—La señora Visser va a salir pero necesita llevar unos libros —le informó Orla, mientras caminaban lado a lado—. Me pidió que se los buscará...
—¿Y para qué usted necesita mi ayuda? —preguntó Brynhild, viéndola con confusión.
Se sentía cansada porque todavía el sol no tenía rastros de asomo, el día anterior había llegado en plena noche aunque las órdenes de la señora Visser habían sido claras sobre llegar antes del atardecer, pero no calculó bien la hora de salida y el trayecto habia parecido más largo por el conductor de aquella carreta de pasajeros. Se disculpó tanto que perdió la cuenta y los guardias la dejaron pasar después de comprobar un pequeño papel que servía como autorización de Wanda Visser.
—Sé que es muy temprano pero necesitaré algo de ayuda y creo que tú eres la única sirvienta que ha entrado aquí por cuenta propia —dijo Orla.
—Pero eso está mal —dijo Brynhild.
—No estamos cometiendo ningún crimen justo ahora —dijo la señora Brossard, casi con diversión—. Incluso no veo como un crimen tú deseo de aprender, aunque los métodos sean un poco cuestionables...
—¿Le ha dicho algo a la señora Visser? —preguntó atemorizada, cruzándose de brazos por el repentino frío que hacía en los pasillos—. ¿Eso la perjudicaría a usted, señora Brossard?
—No le he dicho, y aunque dudo mucho que yo me gane algo más que un regalo, dejémoslo como un asunto sin importancia —recomendó la mujer, sonriéndole levemente.
—Muchas gracias, de verdad —le dijo sincera.
—Aunque si quieres seguir, lo mejor sería pedir permiso...
—Igual no lo haré más —aseguró Brynhild, abriendo la puerta de la biblioteca.
—Son muchos —dijo la señora Orla luego de un momento, viendo la hoja de papel entre sus dedos—. Creo que son para donarlos, la mayoría de los que piden no son relevantes...
—¿Dónde empezamos?
—Toma —la mujer rasgó la mitad del papel, entregándole una parte de la lista—. Ve por estos ¿sabes cómo buscar?
—Algo así... —dijo, se había dado cuenta hacía mucho que los libros tenían cierto orden, aunque nunca había investigado más de la cuenta.
Se quedó de pie en medio del salón mientras que Orla se fue en dirección opuesta, entonces encogiéndose de hombros decidió irse a un pasillo para empezar a buscar. Después de unos minutos Brynhild fue capaz de entender el sistema de clasificación y se le hizo menos complicado pero de todas formas los libros que buscaba no estaban en ese pasillo.
De pronto, al dirigirse al área de las mesas buscando a Orla, sintió un vuelco extraño en su corazón y sus pasos de detuvieron súbitamente al darse cuenta de que había alguien más ahí.
Era Reiner, sentado en la misma mesa que solían compartir en las clases de lectura. Estaba dormido porque su cabeza colgaba ligeramente hacia un lado, y sus brazos estaban cruzados sobre su pecho.
Brynhild se acercó y lo observó en silencio.
Se dió cuenta que sus pestañas eran de un rubio muy oscuro, y su nariz tenía una pequeña protuberancia. Había visto a Reiner sin barba cuando llegó al castillo, sus rasgos casi idénticos a los que recordaba de aquella vez de niños, pero ahora los vellos en sus mejillas oscurecian un poco su cara, luciendo como una versión más adulta y varonil.
Apartó rápidamente la mirada y trató de olvidarse del pensamiento que vino a su mente de forma involuntaria. Se sonrojó avergonzada, como si él pudiera verla a través de sus párpados cerrados. Ella pensó, que él poseía una clase de belleza que no todo el mundo podía ver a simple vista, siempre se mostraba con aquella expresión demandante en su rostro, como un toro terco, pero ahora estaba tan tranquilo que no podía dejar de mirarlo.
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Golden Pain | Reiner Braun.
FanfictionDespués de cuatro años, todos intentan olvidar el horror que causó el Retumbar y rehacer sus vidas de nuevo, Brynhild Hoffmann es una joven de Paradis que lidia con una hermana conflictiva a la par que cuida de una pequeña niña y trabaja para ayudar...