la gloria

1.8K 177 102
                                    



Ya algunas semanas han pasado desde que Gloria lo vio por última vez

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Ya algunas semanas han pasado desde que Gloria lo vio por última vez. No era como si tuviera ganas de verlo, pero tampoco le caería mal otra visita suya, seguramente le llevaría otra rosa roja.

Y en cuanto a Mateo, el chico que le gusta desde hace años, todo salía bien, todo estaba de maravilla, se podría decir que perfecto.

Perfecto, porque también se estaba cumpliendo su otra petición, una noche anterior, al buscar algo en su mesita, se encontró con una buena cantidad de dinero. Al principio no entendía que pasaba ¿De dónde salió ese dinero? ¿sus papás lo escondieron ahí? Pero luego recordó que era cortesía de el charro negro.

Ya estaba alistándose para ir a dormir, cerró sus cortinas y se puso su pijama, mientras se cepillaba el pelo.

─¿Te gustó el regalo que te dejé ayer?

Pegó un brinquito del susto y volteó rápidamente para verlo de nuevo recargado de la pared.

─Al menos avisaras.

─¿Por lo menos un gracias, no?

─Gracias. ─se acercó al tocador.

─La neta sí te dejé bien chula. ─le tocó el cabello. ─¿Que te parece?

─Me gustó, gracias.

─Y eso que antes ya estabas bonita... ¿por qué no pediste otra cosa?

─Pues... ¿Nunca te has sentido hasta desesperado por querer gustarle a alguien pero simplemente no puedes? Es como si hicieras de todo pero nada funciona.

─¿Que te puedo decir? Yo creo que no. ─guardaron silencio por un rato. ─como que ya me estoy tardando en venir por mi parte del trato.

─¿La parte de... El heredero? ─él asintió. ─Ay Dios santo. ─agachó su vista. ─¿Pero por qué conmigo?

─Pues porque tú eres la única mujer que me ha pedido dos cosas. Incluso fueron tres... Hubiera sido más fácil pedir un marido rico. Así yo no me esperaría a que alguien más llegue a pedirme más de una cosa.

─¿Y por qué no me lo dijiste desde el principio?

─Pues porque yo no estoy para darte consejos, niña.

Ella luego lo dedujo, eran una de las tantas cosas que lo caracterizaba, el jugar con tu mente tan sólo para hacerte tonto.

─Sí, debí suponerlo.

Se levantó de su silla, ignorando su presencia, dirigiéndose a su cama y acomodándola porque ya quería irse a dormir.

─¿Que haces? ─pregunta él.

─¿No es obvio? Me estoy yendo a dormir.

─¿Y si te dijera que vine por lo que me debes?

─¿Q-q-que? ─su cara se puso pálida.

SECRETO DE AMOR, leo san juan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora