UN CHICO ESPERÁNDOME BAJO LA VENTANA (Olivia)

41 3 0
                                    

Tuve que coger el bus para poder llegar a mi casa. En ningún momento me arrepentí de haber salido de ese coche. Mi mente estaba tan distraída pensando en la discusión que acabábamos de tener Leo y yo que no me acordaba que me había ido de viaje sin el permiso de mi madre y que mi padre se lo había ocultado poniéndole excusas durante tres días.

Me llevé las manos a la cabeza cuando me acordé de que me había dejado la maleta en el coche de Leo, pero, por otro lado, eso me ayudaba a pasar más por desapercibida.

Saqué las llaves de la casa de mi bolsillo y las metí cuidadosamente por la cerradura.

Al entrar me encontré con mi madre con los brazos cruzados. No parecía muy contenta... Es más, parecía furiosa.

Justo cuando pasé por la puerta se acercó a mí y me dio un bofetón en la cara. Eso me hizo acordarme al bofetón que le dio Leo a Daniel.

—Esto es increíble. ¿En serio creías que podías irte de viaje y ocultármelo?— dijo enfadada.

No tuve el valor de responder, aunque la respuesta estaba más que clara.

—Te has pasado, Olivia. Esto ya es demasiado. ¿Te das cuenta de lo que has hecho?

Prácticamente me estaba gritando. No sabía dónde estaba mi padre en ese momento, pero lo necesitaba más que a nada.

—Que sepas que te has ganado un buen castigo, y de los gordos. ¡Se acabaron las fiestas, quedar con tus amigos y cualquier cosa que implique salir! Ah, y que no se me olvide, esto me lo quedo yo—dijo arrebatándome el móvil de las manos.

Iba a hablar, pero da igual lo que dijera o hiciera, era inútil.

—No sé por qué pensé que después de cumplir los dieciocho te convertirías en una persona madura. Me has decepcionado, Olivia.
—Lo siento—dije cabizbaja.

Que mi propia madre me dijera que estaba decepciónala de mí me dolía más que cualquier cosa.

—Tus palabras no sirven de nada, espero que te des cuenta.

Mi madre se fue a la cocina y me dejó en la entrada reflexionando. Me sentía tan mal que era incapaz de moverme de allí.

Finalmente decidí subir a mi habitación. Me tumbé en la cama y empecé a llorar. Las lágrimas no arreglaban nada, pero al menos me ayudaban a descargarme.

Pasaron unas cuantas horas desde que me encerré en mi habitación. No sabía cuánto duraría este castigo, pero lo más probable era que durase varias semanas. Nunca antes había visto a mi madre tan enfadada. Pero no yo no podía decir nada porque lo que hice estuvo mal, ya que ella me prohibió que fuera a Mallorca y lo primero que hice fue irme.

Cuando llegó la hora de cenar mi padre vino a mi habitación para avisarme de que bajara.

—La cena ya está lista.

Yo no le dije nada. Por una parte estaba enfadada con él porque no supo esconder bien el secreto, pero por otra, si mi madre estaba furiosa conmigo, él era el único que me ayudaría y que estaría de mi parte.

—¿Cómo se enteró mamá?—me animé a hablar.

Él, que justo estaba saliendo de la habitación, se paró en seco y se giró para mirarme.

—No paraba de preguntar por ti. Supongo que le puse demasiadas excusas y empezó a sospechar. Lo siento, lo último que quería era que las cosas acabaran así.

—Tranquilo, no es culpa tuya. Al menos me ayudaste.
—Por cierto, ¿te lo pasaste bien en el festival?
—Sí...—mentí.

Escaparme de casa para ir a ese festival fue un error. Nunca debí hacerlo. Primero porque sino hubiera ido, Daniel, Leo y yo no nos hubiéramos pelado. Y segundo porque sino ahora mismo no tendría este castigo de mierda.

INALCANZABLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora