CUESTIÓN DE TIEMPO (Daniel)

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No sabía por qué me sentía así. Al principio estaba muy contento de que Olivia viniera a vivir a Barcelona, pero desde que le presenté a mis amigos todo ha cambiado bastante. Sobre todo desde que conoció a Leo.

Conocía a Leo a la perfección y no quería que nada malo le pasara a Olivia. A veces me sentía un poco celoso cuando los veía tan juntos. Sabía que no eran nada, pero me molestaba el hecho de que todos insinuaran que sí lo eran.

Leo era un chico que pensaba mucho en sí mismo y que la mayoría de veces se ponía a él antes que los demás, a pesar de ser sus amigos. Seguro que Olivia no sabía nada de eso.

No podía soportar que Olivia y yo ya no pasáramos tanto tiempo juntos. Ya no podía soportar que compartiera tantos momentos con Leo. Ya no podía soportar que me estuviera enamorando de ella.

Yo la conocía más que a nadie. Nunca pensé que me iba a enamorar de mi mejor amiga, pero en el momento en el que crucé la puerta de su casa y la vi después de casi ocho años mi corazón se debilitó. Estaba tan cambiada... Se había vuelto demasiada guapa, su sonrisa era deslumbradora y sus ojos brillaban como nunca antes lo habían hecho. Y su personalidad.... Se había convertido en una chica mucho más segura de sí misma y más fuerte.
Mentía si decía que de pequeños nunca llegué a sentir algo por ella, pero ese sentimiento creció desde que la vi después de tanto tiempo.

No podía dejar que se alejara de mi lado. Yo la quería, aunque seguramente ella no me quería de la misma manera. Todo era cuestión de tiempo. Yo también había cambiado mucho y podía demostrarle que podía ser más que un amigo.

El día en el que fuimos a a la casa de la prima de Carlos no pude parar de mirar a Leo y a Olivia. No me gustaba que estuvieran juntos. Sé que Olivia se dio cuenta de que no estaba muy contento porque en el coche no paró de decirme que estaba muy raro. Yo no pude evitar preguntarle si le gustaba Leo. Un rayo de esperanza apareció cuando me dijo que no le gustaba. Podría ser mentira, pero lo dijo tan segura que me convenció.

—¿Cómo estás?—me preguntó ella por teléfono.

Una de las cosas que más me gustaban de ella era que siempre se preocupaba mucho por los demás. Ahora se había empeñado en llamarme cada día para saber cómo estaba. Sé que ella sospechaba que me ocurría alguna cosa, ¿pero cómo iba a explicarle que el problema era ella?

—Estoy bien, gracias. ¿Qué hay de ti?
—Pues como cada día. Estoy bastante aburrida. ¿Quieres venir mi casa?
—Vale—dije, ya que quería pasar el mayor tiempo posible con ella—. En quince minutos estoy en tu casa.
—De acuerdo, aquí te espero.

Colgué el teléfono y me preparé antes de salir. Cogí las llaves del coche y me dirigí a su casa.

Cuando llegué toqué el timbre y ella abrió la puerta enseguida.

—Qué rápido has llegado—dijo sonriendo.
—No te quería hacer esperar.

Dicho esto entramos en la casa y fuimos al salón. Supuse que estábamos solos, ya que no vi ni escuché a su familia.

Nos sentamos en el sofá y ella encendió la tele.

—¿En serio vas a poner el partido del Barça?—pregunté riendo.
—Pues sí, no me pierdo ni un solo partido. Además, si lo veo contigo es mejor.
—Como en los viejos tiempos—añadí.
—Exactamente. Me acuerdo que de pequeños siempre me llamabas y lo veíamos en tu casa.
—¿Aún sigues queriendo ir al Camp Nou a ver un partido?
—¿En serio me estás haciendo esta pregunta? Pues claro que sí. Y tú vas a venir conmigo.
—¿Me creerías si te dijera que en todos estos años que vivo en Barcelona nunca he ido a ver un partido en vivo?
—¿¡Qué!? No me lo puedo creer.
—Es la verdad.
—Que bien que haya venido a esta ciudad—dijo ella orgullosa.

Nos centramos en el partido. Lo vimos entero. Ella no paraba de emocionarse cuando el equipo se acercaba a la portería del equipo contrario. Su felicidad aumentó cuando se finalizó el partido y el Barça ganó tres a cero.

Para finalizar el día pedimos unas pizzas a domicilio y charlamos un poco de todo. Me lo había pasado muy bien con ella. Finalmente, me despedí y me fui a mi casa. La verdad es que cuando estaba con ella me sentía muy bien.

De camino a casa recibí una llamada de Leo. No tenía ni la menor idea de qué quería a esas horas.

—Hola, Daniel.
—Hola, ¿pasa algo?
—Tío, ¿dónde estás?
—Estoy conduciendo hacia mi casa—respondí.

¿A qué venía esa pregunta?

—Ah, vale.
—¿Necesitas algo?
—Eh... no, nada. Solo me aburría y me apetecía llamar a alguien. Pero si estás conduciendo no te quiero molestar.
—Vale, tío. Nos vemos mañana—me despedí.
—Chao.

Había sido una conversación extraña. No le di importancia y seguí conduciendo. Al llegar a mi casa estaban mis padres en el comedor conversando
con una mujer y un hombre. Supongo que eran amigos suyos que habían invitado a cenar.

—Ahí estás, Daniel. Ven a saludar a nuestros amigos.

Siempre intentaba escaquearme, pero nunca conseguía hacerlo.

—Hola—fue lo único que dije.
—Hola, Daniel. ¿Qué tal todo?—me preguntó el hombre.
—Bien.

Eran situaciones incómodas que prefería evitar. Subí a mi habitación antes de que me hicieran más preguntas. Ignorando el momento que acaba de pasar había tenido un buen día, un día que lo había pasado con la mejor persona que conocía.

También fue bueno porque no hubo rastro de Leo cerca de Olivia. A ver, él seguía siendo mi mejor amigo, pero tampoco quería que pasara mucho tiempo con Olivia. Tenía que desviarlo.

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