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Su jefe le pidió que entregara algunas cosas a otro de los locales que tenían y Beomgyu hizo caso sin hacer preguntas, que era como Beomgyu trabajaba (eso lo hacía un buen empleado, le había dicho Sungwoo). Cuando se dio cuenta que pasaría frente al hospital se arriesgó y le echó un vistazo a la sala de espera.

Yeonjun no estaba. Claro que no estaba. Todavía estaba perdido en Perdidolandia, el lugar exclusivo para las personas imaginarias y los artistas misteriosos y fracasados.

Oh.

Artistas...

¿Quizá Yeonjun le había hecho caso y había comprado caballetes y había mostrado sus pinturas y lo habían hecho famoso? Eso sonaba bien.

Y era posible.

—Hey, hacía mucho que no te veía —Dijo una de las enfermeras. Beomgyu le sonrió y asintió—. ¿Te puedo ayudar en algo?

—Hm... —¿Y si se arriesgaba a preguntarle por Yeonjun, alias Quizá-Mi-Amigo-Imaginario? No creía que la enfermera se sorprendiera demasiado por su locura. Seguramente había lidiado con cosas peores—. Estaba buscando a... un amigo.

—¿Junnie? —Preguntó. Beomgyu entrecerró sus ojos tratando de averiguar si hablaban de la misma persona.

—Yeonjun —Dijo Beomgyu.

—Oh, sí. Yeonjun. Nosotras lo llamamos Junnie —Beomgyu frunció el ceño. ¿Por qué las enfermeras conocían a Yeonjun? Jamás lo había visto charlar con ellas.

Luego soltó un suspiro lleno de alivio. Al menos Choi Yeonjun no era imaginario. Eso ya era ganancia.

—Sí. Yeonjun. Junnie. Sí. Ese es mi... um, mi amigo.

—Oh... creo que... a ver... ¿Yeri? —Llamó a otra de las enfermeras. La tal Yeri volteó hacia ellos, sonriente—. ¿No sabes qué ha pasado con Junnie?

—Terminó la semana pasada —Respondió con amabilidad antes de continuar caminando hacia alguna de las habitaciones.

La enfermera que tenía enfrente sacó un block de notas y escribió algo en la primera hoja. Después se la tendió a Beomgyu sin dejar de sonreír.

—Visítalo —Dijo—. Por favor.

¡!

De acuerdo... esto era incómodo.

¿Por qué le habían pedido que lo visitara? ¿Y por qué había hecho caso? Beomgyu tenía cosas que hacer. Tenía que llegar a su casa para asegurarse de que su hermana estuviera allí. Pero la verdad era que Beomgyu estaba ansioso por escuchar la voz de Yeonjun y por verlo. Ni siquiera dudó en seguir la dirección en la hoja amarilla que le había dado la enfermera. Contó los minutos que le faltaban para salir del trabajo y casi corrió en busca del departamento donde vivía Yeonjun.

Tocó con rapidez y la puerta se abrió con rapidez también.

Ah. Yeonjun.

Yeonjun.

Dios mío.

—H-hey... —Saludó Beomgyu agitando sólo un poco su mano derecha suspendida en el aire.

Yeonjun sonrió y le cedió el paso.

Beomgyu lo miró durante un rato, dudando.

Se veía diferente. Se veía... esbelto. Delgado. Muy delgado. Se veía más alto y como si fuera posible, más atractivo. Su mandíbula ahora era marcada y sus clavículas sobresalían. Y sus brazos. Uh. Brazos. Sus brazos lucían... bien. Fuertes. Atractivos como todo en Yeonjun.

yellow light - yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora