Me lo pasé muy bien con Mateo. Pude conocer muchas cosas suyas que no sabía. Además, nos reímos tanto que nos dolían las mejillas. También fuimos a dar un paseo por la ciudad y charlamos durante horas. Y cuando me dejó de vuelta en mi casa me dijo que esta salida iba a ser la primera de muchas. La verdad es que me sentí muy a gusto con él.
Hablando de la foto que subí en las historias de Instagram, no obtuve ninguna respuesta. Ni siquiera miró la foto porque cuando miré quién la había visto no salía su usuario por ningún lado, así que mi plan no funcionó. Supongo que tendría que quedar más veces con Mateo...
Ya habían pasado dos días desde entonces. Yo estaba tranquilamente tumbada en mi cama cuando el móvil sonó. Lo cogí sin siquiera mirar quién llamaba.—¿Sí?
—Hola, morena.
—Otra vez tú.
—Sí, otra vez yo.
—¿Qué quieres?
—Baja los humos, princesa.
—Pues no me hubieras despertado.
—¿Despertar? Pero si son las cinco de la tarde.
—Exacto, la hora de la siesta.
—Bueno, ¿te importa si paso por ti ahora?
—¿Ahora?
—Sí.
—¿Para qué?
—Para verte.Me sonrojé al instante. Menos mal que él no estaba presente.
Pero no iba a caer en su juego, yo tenía que seguir con mi plan.
—Lo siento, no puedo.
—Pero si estás en tu casa.
—La verdad es que ahora mismo estoy saliendo a la calle porque tengo que ir a un lugar—mentí.
—Mentira.
—Verdad.
—Mentira.
—¿Y tú que vas a saber? Ni que estuvieras fuera de mi casa.
—¿Estás segura?
—Espera, ¿qué?
—Compruébalo, si quieres.Como lo conocía sabía lo que podía llegar a hacer.
Me asomé rápidamente a la ventana y sí, ahí estaba él con su sonrisa de chico encantador.
—Madre mía...
—¿Qué pasa? ¿No te ha gustado la sorpresa?—dijo él desde abajo.
—Definitivamente no—dije y no pude evitar soltar una risa al final de la frase.
—Que sepas que se te da muy mal mentir.
—No estaba mintiendo. Ahora iba a salir de mi casa.
—¿Ah, sí? ¿Y a dónde tenías que ir?
—A un sitio muy importante.Él me miraba como si esperara algo más.
—¿Pero sabes qué? Ya no me apetece ir.
—Pues perfecto, así podemos pasar la tarde juntos.Menos mal que mis padres no estaban porque si se enteraban de que un chico me había venido a ver bajo la ventana me iban a matar.
Por un lado no sabía qué decirle. Quería estar con él, pero también le quería dar su karma por la broma de la piscina.
—No te preocupes por contestarme, si hace falta esperaré toda la tarde.
—Está bien, me has convencido—dije finalmente, ya que vi que él no tenía intenciones de irse—. Ahora bajo.Abrí la puerta de la entrada y ahí estaba él con un ramo de...
—¿Flores?
—Son para ti—dijo con una sonrisa.Esto era muy raro...
—¿Qué pretendes?—pregunté extrañada.
—No pretendo nada. Me parecieron bonitas y pensé en ti—dijo ofreciéndome el ramo.
—¿Seguro?—dije poco convencida.
—Sí.
—Gracias por aclararlo. Por un momento he pensado que eran para disculparte de la broma de la piscina, pero supongo que no es así.
—Bueno, en realidad... sí son para disculparme.
—¿Ah, sí?—dije como si estuviera sorprendida.
—Es que estabas bastante enfadada y ya sabes que no me gusta enfadarme contigo.
—Qué bien que lo reconozcas. Ahora sí acepto las flores—dije arrebatándoselas de las manos.Después de colocarlas en una jarrón con agua me fijé en él.
—Te noto tenso. No querrás contarme algo, ¿no?
—La verdad es que sí.
—¿Y de qué quieres hablar?
—De Mateo.Justo al oír su nombre sonreí por dentro.
—¿Ocurre algo con él?—dije haciéndome la interesante.
—No te hagas la tonta. El otro día vi la foto que publicaste junto a él.
—¿Y?—lo miré confusa—. ¿Tiene algo de malo?
—Fue justo después de lo de la broma.
—¿A qué quieres llegar?
—Me molestó que te fueras para quedar con Mateo.
—Mateo es mi amigo y no entiendo por qué te molesta que quede con él.
—No es eso, es que...
—¿Qué?—dije subiendo un poco el tono de voz. Ya estaba cansada de tanto misterio.
—Me gustas, y mucho. Y me cuesta admitirlo, pero me puse muy celoso cuando te vi junto a Mateo.Se me dibujó una sonrisa en la cara. Así que mi plan sí que funcionó...
—¿Por qué te ríes? A mí no me hace gracia.
—¿En serio te pusiste celoso? Ni que te fuera a cambiar por Mateo.
—Y yo qué iba a saber—se defendió—. A veces a las chicas no os entiende nadie.
—Ya..., lo que tú digas. A los chicos tampoco se os entiende.
—Bueno, cambiando de tema, ¿te apetece salir a cenar?
—¿Así vestida? No, gracias.
—Hoy estás muy gruñona, morena.
—Ugh, está bien. Me cambio y nos vamos. Espérame aquí.En total tardé unos veinte minutos en prepararme. Como íbamos a cenar tenía que ir bien guapa, así que me puse un vestido negro ajustado con una abertura en el la pierna y unos tacones bien altos.
Cuando bajé las escaleras sentí la mirada de Leo recorrerme por todo el cuerpo, lo que provocó que se me revolviera el estómago.
—Madre mía—dijo él asombrado.
Lo que más me gustó de él en ese momento era lo mucho que le brillaban los ojos al mirarme. Esta vez no pude controlarme y me sonrojé como un tomate.
—Estás preciosa.
—Gracias—dije mirándolo directamente en los ojos.Y en esos instantes pude darme cuenta de que sí estaba realmente enamorada de él y que nadie podría cambiar mis sentimientos hacia él.
—¿Nos vamos?
—Sí, claro.El restaurante era inmenso y muy bonito. Por otro lado, la cena fue inolvidable.
—Gracias por traerme aquí.
—No hace falta que me des las gracias—me dijo con una sonrisa.
—Siempre me lo dices, pero es que... ningún chico había hecho nada así por mí.
—Así que... ¿estás insinuando que soy el adecuado para ti?
—Puede...—Me hice la interesante.Después de aquella conversación salimos del restaurante.
—¿A dónde vamos?—le pregunté.
—Ahora lo verás—me dijo dedicándome una sonrisa—. Ven, dame la mano.Él empezó a correr, así que yo también. Pero tuve que pararme al instante.
—¿Qué pasa?—me preguntó.
—No puedo más con estos tacones—dije riendo.
—No pasa nada, todo tiene solución.Él se acercó mí y me cogió en brazos.
—¿Lo ves?
—Sí—contesté mientras mis ojos se iban poco a poco hipnotizando por los suyos.Leo empezó a caminar y yo sentía que en alguno de los pasos me iba a caer de sus brazos.
—Ya verás que me voy a caer—dije riendo.
—No voy a permitir eso.De repente hizo un amago como si me fuera a caer.
—¡Joder, Leo!
—Vaya cara has puesto—rió.Le di un golpe en el hombro por su reacción.
—¡Au!—se quejó.
—Más te vale no volver a hacer eso.
—Vale, vale.Más tarde llegamos hasta un puente y me dejó en el suelo.
—Leo, es precioso—dije fascinada por las vistas.
—Sabía que te iba a gustar.Desde allí se podían ver las luces de la ciudad. Era tan bonito... Pero, sin duda, lo más bonito era compartir el momento con él.
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INALCANZABLE
RomanceOlivia acaba de terminar bachillerato y su familia y ella se mudan a Barcelona para pasar el verano y quedarse allí a vivir definitivamente. Y lo mejor de todo es que se va a reencontrar con su mejor amigo de la infancia, Daniel, el cual le oculta u...