SE ACABÓ (Leo)

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Me encontraba en casa de Carlos pasando el rato.

—Parece que tu princesa ha cambiado de príncipe—dijo de repente.

Creo que nunca lo miré tan confundido.

—¿Se puede saber de qué hablas?
—Míralo con tus propios ojos.

Me pasó el móvil y pude ver lo que insinuaba.

—Ostia, tío, como te ha cambiado la cara—dijo entre risas.

Sinceramente no me hacía mucha gracia ver a Olivia con Mateo. No me caía nada bien. Creo que se notaba perfectamente.

—¿Qué hace ella con él?—dije serio.
—Y yo qué voy a saber.

Me quedé pensativo durante unos segundos.

—Eso te pasa por hacerle bromas de mal gusto—dijo Carlos.
—¿Por una simple broma? Tampoco era para tanto.
—Ya sabes cómo son las chicas... Un días te dicen que lo eres todo para ellas y al día siguiente ya están con otro.

Lo miré serio. ¿Cómo podía decir eso?

—Es coña lo que me estás diciendo, ¿verdad?

Él me miraba fijamente y muy serio.

—Pues claro que es coña—dijo finalmente. Por un momento pensé que lo decía en serio, que Olivia me había cambiado por ese idiota—. O tal vez no. ¿Quién sabe?
—Ella no es así—dije, ya que confiaba plenamente en ella.
—Bueno, tú sabrás. Además, ¿por qué te importa? Ella puede estar con quien quiera, ni que estuvierais en una relación.
—Tienes razón...—dije cabizbaja, porque en el fondo yo sí quería una relación con ella, pero me daba miedo que ella no quisiera.

Nos quedamos los dos en silencio. Mi mente solo pensaba en la foto que acababa de ver.

—No seas tan dramático, Leo. No es para tanto, así que no te preocupes—dijo, y me animó un poco.

Le hice caso y dejé de darle tantas vueltas al asunto.

Pasó una hora desde entonces. Habíamos salido a dar una vuelta por la ciudad como de costumbre. Luego terminamos en mi casa, cenamos un par de pizzas y finalmente Carlos se quedó a dormir. Aunque, sinceramente, la palabra "dormir" no era la más indicada, ya que nos pasamos toda la noche jugando a la play. Por esa misma razón nos levantamos ni más ni menos que a las dos de la tarde.

Lo primero que hice al despertarme fue mirar el móvil. Yo no solía recibir muchas notificaciones, pero ese día hasta me sorprendió la cantidad de llamadas perdidas y mensajes que había recibido. ¿Y de quién se trataba? Sorprendentemente, de Celia. Sí, mi exnovia.

Tenía claro que ni iba a mirar los mensajes, ni mucho menos iba a responderlos. No me interesaba nada que estuviera relacionado con ella.

Me levanté de mi cama y fui silenciosamente a la cocina porque Carlos seguía dormido. La verdad es que este chico dormía demasiado.

Después de comer un poco apareció Carlos con mi móvil en su mano.

—No te paran de enviar mensajes—murmuró medio dormido.
—Tranquilo, no son importantes.
—En serio, creo que deberías responderlos, sino, sea quien sea, no te dejará en paz.
—Luego le contesto—mentí.

¿Cuándo iba a dejarme en paz? Estaba tan tranquilo y tenía que molestarme. Siempre tenía que haber alguien que me arruinara el día.

El resto del día lo pasé en mi casa porque no sabía muy bien qué hacer. Además, tampoco me apetecía mucho salir. Carlos se tuvo que ir porque tenía cosas que hacer, así que me quedé solo en casa.

Estaba sentado en el sofá mirando el móvil cuando de repente me entró curiosidad de saber qué mensajes me había enviado Celia. Pero... no, mejor no. Era una manipuladora y una impulsiva y lo mejor era ignorarla.

¿Ya había dicho que solía cagarla? Pues, la verdad, era uno de mis fuertes. Justo en el momento en que fui a eliminar la notificación del mensaje, en vez de eliminarla le di encima y leí todos los mensajes.

Hola, Leo. Necesito hablar contigo.
Por favor, contesta. Es muy importante.
Leo, necesito tu ayuda. Lo estoy pasando muy mal.

Todo me pareció bastante extraño. ¿Ella? ¿Necesitar mi ayuda? Casi me lo creí.

No me iba a dejar chantajear tan fácilmente. La conocía y sabía cómo era. Cuando no obtenía lo que quería se inventaba cualquier historia para llamar la atención.

Y en ese preciso instante apareció su número de teléfono en la pantalla, lo que significaba que me estaba llamando de nuevo. Como ya estaba harto de sus llamadas lo cogí.

—¿Qué quieres?—dije de malas maneras.
—Por fin lo coges—dijo aliviada.
—Responde a mi pregunta—insistí con un tono de enfado.
—Leo, no seas así conmigo. Tenemos confianza, ¿verdad?
—No.

A través del móvil la escuché resoplar.

—Leo, no te hagas el maduro. Sé que en el fondo me quieres.
—¿Y por eso quieres mi ayuda?
—Es que estas últimas semanas las he pasado bastante mal.
—¿Ah, sí?—dije desinteresado—. Que lástima, no te mereces esto—dije con sarcasmo.
—Gracias, sabía que lo entenderías.
—¿Y cuál es tu problema, si se puede saber?—pregunte sin ganas.
—Tú. Tú eres el problema.
—¿Y yo qué tengo que ver?
—Cada día no paro de pensar en ti.
—Pues yo no he pensado en ti en ningún momento—dije orgulloso.
—Leo, no lo entiendes. ¿No te acuerdas de lo bien que estábamos cuando estábamos juntos? Todos los momentos que vivimos fueron preciosos, ¿verdad?
—Ahora añade la parte en la que me mientes y me pones excusas para irte con otros chicos.
—Tienes toda la razón, fue un gran error. Pero todo se puede solucionar y, sobre todo, perdonar.
—No me interesa solucionar las cosas, ni menos perdonarte.
—¿Estás seguro? Mira que te estoy dando otra oportunidad...
—Mira, Celia, te lo diré despacio para que lo entiendas. No. Me. Interesas. Métetelo en la cabeza—dije ya cansado de toda esta situación.

Después de decirle aquello se quedó callada durante unos segundos.

—Está bien, te he dado otra oportunidad y me la has vuelto a rechazar. No sabes en lo que te has metido, Leo.
—Uy, cuidado—dije fingiendo que estaba asustado.
—Yo que tú iría bien atento porque no sabes lo que te espera.

Como ya estaba harto, tuve que ser yo el que la amenazaba. Yo no solía hacerlo, pero es que no me quedaba otra opción.

—Muchas gracias por avisarme. ¿Ya hemos terminado con las alertas? Porque, si bien lo recuerdo, yo también sé varios secretos tuyos que si se enteran unas cuantas personas no les hará mucha gracia.
—No sé de qué me hablas.
—¿Estás segura? ¿Acaso no recuerdas cuando te enrollaste con el novio de tu mejor amiga y no se lo contaste?
—Ni se te ocurra decirle nada—dijo enfadada.
—No creo que esté muy contenta cuando se entere...—continué para provocarla.
—¿Acaso piensas que va a creerte?
—¿Quieres ponerme a prueba?
—No—dijo al instante. Sonó desesperada.
—Entonces ya sabes lo que tienes que hacer.

No añadió nada más, pero a través del móvil escuché un suspiro de frustración. Sabía que yo había ganado la batalla.

Colgó antes de que pudiera despedirme.¿Esta tía quién se creía que era para amenazarme? Cada vez flipaba más con esta chica. Si intentaba hacerme algo no le iba a salir bien. Y si se acercaba a Olivia y le hacía algo como la otra vez, te juro que la mataba.

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