La vida de Yuta solía ser difícil, pero desde hace un tiempo había olvidado como era vivir de esa forma, destrozado por dentro. Era un dolor conocido que pensó que se iría pero no fue así, los sentimientos no desaparecen porque si y el lo aprendió a las malas.
Había sido fuerte, mas de lo que alguna vez pensó que podía serlo, pero su corazón era tan parecido al de alguien mas, seguían siendo de cristal, podían romperse demasiado rápido.
¿Pero quien podía culpar a un corazón de cristal?
La sensibilidad lo había acompañado, las malas energías solían consumirlo por completo, había tanto a su alrededor que podía lastimarlo, pero mientras mas tiempo ese corazón se mantenga a salvo, podría valer mucho mas.
Estaba cargando un peso gigante en su espalda, el no haberse despedido, el haberlo dejado irse sin decirle una ultima vez que lo amaba. Lo pensó mil veces, quería creer que era lo correcto, que ya no le correspondía seguir buscando a alguien que no lo quería en su vida.
Buscaba tranquilidad, pero no aparecía por ningún lado, porque ya nada lograba captar completamente su atención, ya nada lograba hacerlo feliz realmente y eso se tornaba más triste con el tiempo.
Hablaba con su mente, cuanto tiempo había pasado y el no lograba su cometido.
Habían pasado meses, siete para ser exactos y podía contarlos como años de lo lentos y tortuosos que se sentían, pero cuando nada logra llenar tu interior, no puede ser de otra forma.
El castaño no sabia cual fue el destino de su ex-novio, porque ese mismo día en el que se termino su relación, tuvo una necesidad increíble de buscar algo que le sacara el dolor que su pecho guardaba y lo encontró, volviendo a viejas andanzas sabiendo que no traerían nada bueno, pero poco importaba.
Buscó un bar el cual era más que conocido para él, en ese lugar se encontraban viejos "amigos" que se sorprendieron de volverlo a encontrar. Quizás lo único bueno que hizo Yuta, fue simplemente ignorarlos y comenzar a beber alcohol a penas se sentó frente a la barra.
Escuchaba la música tranquila que invadía todos los espacios de ese lugar que en algún pasado podía pasarse los días metido ahí dentro, pero hoy se sentía tan frívolo que no tenía pensado volver después de esa noche.
Los tragos no cesaban hasta que ya no sentía ninguna molestia pasar por su garganta y su vista comenzó a ponerse borrosa, pero no se trataba del alcohol, se trataba de sus lágrimas saliendo sin descanso de sus ojos.
No le encontraba explicación hacia las actitudes de Taeyong, no entendía la frialdad al decirle que se iría, porque ese no era el problema sino que por alguna razón, pensó que podrían con eso, que saldrían de esa situación, pero simplemente decidió dejarlo.
Sentía que había algo en el fondo que el pelirrosa no le había dicho, sentía que el amor que ambos se tenían podía superar esas complicaciones, pero aunque lo intente con todas sus fuerzas, ya no quedaba más que pudiera hacer.
Y así fue como oficialmente esa noche se convirtió en las peores de su vida, porque al levantarse de su asiento demasiado mareado y pagar lo que debía. Salió de ese lugar en busca de su moto, se rió de si mismo por no darse cuenta que no la había llevado hasta ese lugar. Pero, al caminar solo unos pasos mas, no pudo reconocer a las dos personas que lo rodearon, mientras uno lo amenazaba diciéndole que le de todo lo que tenia, el otro individuo hacia presión con una navaja en su estómago.
Sintió como todo el alcohol desaparecía de su sistema y el miedo lo recorría por completo. Nunca había estado en una situación parecida y no podía hacer más que lo que le estaban pidiendo, sin decir alguna palabra, sin gritar, simplemente entregó lo único que llevaba consigo, su celular y ver cómo se iban corriendo, desapareciendo en esa oscura noche.
Desde ese día perdió contacto con todo el mundo, estuvo mucho tiempo sin saber sobre nadie que no fuera su familia y en parte lo agradecía, estaba en una etapa de superación. Incluso Jungwoo intentó que hablaran sobre Taeyong, el con las pocas fuerzas que tenía, ignoraba la conversación, porque seguía doliendo.
Las noches que se volvían eternas, los días que parecían no tener emoción.
Hace unos días había terminado con su mudanza. Su hermano lo había ayudado con demasiada emoción de que fuera a vivir a la misma ciudad que el, diciendo que no estarían tan solos con Jaemin.
Pero había algo que lo tenia incómodo en ese lugar y no sabia bien qué era. Ya había alquilado un nuevo local de tatuajes, sus herramientas de trabajo habían llegado sin problemas, sin contar que seguía trabajando a la par de su mejor amigo, pero todavía no se podía sentir tranquilo.
No le estaba costando adaptarse pero en parte seguía siendo igual de cerrado con las personas que intentaban acercarse. Le pasaba mucho tatuar a personas que después querían conocerlo mejor, pero no les daba la oportunidad, porque no estaba en sus planes volver a sentir interés por alguien, tampoco iba mentir. Antes de Taeyong, tampoco lo había sentido y ahora que ya no están juntos, esa sensación había vuelto.
Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando escuchó la puerta de su estudio ser abierta y eso le pareció raro, pensó que tal vez era la corriente del aire y simplemente decidió ignorarlo, arreglando las cosas que usaría porque estaba por llegar un cliente y según lo que le dijo Jaemin, era bastante complicado de complacer.
Sintió unos golpecitos en la puerta y se sorprendió cuando al darse vuelta, estaba la persona que era dueña de todos sus pensamientos, la persona que en algún momento fue todo para el y hoy eran desconocidos.
Se veía tan lindo que le molestó un poco, porque sintió como si sus sentimientos volvieran, pero sabía que nunca se habían ido realmente. La delicadeza en su rostro no se había perdido, aunque había algo que le decía que no se encontraba bien, pero veía el brillo de esos ojos que le encantaban, seguían siendo igual de hipnotizantes.
Dios, como lo había extrañado, pensó.
En ese momento recordó a su hermano y lo emocionado que estaba porque fuera hasta ahí, pero no se trataba ni de Jungwoo, ni de Jaemin, se trataba de Taeyong y recién ahora lo entendía.
La habitación de pronto se sentía diminuta a comparación de todos los sentimientos que llevaba guardando. Su respiración parecía querer fallar porque dentro de su pecho no cabía nada más.
Quería gritar, reprocharle el porque lo dejó, pero simplemente no podía, las palabras no salían y sabía que no se perdonaría ser de esas personas llenas de rencor, porque se lo prometió a su abuela, el no volvería a ser de esa forma y eso era sagrado.
Apartó su mirada del que ya no era pelirrosa, sino que era peligris y no había pasado desapercibido por Yuta. Solo caminó hasta el sillón de cuero negro y tomó asiento ahí, con la cabeza gacha y pasando sus manos por su cara, buscando la forma de no sentirse cómo lo estaba haciendo.
—¿Yuta?— Habló Taeyong con la voz temblorosa, mientras Yuta, sentía miles de emociones dentro suyo con solo escucharlo decir su nombre.— ¿Estás bien?
—¿Que haces acá, Taeyong? —Preguntó de la forma más fría que alguna vez usó con el menor y por supuesto que él se dio cuenta.
El peligris se acercó a pasos lentos para terminar sentándose a lado de Yuta, era imposible no darse cuenta lo nerviosos que ambos se encontraban.
—Necesitamos hablar. —Sentenció Taeyong.
Ambos se miraron y parecía todo tan irreal, sentados uno a lado del otro, estaban cerca pero lejos a la vez.
Solo pedían que esta vez tuvieran tiempo, al menos de poder decirse adiós sanamente.
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ROSA Y NEGRO. YuTae
FanfictionEn dónde a Taeyong le encanta el color rosa. Y a Yuta lo único que le encanta más que el color negro es Taeyong. - ADAPTACION permitida gracias a su autora: lenamf006