Hay heridas que nunca sanan, que te marcan, que te empotran al suelo y no te dejan continuar.
Hay heridas que ni el perdón o la resignación curan, que te dejan lisiado de por vida.
Esas lesiones son dolorosamente permanentes, sus cicatrices imborrables.
Lesiones daltónicas que en un mundo lleno de colores, opacan lo mejor de él.