Capítulo 10: el peso de las expectativas de los demás...

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¿Qué pensaba la sociedad de los movimientos de Izuku? Este mismo se convencía a sí mismo de que no le importaba, pero lo cierto es que en cierto grado le era de interés, ya que podía predecir el curso de acción de las fuerzas de la ley para intentar atraparlo a partir de las encuestas públicas. Si era muy popular, no se arriesgarían con incursiones demasiado grandes para no dañar la reputación heroica, y si era muy odiado, podrían ir con todo como con el asesino de héroes, lo que lo obligaría a tener que seguir un estilo de ocultación similar a este en pos de mantenerse activo sin riesgos.

Sin embargo, para poder conocer su estatus, era necesario ver las noticias y/o leer los periódicos, y dado que los únicos periódicos que obtenía eran los que la gente tiraba a la basura, la mejor forma de estar al corriente era ver las noticias, y la única fuente de señal era la televisión de la casa de su amiga araña, la cual, si bien no le molestaba dejarle verla para sus propios fines, había veces en las que chocaba con sus propios planes e intereses personales.

Emi: oye papu, no digo que no sea divertido tenerte cerca, ¿pero no crees que sería mejor que te comprases un celular en vez de venir a mi casa cada que quieras ver las noticias de lo que hablan de ti? Todavía tengo episodios de Betty la Fea grabados por ver, y no puedo verlos mientras tú ocupas la tv.

Izuku: no podría ir a comprar un móvil con esta apariencia o me reconocerían. E incluso si pudiese comprarme uno, sólo conseguiría que los héroes pudiesen hackearlo para rastrearme.

Emi: pos no sé, chipéalo o algo para que no te espíen con el 5G. Pero un día de estos te voy a acabar echando de casa un ratito para que no me interrumpas la serie de Netflix.

Parra: ¿tú? ¿Echando de casa a alguien? Ni siquiera puedes darle a tu propio hijo un castigo de lo blanda que eres. Y luego te llamas a ti misma dominante... vaya chiste.

Tenía que admitirlo, a Izuku no le gustaba para nada la actitud que mostraba el supuesto hijo de su amiga hacia su propia madre. No sólo porque fuese inmerecida, sino porque era una burda fachada de una persona que no quiere revelar sus verdaderos sentimientos hacia sus seres queridos, y eso siempre arruinaba relaciones familiares en alguna medida. Probablemente no debería revelar los secretos de los demás aprovechando sus técnicas místicas, pero bueno, un mundo de mentiras no llegaría a ninguna parte, así que mejor empezar por ahí.

Izuku: dices eso, pero igual te lanzaste contra la yakuza cuando te enteraste de que tu madre estaba allí cautiva. Por lo menos te sigue importando algo, ¿no?

Parra: -meneándose inquieto en su capullo de seda- n-no sé de qué chingados hablas. Yo sólo me la estaba pasando con mi pandilla cuando el tucán culero vino y nos secuestró. No inventes mamadas.

Rakkun: no sé Rick, parece falso. -llevándose otro dorito a la boca- Por cierto, buena esa wey. Emplear la lectura del aura para leer las intenciones y las acciones pasadas de una persona es mucho más complicado que hacerlo para predecir su futuro. Aprendes rápido.

Izuku: gracias. He estado practicando interrogando a contrabandistas y pandilleros. Cuanto más diferentes son sus excusas de la realidad, más fuerte los golpeo hasta que se les quite la tontería.

Rakkun: que épico. -comiéndose el último dorito de la bolsa- Verga, se me acabaron las ganas de vivir. Ahorita vuelvo por más. -desapareciendo en un estallido de aura azul.

Emi: entonces... pendejo de mierda.

En eso la mujer araña se lanzó hacia el capullo de seda y comenzó a comérselo, dejando ver poco a poco la figura de su aparente hijo, el cual, a opinión de Izuku, no se parecía para nada a su madre. A ver, que quirks había muchos y podían variar entre las familias por los genes, pero la diferencia genética en este caso era inmensa. Era un joven de pelo azul y ojos verdes, con una sudadera del mismo color de su pelo y pantalones grises, con la característica de tener un par de orejas de gato en su cabeza. Nada que ver con su madre.

Izuku: el Gólem de JapónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora