sábado de gloria

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Los días de espera al fin habían acabado y Leo ya tenía que ir a cobrar lo que le pertenecía

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Los días de espera al fin habían acabado y Leo ya tenía que ir a cobrar lo que le pertenecía.

Cómo de costumbre, dejaba a Gloria durmiendo sola lo que quedaba de la noche. Ella ya ni siquiera se molestaba en despedirse o preguntarle a dónde iba.

─Diez minutos tarde, don Jorge. ─estaba cruzado de brazos, recargado de la pared de la casa.

─Sí, perdóneme es que-

─Ya ya, no quiero explicaciones... ¿cómo está su esposa? ─sonreía de manera descarada y buelesca.

─Ella... Ella se está-

─¿Muriendo?

─Sí... Muriendo.

─Bueno, si de verdad la ama como dice, déme mi parte del trato y le devuelvo su alma, sana y salva.

─Es que yo... Yo no puedo darle el alma de ninguno de mis familiares.

─Ay don Jorge. ─negaba con su cabeza. ─Pues eso lo hubiera pensado antes de invocarme. Conmigo no se juega y usted y todos lo saben.

─Lo sé.

─¿Entonces cómo le hacemos?

El hombre estaba llorando ya, por todo lo que estaba a punto de perder. No tuvo las agallas para entregar a alguien inocente. No cuando él era el responsable de este lío.

─Llévate mi alma.

─Nah, la de usted pa' que la quiero... Mejor deme la de su esposa, o alguna prima guapa que tenga por ahí.

─No, a mi esposa no por favor. Ella es inocente, no tiene nada que ver en esto, quien quiso el trato fui yo no ella. ─le suplicaba. ─Por favor, por favor, llévate la mía, pero a mi familia déjala.

él rodó sus ojos. ─Está bien, y antes de desaparecerlo de la faz de la tierra, ¿Quiere saber por qué acepto la suya?

─¿Por qué?

─Por Gloria.

─¿Gloria?.. ¿Gloria-

─Así es, Gloria Cortés, su hija, su pequeña hijita.

─Gloria...

─Porque Gloria ama a su mamá más que a nadie, y como ya no está con ella, al menos quiero que sepa que está bien.

─¿Así que tú fuiste quien la mató?

─No, no, no, yo no la maté. Ella se quiso venir conmigo. Hizo lo mismo que usted, un trato conmigo. Pero yo desde el principio quise su alma porque, ay pues porque es una muchachita muy bonita y será perfecta para ser mi esposa y la madre de mis hijos.

─¿Que...? ¿dónde tienes a mi hija?

él rió de nuevo. ─Pues allá abajo, conmigo. Pero para que no se vaya con la duda, ella es lo más feliz, nos la pasamos super bien. Si ya sabe a qué me refiero.

SECRETO DE AMOR, leo san juan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora