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Estaban rodeados de un silencio muy incómodo, pero que ninguno sabía cómo romper incluso Jungmin al que se le había sumado Soonkyu, la madre de Taeyong. Ellos observaban desde la cocina a ambos jóvenes con una pequeña distancia entre el sillón en el que se encontraban sentados. Habían extrañado a su hijo, pero no esperaban volver a verlo de esa manera, llegando con una persona que se veía completamente distinto a él. Además, la última vez que Taeyong, les presentó a alguien, terminaron por verlo llorar durante mucho tiempo y no querían volver a vivirlo, porque sabían que no había nada peor que ver sufrir a su hijo.

Mientras veían como Taeyong, se acercaba más a Yuta, para agarrar su mano y mirarlo con un brillo que hace tiempo no reconocían. Parecían lejanos los recuerdos de cuando su hijo llevaba esa mirada intacta, cuando tenía tanta felicidad dentro suyo que no veía maldad en el mundo. Era tanto el tiempo que pasó que rogaban por volver a verlo de esa manera, viendo que realmente podía ser el mismo.

—Tenemos que hablar con él. —Habló Jungmin.

—¿De qué le vamos hablar? —Preguntaba Soonkyu, sin entender.

—No sé. —Contestó Jungmin, mostrando su frustración.

—Yo no tengo nada para decirle. —Volvió hablar la mujer, mostrando su desinterés. —No voy a seguir forzándolo a que se comporte de una manera que no lo hace sentir bien y mucho menos por lo que piensen los demás.

—¿Y la empresa? ¿Piensas que no van a decir nada cuando tenga que hacerse cargo él? —Parecía que Jungmin no quería entender y su esposa no estaba dispuesta a dar un paso atrás.

—¿Estás hablándome en serio? —Jungmin asintió—. No me importa nada más que la felicidad de Taeyong, y si ese chico es parte de su felicidad no me molesta aceptarlo.

—Pero...

—¿Pero qué? —Cortó Soonkyu. —Mi hijo ya sufrió mucho por las cosas que tú supones y no estoy dispuesta a seguir soportándolo.

Jungmin, no sabía qué contestar y era obvio, porque su esposa tenía razón en todo lo que le había dicho.

Sin decir nada más, agarró las tazas de té que había preparado y eligió seguir su camino hacia el living para hablar con su hijo y Yuta. Al momento de haberlo visto supo que era él, a pesar de haberlo encontrado algunas veces, era Taeyong quien se encargaba de hablarle sobre él cada vez que volvía de la casa de Jungwoo. Le era inevitable acordarse cuando Taeyong había llorado toda una semana e incluso más, porque Yuta se había ido y ya no podría jugar con él. Ahora los veía juntos de la mano y con un nerviosismo que no le gustaba para nada. Porque a ella no le molestó nunca lo que su hijo eligiera, pero era Jungmin a quien le costaba mucho más entender cómo eran las cosas.

Eligió dejar sus pensamientos a un lado cuando puso una bandeja sobre la mesa y le daba una taza a cada uno.

—¿Como estás, Yuta? —Preguntó la madre del pelirrosa al cruzar miradas.

—Bien, señora. —Apretó levemente la mano de Taeyong—. Gracias por preguntar.

—No hace falta que me digas señora. —Dijo riéndose, haciendo sorprender a Taeyong.

—¿Y papá? —Preguntó su hijo sin entender qué pasaba.

—Ya estoy acá. — Habló Jungmin, acercándose al asiento libre junto a su esposa. —¿De qué hablaban?

—Le preguntaba a Yuta cómo estaba. —Contestó mirándolo de reojo mientas tomaba un trago de su bebida.

—¿Cuándo te teñiste el pelo? —Preguntó el padre de Taeyong, ignorando lo anterior.

ROSA Y NEGRO. YuTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora