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En una pequeña sala de juntas, el jefe de la tribu, Agdar y Elsa, se encontraban reunidos

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En una pequeña sala de juntas, el jefe de la tribu, Agdar y Elsa, se encontraban reunidos. La platinada se encontraba sentada frente a una mesa, con las manos esposadas sobre la madera, su padre estaba de pie detrás de ella. Y Estoico reposaba sobre una silla más grande, dándole la cara a los dos presentes.

Hoy sería el día en que sabría qué harían con ella a partir de ahora. Y, con todo su corazón, esperaba que no fuera el destierro, su padre no podría soportar semejante situación de nuevo.

El vikingo, con una expresión calmada y lenta, formuló la oración: —Hemos dictaminado tu sentencia en conjunto con mis subordinados, todos llegamos a una misma conclusión –se inclinó hacia enfrente, recargó su peso en sus codos sobre la mesa, entrelazó las manos y apoyó su mentón en ellas, observando fijamente a Elsa, intentando descifrar qué es lo que había dentro de esa cabeza–. Puedes liberarte de toda obligación, si nos dices cómo domaste a la furia luminosa.

La platinada cerró los ojos con fuerza, frunciendo el entrecejo.

—¿Qué le hace pensar que logré domar al dragón? —esquivó la sugerencia con una pregunta.

—¿Cuánto tiempo lo tuviste a tu disposición? —pero Estoico no se daría por vencido, debía conseguir esa información a toda cosa. Berk dependía completamente de eso.

—Creo que dos meses —susurró, viéndose atrapada en la pasividad - agresividad que el jefe emanaba y del que todavía no se percataba.

—¿Y en todo ese tiempo jamás creó algún problema del tamaño de tu casa? —alzó la ceja, dándole énfasis a lo absurdo que sonaba.

A donde quiera que iban, los dragones dejaban su marca de presencia. ¿La furia luminosa sería diferente?

¿Puedes entender lo poco creíble que es eso? –la joven asintió, abrumada con las preguntas capciosas–. ¿Entonces estás mintiéndome, Elsa?

Las emociones estaban escalando a algo más intranquilo.

—¿Qué? ¡No! Nunca representó un peligro para mí ni para nadie. Jamás me ví en la necesidad de domarla, desde el principio conectamos.

—¿Conectaron? ¿Como un perro de caza conecta con su amo?

—¡No había jerarquía entre nosotras! —la ojiazul se estaba viendo atocigada con el interrogatorio.

—Entonces es hembra –la ojiazul se mordió los labios, reprimiendo las ganas que tenía de llorar–. Esto es peor de lo que imaginé. ¿Por cuánto más ibas a dejarla aquí? ¿Hasta que llegara la época de apareamiento?

Esto no va por buen camino, pensaba Agdar.

—¿Apareamiento? Apenas es una cría de dragón —señaló, consternada.

—Las dragonas hembras logran ser ubicadas por los machos de su misma especie. La furia luminosa sigue este patrón, ¿pero sabes cuál es la diferencia? Que no solo los furias pueden olfatearlas, también los de otras especies. Eso las pone en total desventaja.

Se levantó de su asiento, y comenzó a caminar en vueltas, observando el comportamiento corporal de la chica.

—¿Sabes por qué este tipo de dragón no tiene una esperanza de vida larga? ¿Sabes por qué no hay muchos ejemplares? –Elsa negó torpemente con la cabeza–. Porque los machos las cazan, ellos saben que si esta especie logra superar la edad mínima, podrán dominar su propia jauría y esto en contra de la voluntad de los que lo conforman. ¿Qué pasará si el alfa está en las manos equivocadas? El mundo tal y como lo conocemos, fácilmente podría caer. ¿Entiendes la importancia de esto, Elsa?

—¡Los dragones son más que escalas y jerarquías! ¡Son seres pensantes, con sentimientos! Son sumamente inteligentes, ellos entienden lo que dices, tanto de lo que sale de tu boca como lo que dice tu cuerpo, pueden leerte como si fueras un libro. ¡Yo no domé a la furia, y si no me cree no es mi problema! ¿Cuál es la urgencia de saber cómo controlarlos? ¿Qué es lo que está pasando y por qué lo está ocultando? —explotó de rabia frente a él, golpeando la mesa con su puño.

—Ya basta, Elsa —sentenció su padre con tono autoritario. No podía permitirle este tipo de desplantes, y menos si iban dirigidos al jefe de la isla.

Pronto la platinada cayó en cuenta sobre su error, más no dijo nada. Era demasiado tarde.

—Bien. Si eso es lo que quieres, lo respetaré. Serán tres años sin libertad, los demás querían desterrarte, pero le tuvimos piedad a tu padre y a tus acciones pasadas. No abuses más de nuestra confianza. Buenas noches —se levantó con actitud indiferente, y salió de la habitación.

Elsa gritó, golpeando la mesa por la frustración.

—Hey, tranquilízate —Agdar la tomó de los hombros y la obligó a recargarse en el respaldo de la silla.

—¡Lo he arruinado todo! —se le quebró la voz, comenzando a llorar.

—No es tu culpa. Esto lo ha hecho a propósito —susurró. Se sacó un pañuelo del bolsillo y limpió la cara de su hija con suavidad.

—¿Eh?

—No has dormido bien, no te has duchado y tampoco has comido a tus horas ni a las cantidades correctas. Estás sola y encerrada en completa oscuridad, tu cordura depende de un hilo. Es por ello que te ha interrogado, así sería más fácil para él sacarte información y más difícil para ti reaccionar de forma calmada —también aprovechó la oportunidad para cepillarle el cabello con sus dedos.

Pareció entenderlo, y su respiración se reguló.

—No entiendo su insistencia. No entiendo nada —gruñó, pero esta vez no hizo pataleta.

—Debes mantenerte serena, Elsa. Tu vida y tu futuro dependen de eso. Todo se resolverá, ya verás. Si realmente necesitan están en problemas, no tendrán de otra que liberarte —murmuró su padre, tejiéndole dos trenzas abarcando toda su melena.

—Lo... Lo intentaré...

—Esa es mi chica.

La puerta crujió al abrirse, anunciándole a los dos que el tiempo en la sala había terminado.

—Vendré a visitarte, si es que me lo permiten. No te desesperes, ¿entendido? —antes de que pudieran llevársela, la abrazó con fuerza, deseando transmitirle toda la calma posible.

Touching the stars | PARTE IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora