trajeron viejos recuerdos y pensamientos, que creyó que nunca podría volver a rememorar.

Lo había escuchado antes de bocas conocidas, fuentes "confiables" que lo apoyaron en sus batallas más difíciles, justo después de que su padre muriera y lo dejara a cargo de una aldea hundida en la desesperanza. Aún así, no estaba dispuesto a creerlo puesto que no lo había presenciado con sus propios ojos. ¿Cómo un humano podría controlar a esas bestias sin corazón?

Cuando su esposa desapareció, misteriosos rumores sacudieron los rincones más oscuros a los que Estoico se había sumergido, sediento de amargura y venganza. El rumor contaba que un aguerrido hombre había logrado domar a un dragón con cánticos de su marchito pueblo, enterrado bajo los escombros por culpa de los demonios voladores.

Para su sorpresa, ese hombre hizo acto de presencia en su reunión junto a otros líderes que buscaban lo mismo que él: acabar con la plaga.

El lugar donde se llevaba a cabo la reunión explotó en llamas, dándole una fuerte lección al Estoico de ese entonces... Mantenerse lo más alejado de esas personas, y de ese malévolo deseo de apoderarse de los dragones.

La desesperación por salvar a Berk de los extraños dragones lo orillaron al punto de buscar realizar lo que alguna vez juró no ser jamás, sin importar si se llevaba entre las patas la vida de personas inocentes.

Irónicamente, el destino hizo que la alianza entre dragones se volviera real. La única diferencia es que no estaba en manos de la maldad y la ambición.

¿Con ese pequeño cambio bastaría para que la historia no se repitiera? Tenía miedo de equivocarse. Tenía miedo de que Elsa no fuera lo suficientemente pura y bondadosa como para no caer en las garras de la perversidad del poder.

La voz de su hijo lo sacó de su ensimismamiento.

—Todo este tiempo creí que los dragones cazaban a esta especie por voluntad propia, ahora veo que siempre estuvo alguien detrás de su exterminio —comentó Hiccup, cruzado de brazos recargado contra la pared.

—La pregunta más importante aquí es para qué exterminarlos, si también podrías controlarlos con este veneno. Sólo imagina tener a tu merced una máquina sanguinaria como títere —esta vez, fue turno de Astrid para cuestionar. 

—No —intervino Elsa, moviendo la cabeza a los lados—. No puedes controlar a una furia con esto. Lo único que le hizo a Temperance fue adormecerla, no podrías utilizar sus habilidades en ese estado, a menos que requiera de dosis más altas para lavarle el cerebro, son detalles que no podremos saber si no encontramos al responsable. 

El despacho del jefe se sumió en un profundo silencio, donde cada uno de ellos pensaba y rebuscaba entre sus memorias una razón lógica para dar respuesta a esta gran interrogante.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —Agdar inquirió, haciendo que todos lo voltearan a ver—. Este sujeto no es la primera ni será la última persona en domar bestias con oscuros propósitos, como controlar civilizaciones, dirigir golpes de estado o invasiones, a estas alturas estamos desprotegidos ante este nuevo e invisible enemigo. ¿Qué ocurrirá cuando ellos nos encuentren? ¿Cuando nos fichen como objetivo? No tendremos las mismas oportunidades de luchar.

La rubia, después de mucho pensarlo y con algo de dificultad se puso de pie, girándose para poder observar a todos: —Entonces deberemos de hacer lo mismo —señaló, las expresiones en sus rostros le hicieron saber que no entendían su punto—. No puedo garantizarles que esto no volverá a ocurrir porque no conozco el futuro, hasta donde yo sé, la mayoría de nosotros si no es que todos los que están aquí jamás hemos salido de la isla. No conocemos a las personas de fuera, lo único certero es que no estamos solos. Podemos apoyarnos en los dragones. Nuestra historia nos ha mantenido con la idea de tomarlos como seres distantes cuando es todo lo contrario, con todo lo que sucedió hace unos días pueden darse cuenta que ellos son mucho más de lo que aparentan —profundizó, cruzando sus brazos sobre su pecho para otorgarse calor.

—¿Estás sugiriendo hacer un ejército de dragones? —chistó Harald, jalando de su cabello.

—Estoy diciendo, que esta es nuestra oportunidad de conocer a los dragones, crear conexiones entre ambas especies, y utilizarlos para proteger a los desfavorecidos —aclaró, determinante.

Sólo espero, que no te equivoques. Deseó Estoico.

Touching the stars | PARTE IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora