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La realización de lo que sentía hacia Yeonjun no le sorprendió.

Yeonjun era un hombre atractivo y humilde. No se aprovechaba de las cosas que podía lograr si quería. Cielos. Si Yeonjun hubiera querido habría tenido una adolescencia de ensueño. Pero no. ¿A cambio qué había elegido?

Dibujar.

Perderse.

Sí... a Yeonjun siempre le había gustado perderse.

¡!

No estaba preparado para usar la palabra "enamorado", pero sabía que lo que sentía por Yeonjun era algo tan grande como eso. También sabía que lo que sentía simplemente podía deberse a la constante preocupación que sentía por Yeonjun.

Cuando estaban separados pensaba: "¿Quién está con él? ¿Quién lo está cuidando? ¿Qué pasa si Yeonjun vuelve a colapsar y su inútil y egoísta madre no se da cuenta?"

Pero oh... Yeonjun tenía una hermana, ¿verdad? Una hermana del que Beomgyu todavía no sabía el nombre o la edad. Una hermana de la que Beomgyu estaba bastante seguro nunca había existido en primer lugar. Había estado en casa de Yeonjun un montón de veces y jamás había visto a esa misteriosa hermana. Sólo veía a Yoona fumando, perdiéndose cada vez más en las manchas de la pared y en las constelaciones que había en sus opacos ojos.

¿Yeonjun tenía una hermana?

¿Yeonjun tenía padre?

¿Yeonjun tenía a alguien más? ¿Una tía? ¿Abuela? ¿Primos?

¿...Alguien?



—Te tiene a ti —Murmuró Yoona cuando Beomgyu le preguntó si Yeonjun tenía a alguien más aparte de ella. Beomgyu soltó un bufido. La cocina era pequeña y el mantel de la mesa no tenía sentido. Todo olía a humo y la luz era demasiado amarilla. Yoona siempre estaba en la cocina. Diablos, Beomgyu no estaba seguro pero una parte de él creía que Yoona vivía en la cocina. Dormía en la cocina, se bañaba en la cocina. Jamás la había visto en otro lugar de la casa.

—Yeonjun mencionó que tenía una hermana —Dijo Beomgyu con seguridad. Jamás se había sentido tan maduro hablando con alguien mayor de edad. Yoona le hacía sentir que él tenía más sentido común. Era un buen sentimiento... pero era, uhm, era desesperante también. La única persona que había sentido que tenía control sobre su vida era su madre, y eso que tenía una enfermedad que le hacía estar insegura de dormir y poder despertar.

—Ah —Soltó Yoona con los ojos cristalinos. Ya estaban así desde el principio, por el humo del cigarro.

—¿Dónde está?

—Lejos —Dijo con amargura.

—¿Con una tía? ¿Con alguien en... otro país?

—¿No te ha hablado de ella? —Preguntó. Algo curioso era que Yoona no mencionaba el nombre de Yeonjun. Lo ignoraba... era como si no quisiera saber nada de él pero a la vez era en lo único que podía pensar. Beomgyu estaba familiarizado con esa reacción. Su padre había actuado así más o menos todo el maldito tiempo desde que le habían detectado cáncer a su mamá. No, demonios. Yoona y su padre eran la misma cosa. Ambos eran un desastre de alcohol y cigarros y posible cáncer pulmonar. Qué patético.

—No.

—No me sorprende—Soltó Yoona sonriendo—. Murió hace tiempo —Contó con dolor—. Era una niña todavía. La vida decide actuar de las formas más crueles. ¿Qué clase de Dios decide matar a una niña de diez años?

Beomgyu tragó con fuerza.

Así que, Yeonjun tenía dieciocho años, su madre era egoísta y drogadicta, su padre estaba desaparecido de su vida, su hermana estaba muerta y él tenía cáncer.

¿Qué es la injusticia de todos modos? ¿Perder en un juego de cartas cuando jurabas que ganarías? ¿Tener que ir a la escuela los sábados? ¿Lavar los platos cuando no era tu turno todavía? ¿Qué tu novia te hiciera la misma putada dos veces? ¿Qué el maestro te calificara mal en tus exámenes?

Beomgyu salió de la cocina y se sentó al lado de Yeonjun, en su cama.

No estaba despierto, pero tampoco estaba inconsciente. Estaba dormido.

Le acomodó su gorra y lo arropó mejor. Después acarició su mejilla y apoyó su peso en su cuerpo, abrazándolo.

—Lo siento —Se disculpó. Su mejilla estaba contra la de Yeonjun en un tacto suave. La piel de Yeonjun era suave. No había comienzo de su barba ni había más imperfecciones. Beomgyu sonrió, pasando el dorso de su mano por debajo del cuello de Yeonjun. No podía permitir que Yeonjun muriera sin antes no haber tenido barba. Eso era inaceptable.

—¿Por qué? —Susurró Yeonjun con voz cansada.

Beomgyu se encogió de hombros.

—Por todo lo que has pasado, supongo.

—¿Estás sintiendo lástima por mí, Beom? —Preguntó y Beomgyu se rió cuando notó el obvio error. Aunque ya no era un error... le estaba empezando a gustar el nombre 'Beom'. Lo había hecho apropósito también. Beomgyu no se había movido de la sala de espera hasta que Yeonjun hubiera aprendido que no apreciaba el cambio de nombre. Probablemente Yeonjun soñó esa noche con un ejército de Beoms que cantaban su nombre y ponían castigos cuando alguno de ellos decía el nombre Beomgyu.

Beomgyu decidió no contestar. En cambio lo apretó más contra su cuerpo. Sólo un poco, gentil.

—Te voy a invitar a salir mañana.

—Ah, una cita —Susurró—. Las primeras citas siempre son incomodas.

—No necesariamente —Dijo Beomgyu, sonriendo.

—Sorpréndeme entonces.

—Lo haré.

Dejaron de hablar luego de eso. Yeonjun pronto volvió a dormirse y Beomgyu se sentó al sentir que no era justo para los débiles huesos de Yeonjun que se durmiera sobre él.

La habitación de Yeonjun era cómoda. En cambio al resto de la casa ahí estaba limpio y la iluminación no era molesta.

Se puso de pie, mirando.

Todo estaba limpio. No era posible que Yeonjun limpiara la casa con lo cansado que estaba todo el tiempo.

Ah.

Quizá Yoona no era tan mala madre después de todo.

Sonrió y empezó a observar con más detalle. Nunca se había detenido a inspeccionar las pertenencias de Yeonjun. Se veía aburrido. Tenía más libros que otra cosa y todas sus pinturas ya las había visto. Había una pequeña caja de madera que le causó curiosidad. Obviamente había pertenecido a una niña y hasta en ese momento se dio cuenta que probablemente eran las cosas de su hermana.

Mientras se debatía entre abrirla y marcharse, su vista cayó sobre el libro de portada negra que Yeonjun había estado leyendo cuando todavía eran sólo amigos de espera. Lo abrió y notó que era una guía sobre cómo lidiar con el cáncer. Cómo vivir luego de haber escuchado la noticia. Cómo enfrentarse a los síntomas y había palabras de aliento cuando se estuviera dando por vencido. Beomgyu ojeó el libro durante un rato, hasta que llegó a la última página, la que siempre estaba en blanco. Sólo que esa página no estaba en blanco.

Yeonjun lo había dibujado a él, a Beomgyu. Lo había dibujado tratando de transmitir la hiperactividad que había mostrado en su primera charla.

Beomgyu iba a decir algo, pero recordó que Yeonjun estaba durmiendo, así que negó con su cabeza mientras dejaba el libro en su lugar.

yellow light - yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora