UN BESO MÁGICO (Leo)

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Cuando la miré y vi cómo le brillaban los ojos sabía que era el momento adecuado.

—Oye, Olivia. Yo... quería preguntarte algo—dije un poco nervioso.
—¿El qué?
—Antes de todo, digas lo que digas yo te entenderé. Es que...  me cuesta un poco porque, bueno, digamos que estoy un poco nervioso. Ya sé que luego cuando te lo digas no será para tanto, pero es que...
—Sí.

La miré extrañado.

—¿Qué?
—Sí.
—No te entiendo.
—Ay, Leo, pensaba que eras más listo—dijo y soltó un suspiro—. Mi respuesta a tu pregunta es sí.
—Pero si aún no te he hecho la pregunta.
—Pues házmela.

Ahora sí que estaba muy confuso. Tal vez ella se estaba imaginando otra pregunta.

Cogí aire y me armé de valor.

—Está bien. Olivia... ¿te gustaría ser mi novia?

Ella se quedó mirándome con una sonrisa vacilona. Eso provocó que me pusiera más nervioso porque no estaba obteniendo ninguna respuesta.

—¿Y bien?
—Si lo que esperas es una respuesta, déjame decirte que ya te la he dado antes.
—Eso quiere decir que...
—¡Sí!—exclamó contenta.

No pude evitar abrazarla. En ese momento sentí la mejor sensación de mi vida. Lo tenía muy claro, la quería, y mucho. Y nada ni nadie iba a cambiar lo que sentía hacia ella.

Nos separamos del abrazo y la besé. Nuestros labios se fundieron los unos con los otros. Nada podía estropear ese instante.

Una vez mis padres me dijeron que la perfección no existía, pero yo la había encontrado. Tanto ella como el momento era perfecto.

—Ven, vamos a ver las luces de la ciudad.

Los dos nos cogimos de la mano y caminamos hasta llegar a una gran extensión de césped. Nos tumbamos en él y observamos el cielo.

Al parecer ella notó que estábamos lejos el uno del otro, así que se acercó a mí hasta chocar su hombro con el mío. Yo me giré para mirar sus precioso ojos que brillaban por la luz de la luna. Ella me sonrió.

—No sabes el tiempo que llevo esperando este momento—le dije.
—Yo también. Supongo que yo temía a decirte lo que sentía por miedo a que tu no fueras a sentir lo mismo que yo.
—¿En serio? Yo también pensaba lo mismo.
—Pero al final la espera a valido la pena—dijo sonriendo y entrelazando su mano con la mía.

Da igual lo bonito que estuviera el cielo en ese momento, mis ojos estaban atrapados en ella. Por mucho que quisiera apartar la mirada, no podría. Eran tantas las cosas que sentía en ese momento... La única forma de decírselo era con dos palabras.

—Te quiero.

Ella se quedó un poco sorprendida ante mis palabras. Tal vez no se las esperaba.

—Eh..., lo siento, lo he dicho demasiado pron...
—Yo también te quiero—me interrumpió.

Y antes de que yo pudiera decir algo, se acercó a mis labios y me besó. Como respuesta, coloqué mi mano en su nuca para profundizar el beso.

Así pues nos quedamos abrazados bajo las estrellas. Nunca imaginé que mi verano acabaría así. No podía estar más contento. Porque por muchas peleas y discusiones que hubiéramos pasado, lo que importaba era el ahora.

Ahora estábamos juntos y no podía pedir nada más.

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