21.

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Con la mirada baja y un sombrero cubriendo parcialmente su rostro, un joven hombre caminaba lentamente por las calles solitarias y oscuras a esa hora de la noche. Sus pasos lo guiaban, una vez más, hacia aquel lugar que lo llamaba como el mortal canto se una sirena.

Era la primera vez que iba desde que había llegado nuevamente a Paradis. Pero ya no podía volver descubierto como antes, ahora era un héroe ante el mundo, y debía mantener una reputación pública.

El Hell Garden mantenía la misma estética que recordaba, como si jamás hubiera pasado una catástrofe alrededor las luces tenues anaranjadas y rojas daban la bienvenida sutilmente a un lugar de perdición, porque una vez que habia entrado ahi, él jamas pudo volver a salir aunque sus pies lo llevaran fuera de las puertas antes del amanecer.

Desde que aquella mujer de la que se había enamorado se marchó sin dejar rastro, él no había podido encontrar la misma paz que tuvo antes de conocerla, a pesar de que llevaba su vida con normalidad, su corazón estaba lleno de una profunda desilusión y una decepción que parecía no tener fin, y la constante incertidumbre de no saber si ella estaba viva o muerta después del Retumbar lo mantenía despierto una que otra noche.

¿Cómo había podido ella marcharse sin siquiera despedirse? ¿Acaso no significaba nada para ella? Después de sus noches compartidas, sus secretos, sueños, miedos y deseos. ¿Simplemente se olvidaba de todo? Para él no era un capricho necio de años, sentía que ese sentimiento se mantenía genuino en su corazón, por esa razón esas preguntas atormentaban su mente, alimentando una frustración que parecía interminable a pesar de que trataba de rehacer su vida y dejarla atrás.

Al entrar en el burdel, el ambiente familiar lo envolvió. Sus ojos recorrían cada rincón, buscando en vano algún indicio de la presencia de ella, reconozció a varias mujeres, la primera vez que estuvo ahí ninguna pasaba de los quince años.

La dueña del lugar, al verlo, le dirigió una mirada curiosa, ella no conocía la historia que él mantenía con su empleada, pero sabía perfectamente, que ella sospechaba a estas alturas, porque ningún hombre que pisaba el Hell Garden se iba de la misma manera en que llegaba.

—Héroe de la humanidad... —dijo la vieja con evidente sarcasmo, como siempre llevaba labial rojo fuerte y perfume picante, era fea, como cualquier vieja—.  Pareces diferente, dime, ¿Te dejaste crecer el cabello o es un ridículo peluquín?

—Hola, Madame —dijo, sin mucho entusiasmo.

—¿Qué hace por aquí una persona tan importante como tú? No te veía desde hace tiempo...

—Vine a beber, Madame Quinn... —dijo sin muchos detalles, pero la mujer soltó una pequeña risa de incredulidad. Nadie que fuera a aquel lugar iba solo a beber, aunque a esas alturas, él ya era la única excepción.

—No soy ingenua... Sé que vienes por Leysa —dijo la vieja mujer, bajando un poco la voz hasta que su voz se camufló con la del resto—. Ella no volvió jamás si estás buscándola de nuevo...

Nadie sabía qué había sido de ella, o al menos eso decían, había preguntado a sus compañeras, pero en algún momento le dijeron que incluso mujeres como ellas tenían sus códigos de lealtad, no podían revelarle información ni siquiera a él.

Algunos rumores hablaban de una huida repentina por una enfermedad mortal, otros de un final trágico debido a los celos de una mujer casada. Pero él seguía aferrado a una inútil esperanza, porque en el fondo se negaba a creer que la había perdido para siempre.

—Solo dígame su nombre real, Madame... —insistió, viéndola de frente, era más alto que la mujer, tanto que tuvo que ver hacia abajo—. Sé que su nombre no era Leysa, ella misma me dijo una vez que era un nombre falso.

Golden Pain | Reiner Braun.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora