He intentado matarlas una a una, vomitar cada ala, quemar cada "polvo", revertir su magia. Quiero ahogarlas una a una en el charco de lágrimas que provocan, deportar de mi cuerpo ese salto nervioso que produce náuseas, dejar de luchar por ellas para luchar contra ellas hasta establecer un límite de abstinencia absoluta al aleteo constante que provocan. He de encontrar (antes que el insomnio me consuma) una estrategia eficaz para expulsar de mi estómago estas putas mariposas.