capitulo 17

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Capítulo 17

En la mira

Perséfone.


Han pasado algunos días desde que estuve en rosal y encontré al soldado misterioso, no lo he vuelto a encontrarlo por el lugar, he intentado ver a uno que otro soldado y he notado la diferencia entre el soldado que vi hace días a los soldados que protegen otras partes del jardín. El misterioso soldado tenía un porte un tanto imponente, él se veía como alguien poderoso y temible mientras lo pude detallar, en su rostro no pude ver ninguna expresión tallada, él siempre se mantuvo serio.

Tampoco hablo mucho conmigo al respecto, solo me pregunto varias veces si volvería al rosal y nada más. En parte creo que le molesto mi presencia en ese lugar, ¿Acaso invadí su lugar de trabajo? Ese no sería el caso porque me he percatado que desde que suelo pasar más tiempo en este lugar los soldados vigilan más seguido. ¿entonces porque no he vuelto a encontrar al soldado misterioso de aquella vez?.

He visto muchas caras de distintos soldados, pero no he vuelto a apreciar la del extraño soldado.

Ahora me encuentro en la pequeña cabaña y tengo una lucha constante con mi cabello, estoy tratando de acomodarlo en una trenza, pero me es imposible el realizar una trenza en el por mí misma. Le pediría ayuda a una de las ninfas, pero se encuentran muy tensas ya que Ares el Dios de la guerra se encuentra rodeando estas tierras. Tal vez hoy si tenga la oportunidad de conocer a dicho dios.

Doy por vencida el tratar de peinar mi cabello y opto por dejarlo libre, a un lado del tocador frente a mi visualizo la diadema que mi madre me regaló hace un tiempo y decido colocarla en mi cabeza.

La diadema está adornada con varias rosas, exactamente igual a la rosa que solo yo puedo crear, es en oro blanco y las rosas están talladas en rubíes. La diadema fue un regalo especial por parte de mi madre.

Salgo de la cabaña y me encuentro a ambas ninfas en la salida, hoy decidí ir al rosal y por fin plantan mis rosas. La tarea me resultó un poco difícil ya que el lugar estaba un poco descuidado y decidí arreglar un poco el daño antes de crear las rosas en él.

—¿Se dirige al rosal mi señora? —. Habla una de las Ninfa, ambas hacen una reverencia cuando notan mi presencia. He tratado de convénselas de que no tienen por qué actuar así conmigo, pero es un caso perdido.

—¿Si me acompañan?

—Desde luego mi señora— responden ambas al tiempo.

—De acuerdo.

Las ninfas y yo nos encaminamos para llegar al rosal lo antes posible, voy delante de ellas y la oigo cuchichear mientras avanzamos.

—¿Lograste verlo? Es magnífico—escucho a la más joven detrás mío y me percato de la emoción en sus palabras.


—Si sigue siendo el mismo idiota, no cambia—. Gruñe la otra Ninfa.

—Disculpen, ¿pero de quien hablan? — Me giro para conversar con ambas ninfas.

—No es nada mi señora, descuide—. Dice una de ella.

—Bien sólo quería saber si hablaban de los soldados—. Espero y retomo mi camino.

—No son los soldados sino el Dios de la guerra—. Aclara la más adulta de ellas.

—¿Qué pasa con el dios de la guerra? —. Pregunto con desinterés, mi vista está ocupada en el camino que conduce al rosal, no sé qué sea pero cada día que recorro este camino lo tono más vivo y peculiar.

—El se encuentra en el jardín—. Dice la Ninfa más joven. No sé sus nombres, en varias ocasiones he tratado de preguntarles, pero dicen que las ninfas olímpicas no suelen tener un nombre.

Tampoco me es difícil diferenciarla ya que una de las Ninfa es muy joven a decir verdad y por otra parte la otra es más madura. Me recuerdan mucho a Dalia y Rosset.

Extraño ambas ninfas.

—Comprendo. ¿El no suele está aquí, en el reino mortal? —. Pregunto con evidente curiosidad mientras seguimos avanzando.

—Sí, pero...

—¡Es el Dios de la guerra y es bastante guapo! —. Chilla la más joven sobre saltándonos. —ay disculpe mi señora—. Se excusa.

—Descuida—. Rio

—El suele tener este efecto en las ninfas y diosas del Olimpo—. Informa la Ninfa mayor Con algo de desagrado.

Mi Perfecto CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora