angel de la guarda

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Los días se seguían contando sin esperar a nadie, avanzando con normalidad para el tiempo y contando los segundos en minutos y los minutos en horas, así sucesivamente

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Los días se seguían contando sin esperar a nadie, avanzando con normalidad para el tiempo y contando los segundos en minutos y los minutos en horas, así sucesivamente. El recuento de todos daba el total de dos años.

Dos años en los que Gloria había tratado de adaptarse a su vida nueva luego de aquel tan drástico cambio. Y afortunadamente lo estaba logrando, o bueno, al menos eso le quería hacer creer a Leo, para que dejaran de discutir todos los días y vivir como una pareja -si se le podía llamar- normal.

Tal parecía que había olvidado que quería un hijo de ella, ya ni siquiera lo mencionaba, y Gloria estaba bien con eso.

─Buenos días, chiquita.

Era una costumbre que él la fuera a despertar casi todos los días, al menos cuando se encontraba en casa, porque Gloria podía permanecer dormida todo el día.

Al no recibir ninguna respuesta, se acercó más a la cama. La sábana apenas y la cubría, dejaba una de sus piernas largas a la vista y estaba agarrada de la almohada, hasta parecía que tenía miedo de soltarse para así caer hacia otro mundo, no quería bajar más de lo que ya estaba. Cómo dicen, dormida como un lirón.

Leo la veía y quería saber que era lo que estaba soñando, tantas cosas pasaban en la mente de Gloria y él quería saber al menos la mínima parte, al menos que pensaba de él. Aunque después de todo lo ocurrido, tenía una pequeña idea que le carcomía su pensar, ese odio interno de Gloria, oculto hasta lo más vacío de su alma. De cómo eran los pensamientos y emociones de Gloria respecto a él.

─Pss, Gloria. ─la movió un poco, con cuidado. ─Ya es bien tarde amor, ya despierta.

De a poco fue abriendo sus ojos, los rayos del sol le golpearon sus pupilas tan rápido en cuanto las despertó, lo que la hizo volver a cerrar los ojos, hasta tallarselos lo suficiente como para poder mantenerlos así.

─Buenos días. ─le sonrió en cuanto lo vio. ─¿Que tanto hacías?

─¿Por qué la pregunta?

─Mirate, vienes todo despeinado.

─Ahh, sí. ─se acomodó el pelo. ─Unas cosas por ahí. ─se acostó al lado de ella. ─¿Quieres bajar a desayunar o ya quieres almorzar?

─Creo que sí bajo por un café... ¿Vienes conmigo?

─Uyy, Gloria, yo desde que salió el primer rayo del sol fui a desayunar. Pero bueno, si eso es lo quieres, te acompaño.

─¿A poco te despiertas más temprano que los gallos? ─pregunta con algo de gracia.

─Puede ser.

─Me voy a poner algo cómodo, hoy no creo que haga nada.

─Amor, tú nunca haces nada.

─Bueno, sí pero... ─no podía contradecirlo, era verdad que gloria no hacía nada en la hacienda, solamente se llevaba el cargo más grande, servirle a leo en lo que sea que él necesitara. ─Ay que importa.

SECRETO DE AMOR, leo san juan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora