Día 23 - Country

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Lo vio entrar en un día caluroso, su rostro cubierto por la mitad con un paliacate negro que combinaban con sus botas y sombrero del mismo color. Se acercó a la barra, saludándolo al tener contacto visual, con un simple movimiento de cabeza; Eijiro hizo lo mismo levantando un poco su sombrero.

Habló con el dueño y él escuchó todo, una nueva banda de cuatreros estaba robando el ganado de varios pueblos incluyendo en el que estaban, el vaquero negro era el ayudante del comisario, buscando información sobre los ladrones, diciendo que era importante encontrarlos antes de alterar más a los ciudadanos. Antes de irse, dejó un cartel cerca de la entrada con los rostros de los fugitivos.

Eijiro había lidiado con criminales de su tipo en sus viajes, así que terminando su trago, se dirigió a la oficina del sheriff. Si la recompensa era cierta, podría instalarse por unos meses más en el pueblo.

Volvió a ver al vaquero, esta vez notando lo fino de su cara y cuerpo, pero lo suficientemente fuerte para ser un comisario, claramente llamó la atención de alguien más fornido cómo el.

-Hola de nuevo -saludó- veo que hay nuevos vándalos, me presento, soy Eijiro Kirishima, caza recompensas.

Aunque al principio parecía que el comisario, cuyo nombre que tardó en decirle era Bakugo, no tenía la más mínima intención de trabajar con él, aceptó tenerlo en su equipo de búsqueda. Juntos, con otros 6 seguidores de la ley, prepararon un plan para localizar y detener a la banda.

Los meses pasaron, no había manera de encontrar el escondite, poco a poco, sus compañeros se retiraron, dejándolos solos a mitad de la cacería. Ninguno de los dos parecía rendirse, Bakugo tenía sus motivos personales para poner fin a las fechorías contra los granjeros, mientras que Eijiro… bueno, no tenía otro lugar mejor al que ir, además, la compañía del rubio era bastante placentera una vez que se relajaba. Pasaron noches en la compañía de la fogata y aullidos lejanos de los coyotes, sacando los esqueletos de sus closets, sin juzgar al otro, entendiendo sus vidas y subiéndose la moral mutuamente. Debía admitir que su semblante era precioso bajo las estrellas del desierto.

Una vez capturados, los cuatreros fueron mandados a la cárcel del condado. El pueblo decidió celebrar, invitando a todos y aunque Eijiro no fuera más que un extraño, también fue incluído. La fiesta lo tenía todo, buena carne, personas amables y divertidas, la música era excepcional y no se diga del baile, hace años que no disfrutaba un baile de cuadrillas.

El country era lo que lo hacía sentirse en casa, el sonido del banjo y el violín, le recordaban las épocas en las que su madre lo llevaba a estos mismos bailes, donde se divertía con sus amigos hasta que decidió realizar este viaje. Por supuesto que ahora quería recuperar esos momentos, sólo que esta vez los rehacería con alguien más. Cuando Katsuki no prestaba tanta atención, lo jaló a la pista de baile donde no salieron en toda la noche más que para tomar un respiro.

Ahora no reconocía la arena del desierto, sólo un hogar casi vacío que le dio un lugar al que pertenecer. Con aquel rubio una vez serio, colgando de sus labios, como los Jardines de Babilonia; sus botas alguna vez maltratadas por el tiempo, debajo de su fina cama, mientras Eijiro lo obliga a quedarse un rato más, atrapándolo entre sus brazos. Asegurándose que nunca va a amar de nuevo, cómo lo amaba a él.

Fin.

Canción de inspiración: Cowboy like me.

Mes Kiribaku 2023 (Taylor's Version)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora