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A medida que pasaron las semanas y las citas, Beomgyu aprendió algunas cosas sobre Yeonjun. La primera y más importante era que odiaba hablar de su vida personal. Bueno, no era como si odiara hablar sobre ello, pero era obvio que le incomodaba. Cada vez que Beomgyu trataba de hacer más íntima su amistad, Yeonjun cambiaba el tema de conversación. Quizá no lo hacía apropósito, pero igual Beomgyu entendió por las evasivas de Yeonjun que era muy pronto todavía para intercambiar números y demás.

Lo más lejos que llegó fue en saber que el misterioso Choi Yeonjun tenía una hermana. No le dijo como se llamaba o cuántos años tenía, es más, por lo que sabía podía ser imaginario. Yeonjun no había mostrado signos de estar completamente cuerdo. Una vez había llegado y Yeonjun estaba sentado en el suelo, dibujando. Beomgyu había intentado llamar su atención y Yeonjun simplemente parecía estarlo ignorando o de otra manera estaba temporalmente sordo. Después se disculpó. Y sinceramente Beomgyu deseó no haber escuchado su excusa.

—A veces me pierdo.

¿Se pierde?

¿Qué significaba eso?

¿Su mente se perdía? ¿Su atención se perdía? ¿Su habilidad para responder a los saludos se perdía? ¿Su vista se perdía? Beomgyu debía recalcar que se puso enfrente de él, e incluso en un punto llegó a agitar su mano casi en el rostro de Yeonjun, pero nada...

Nada.

Se pierde.

Wow.

—Ojalá yo pudiera perderme —Confesó.

En realidad a Beomgyu le vendría de puta madre ese extravío mental, visual y existencial. Le serviría cuando su padre llegara a mitad de la noche destruyendo cosas y llorando mientras murmuraba cosas que aún no sucedían. Le serviría para perderse al final de las citas de su mamá, cuando salía cada vez más marchita.

Sí.

Perderse.

Sonaba fenomenal.

yellow light - yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora