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Aterrada y sin poder moverse por el miedo Brynhild miró un cuerpo en el suelo, desfigurado, y sintió ganas de vomitar cuando se dió cuenta que aquella persona que estaba muerta en un charco de sangre, era su madre.

Con un rugido, el titán que había destruido la seguridad de su hogar hizo acto de presencia, ella vió a aquel monstruo enorme de armadura huesuda y esté le devolvió la mirada con sus hórridos ojos amarillos mientras se asomaba entre los edificios del distrito. La niña notó que el titán sujetaba entre sus grandes manos a una persona como si fuera una marioneta suspendida de los hilos, y presa del pánico la niña se dió cuenta de que Josephine colgaba inerte de sus largos cabellos, con una expresión de miedo que había quedado grabada en su rostro al morir.

Brynhild despertó de un salto, asustada y sin poder respirar correctamente mientras gritaba algo ininteligible que retumbó por los pasillos del recinto donde estaban los refugiados de Shiganshina.

—Shhh... —Josephine se quejó por lo bajo, sujetándose la cabeza—. Bryn, cállate por favor, mi cabeza va a explotar...

—¿Dónde está mamá? —preguntó levantándose en pie de golpe, asustada por la ausencia, pero el mareo y la debilidad de las piernas por el anterior esfuerzo la hicieron recostarse a una pared cercana, donde terminó por deslizarse y caer nuevamente al piso como si fuera una muñeca de trapo, le dolía todo el cuerpo, desde la cabeza hasta la cintura y la punta de los pies.

—Fue a averiguar en dónde están repartiendo más comida, la que repartían hace rato se acabó muy rápido... ¿Qué te pasó ahí?

Brynhild miró sus brazos, ya no tenía el pedazo de tela que su madre le había atado a la muñeca como medida de seguridad, pero el apretón que le había dado el desconocido cuando estaba por abordar el bote ahora era un hematoma negruzco en su antebrazo con profundos rasguños rojos y dolorosos.
Supuso que a eso se refería su hermana, era lo que más discordaba en su piel, aparte de la evidente suciedad.

—Un hombre que intentaba subirse al bote se colgó de mí cuando el soldado me ayudó —explicó con tristeza, masajeando cuidadosamente la zona lastimada—. No pude hacer nada, no podía ayudarlo... No sé si sobrevivió...

Hubo un corto silencio, que su hermana interrumpió.

—Cuando nos separamos ví a Armin subir con su abuelo en el bote, jamás sentí tanta envidia de ese pequeño tonto... —dijo su hermana en tono burlesco, tratando de bromear, pero no le salió como esperaba sino más bien en un tono de voz que rememoraba la angustia vivida.

Ambas guardaron silencio otra vez, sin poder verse a los ojos, recordando cada una los horrores que habían vívido en tan poco tiempo, tan solo horas atrás, los cuales no eran capaces de contar.

—¿Dormiste?  —Preguntó Josephine suspirando y bajando las manos de su frente, tratando de cambiar de tema y la tensión del ambiente—.  Porque yo no he logrado dormir desde que llegamos y mamá mucho menos... No parabas de gritar, aunque no fuiste la única aquí que gritaba durante el sueño.

El aspecto de ambas era lamentable, pero la gran mayoría de personas en aquel recinto estaba de esa forma. Brynhild no podía decir que había descansado mientras dormía, se sentía todavía muy agotada y las pesadillas no la dejaron en paz en toda la noche, unas peores que otras.

Aún así se levantó con cuidado recogiendo la vieja manta que tenía y se la colocó por los hombros a su hermana que no estaba tan lejos de ella, notando que solo tenían una para cubrirse. Miró a su alrededor dándose cuenta que incluso había gente en contacto con el frío suelo, sin tener ni siquiera una frazada que por lo menos sirviera de aliento en medio de esa terrible sensación de desamparo, a algunas personas le faltaban los zapatos, otros tenían la ropa hecha jirones, vendas en la cabeza, en los brazos, heridas visibles y algunas parecían muertas en vida, con miradas perdidas y rostros pálidos.

Golden Pain | Reiner Braun.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora