Primero fue un simple capricho
sexual de el charro negro, pero
después se fue convirtiendo en
algo mucho más íntimo. Esa era
Gloria Cortés, la única mujer que
logró enamorar al charro negro.
Ahora, su mujer... ( ❤️🔥 )
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Luego de un día, y con el dolor de casi todos los del pueblo, que conocían tan bien a Gloria, y lo buena persona que era, estaban acompañando a su familia al día del sepelio.
Todos sus amigos estaban ahí, llorando sin consuelo alguno. Angélica, su mejor amiga, estaba abrazada al ataúd sin querer soltarlo, Mateo ni se diga, estaba destrozado.
─... y que Dios perdone tus pecados y guarde tu alma en santa gloria, amén.
El padre finalizó con la misa, cuando él ataúd ya había sido enterrado.
Alguien llegó de último momento, aquel muchacho amigo de Gloria. Esta vez vestido con un traje de negro y sus lentes de sol puestos, los cuales se quitó al estar frente a su madre y darle el pésame.
─Ella la va a estar cuidando desde donde sea que esté, créame. ─trataba de consolar a teresa.
─Mi Gloria... ─seguía llorando. ─Era una niña sana, no lo entiendo.
─La vida a veces es difícil de entender, señora.
Si él estaba sintiendo un poco la tristeza de la familia de Gloria, al saber que ya no la verían nunca más, no quería imaginarse como se pondría ella al ver a su madre llorando así. Tanto que la amaba Gloria.
Pero él fue con un sólo propósito.
Que al caer la noche, cuando el panteón estaba totalmente vacío, desenterró el ataúd y de ahí sacó su cuerpo, todo con muchísima precaución, y de todos, si alguien lo descubría ya no iba a vivir para contarlo.
Y ya que iba con una persona normal, un humano más, echó el cuerpo a su coche. Aún no estaba descompuesto ni nada por el estilo, solamente podía ver a una chica bonita en un sueño eterno.
Al salir del pueblo, dónde ya sólo había cerros, se quitó su facha de humano para regresar a su forma habitual, cargó el cuerpo en sus brazos y cruzó por el portal con ayuda de su caballo.
( ❤️🔥 )
Gloria estaba aburrida, desganada, únicamente tomándose un café mientras repasaba cada recuerdo de su vida. Al menos sabía que estaba en buenas manos, que él la trataba como a una reina.
Luego vió como él iba entrando al cuarto de cocina.
─Hola mi reina. ─le dió un beso. ─¿Que estabas haciendo?
─¿Que puedo hacer aquí?
─Oye, te traje... Algo, ─suspiró. ─algo que te pertenece.
─¿Que me trajiste?
─Será mejor que lo veas por tu cuenta. ─le extendió su mano. ─Ven.
