Capitulo 23

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Capítulo 23

Hades.


Debo de agradecer a Hécate el haberla despertado, ya tengo a mi diosa en brazas y no le importa ni me interesa nada del que pueda pasar, solo me importa la diosa de la primavera si bienestar y la tengo en mi reino.

Hace varias horas que al fin despertó y he dejado a varios sirviente y Ninfa a su cargo y cuidado. Tanto era mi afán porque ella despertara que me olvide de lo importante, Perséfone no cuenta con vestidos y trajes digno de una reina, lo único que porta por ahora es el vestido de seda con él la traje a mi reino y la delicada tiara que porta las rosas extrañas de mis sueños.

Mi reina y en mi reino, no puedo permitir que ella no posea las más hermosas joyas y vestimenta.

Odio decir estas palabras, pero tendré que visitar el Olimpo pronto.

Me encamino a la sala del trono y en pocos minutos estoy en ella, me encuentro a tànatos quien espera mi presencia para discutir sobre los últimos días que he estado ausente en mi deberes como rey. El Dios de los muertos hace una reverencia al verme llegar

—Ya era hora Hades— pronuncia al tiempo en que tomó asiento en mi trono.

—¿Que tienes para mi tànatos? — pregunto con desinterés.

—Las muertes han disminuido milagrosamente extrañas, las cifras se han establecido a lo acostumbrado— informa con simplicidad. —, los mortales se han rebelado contra tus hermanos y el resto de los dioses olímpicos, Deméter ha sido la causante de ello.

Hace una pausa y eso llama mi completa atención. El que los mortales se rebelen en contra de los olímpicos no deja más bueno.

Ellos nos necesitan tanto a nosotros como nosotros a ellos.

—¿Se puede saber porque Deméter es la causante de ello? — preguntó intrigado en tal cosa y creo saber la respuesta a ello.

—Se rumora que la hija de Deméter ha desaparecido, no es una diosa importante pero su presencia es requerida en el reino mortal, la diosa de la primavera.

Y reina del inframundo ....

—¿Qué tan importante es su presencia en el reino mortal? — nunca había pensado ese detalle.

Tànatos tarda u poco en responder y lo veo de si responder o no.

—Su presencia es de suma importancia para los mortales sin ella no llega la primavera y la tierra no florece y como y es visto, Deméter no cumpliría con su labor.

Interesante...

—¿Así que si la diosa de la primavera no está en el reino mortal la primavera no haría acto de presencia? — comentó y pienso en la diosa que está en mis aposentos. —, ¿en que afecta eso al a inframundo?

—En nada— contesta —, el reino de la muerte seguirá funcionado de igual manera hasta ahora, los mortales seguían muriendo y llegando a tus tierras para su descanso o sufrimiento eterno.

Analizó esta información, el térnela aquí afectaría a los mortales, los cual no me importaría en lo absoluto. Ello nunca tuvo compasión de mi o de mi reino.

No siento compasión por Deméter ella fue una de las razones por la cual soy rey supremo de este lugar. Hubiera mantenido mi distancia de su hija sino la hubiera conocido en estas circunstancias, pero no pude pasar por alto la belleza y pureza de Perséfone.

Estoy obsesionado con ella y no voy a renunciar a eso.

Nadie puede juzgarme por querer algo bueno para mí, aunque sea una vez.

—¿Y si esto no me afecta porque hablas de ello? — inquieto luego de un tiempo. —. Los problemas del Olimpo o del reino mortal no son importante para mí tànatos, pensé que eras consciente de ello.

Tànatos conecta su fría mirada con la mía y la mantiene un segundo, al él tampoco le agrada en lo absoluto los olímpicos, no después de cómo lo trataron y lo he echaron de allí.

—Zeus ejecutó la orden de que todo reino debe ser registrado por él y la guardia olímpica, está en busca de su hija y tú reino él es único que falta por ello. Poseidón ha intentado entrar...

—¡Nadie va a revisar mi reino! — me levanto de mi trono y me encamino hasta él. —, y mucho menos por Zeus, que mande en su tierra y en donde se le dé la gana, pero el inframundo no lo pisa.

Tànatos no baja la mirada en ningún momento y piensa bien sus palabras antes de que salgan de su boca.

—Te va a declarar la guerra. ¿Está listo para ello?

Estoy por contestar a su pregunta y somo interrumpidos por una de las doncellas que deje al cargo de mi reina. Está entra y no alza la mirada en ningún momento.

—Disculpe mi señor, la diosa ya está lista y lo espera para cenar en el comedor.

Asiento y está sale sin decir más. Ya era hora, me encamino a salir de esta sala e ir a lado de mi reina, pero soy detenido por tànatos.

—¿Diosa? — pregunta confundido — ¿tienes una diosa en el inframundo Hades?

—Si.

Tànatos hace varias preguntas más, pero la ignoro y me apresuro a llegar hasta ella. Me sorprendo a mí mismo al verme llegar en el menor tiempo posible, no hago el más mínimo ruido y me dedico a obsérvala.

Esta sentada en uno de los extremos de la gran mesa en medio de esta sala, está desolada a mí y al parecer no se ha percatado de mi presencia.

Lleva puesto un vestido completamente en seda de color gris, que cubre su cuerpo más de lo que me gustaría. El vestido debe de pertenecer a Hecates ya que les ordene a las doncellas que eligieran ropa para ella. Su cabello negro azabache cae en abundante y suaves ondas detrás de su espalda la veo mirar cada plato servido en la mesa con bastante curiosidad.

—¡Wow muero de hambre! — la escucho decir y al tiempo estira su brazo sobre la mesa hasta alcanzar una uva pasa del cuenco frente a ella. —, Hola, viejas amigas.

No logro ver el movimiento que hacer a acerca la fruta a su boca y devórala con satisfacción. Repite la misma acción y se lleva dos más. Ante de comerlas le dice alguna disculpa y luego la devora.

—En todos mis años de existencia nunca había presenciado a un Dios hablar con la comida antes de comerla— dijo y veo cómo su pequeño cuerpo se encoge en su lugar.

No contesta ni se mueve de lugar, decido acércame a ella y ver su rostro.

Su cuerpo tiembla ligeramente cuando estoy cerca de ella y su cabeza se baja a tal punto que creo que puede ver mi zapato sin ningún inconveniente. Posó mis manos debajo de su delicado mentó y lo alzó con cuidado de no lastimarla. Cuando está a mi altura retiro varios mechones que se interponen a dejarme ver su rostro por completo, sus ojos se mantienen cerrados en todo momento y sus párpados se aproe tan con fuerza al sentir mi toque.

¿Porque se comporta de esta manera?

—No me prives de ver tus ojos Perséfone—- dijo casi inaudible.

sigue sin contestarme y en cambio aleja su rostro de mi mano. Frunzo el ceño por la manera en la que se está comportando.

Bajo hasta su altura y acarició su suave cabello que posee, mis dedos se pierden entre cada una de sus hebras y me complace esa sensación. Nunca había tocado un cabello tan suave como el de ella.

Me encargaré de tocarlo cada vez que se me permita.

—Perséfone...

—Por favor...— Sorolla y me congelo al notar que ella está llorando. —, no sé qué quieras de mí, pero te imploro que no me hagas daño.

¿Pero de que habla?

Perséfone.

Cada una de las cosas horribles que dijeron las doncellas de él me sorprendieron al tal punto de no entenderlo, reconozco que no lo conozco de nada ni siquiera sé porque estoy en este reino.

Mi recuerdo son demasiado borrosos y lo último que recuerdo es haber estado en el jardín Solá, luego de ello no sé qué más paso. Porque me encuentro en este reino. No sé, nunca había escuchado de él y menos de su rey Hades.

Las doncellas han dicho cosas horribles de él, lo cruel frío y deseado que suele ser. Ha dicho que se ganó su reino por ser una divinidad terrorífica.

—Es una pena que su belleza haya caído en sus manos, mi señora— espeta un de la rócenlas que me visten.

Las tres no han dejado de lamentar el hecho de que tendré que cenar con su rey y que el internara aprovecharse de lo inocencia. Al principio no entendía mucho el término, creo que es otra de las cosas que mi madre no se tomó el tiempo de explicarme.

Expresaron que de ahora en adelante yo seré la encargada de complacerlo en lo que el pida y que no debía de oponerme a ello o habría consecuencias. Al parecer el rey del inframundo acostumbra a tener lo que quiere, cuando él quiere y no le importa lo o que lo otros sientan.

Con cada minuto que pasa mis nervios crecen, falta poco para estar en su presencia y lo único que quiero y deseo es estar en los brazos de mi madre. Me he dado cuenta de que ella es la única que me ha protegido sin esperar nada a cambio.

La extraño cómo nada, estreso todo del mundo mortal.

Las doncellas terminan su trabajo en mí y dos de ellas me acompañan hasta una gran sala, paso mi vista por toda la estructura y me he percatado de que este reino todo es oscuridad y melancolía. No he visto nada que de alegría o felicidad.

Así debe de ser el corazón de su rey.

Mis pies se mueve sin fuerza algún y vagamente me acerco hasta la mesa llena de platos con alimentos de todos tipos, veos varios tipos de carnes y me estremezco al saber que eso pobres animales han sido sacrificados para esto.

Odio todo lo que dañe a la vida de la naturaleza.

La doncella a mi lado me indica en donde debo de sentarme y lo hago en total silencio. La veo salir y déjame sola en estos enormes espacios. Gracias a la luz que emanan la lámpara puedo ver con claridad el resto de los platos frente a mí, hay de todo tipo y variedades. Mis ojos encuentran las exquisitas frutas a un lado de la mesa, sin pensarlo tomo unas de las uvas pasa del cuenco.

La observo un segundo ante de comerla y a mi mente llega un recuerdo y sonrió al pensar en mis viejas amigas Rosset y Dalia.

Hace tanto tiempo que no las veos.

Me disculpo por la fruta antes de comerla y escucho su voz detrás de mí, me encoge en mi lugar al sentir su imponente presencia cerca mío. Bajo mi rostro para no atreverme a mirar el suyo, no me siento segura ahora mismo cerca de él.

Sus manos ban hasta mi mandíbula y alzarla para encontrarme con él, cierro mis ojos con miedo a milagro. Me estremezco al escuchar su voz y sentir su mano en mi cabello, mi mente crea miles de escenarios en donde el hace todo para lastimarme.

—Perséfone...

Escucho mi nombre salir de su boca y sin poderlo evita rompo en llanto, no quiero que el me haga daño.

—Por favor— lloro. —, no sé qué quieras de mí, pero te imploro que no me hagas daño.

Se queda en silencio y por primera vez desde que invadió mi espacio me atrevo a mirar su rostro. La mano que acariciaba mi cabello deja de hacerlo y giro mi rostro al de él, su cara de con función me hacer querer suplicar más.

—Hare lo que me pidas— suplico con desesperación. —, pero por favor no me hagas daño— las lágrimas corren por mis mejillas sin control.

Su mirada fría se conecta un segundo con la mía y retrocede hasta estar lo mas alejado de mí. Me mira por un largo tiempo y en su mirada puedo visualizar la furia y el miedo.

—Te daré mi poder si es lo que deseas...

—No quiero tu poder, eso no me interesa— pronuncia luego de un tiempo y tiempo por el sonido de voz con el que expresa esas palabras.

Claro que iba a querer mi poder, él quiere otra cosa y temo que el la tome a la fuerza.

—Mi cuerpo— hago una pausa antes de seguir. —, las doncellas dijeron que era lo que querías de mí.

Mueve su gran cuerpo, pero no se acerca mas de lo necesario a mí. En ningún momento su mirada no se aparta de mí.

—Eso te hicieron saber las doncellas— pregunta y asiento.

No dice nada mas y se encamina a la salida, no mira a donde me encuentro y empiezo a respira como es debido.

Se ira y no me hará daño.

—Puede comer lo que desees y luego retirarte a tus aposentos— dice sin mirarme. —, hace mucho que no lo haces y te necesito con fuerza.

Se marcha dejarme sola nuevamente. 



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⏰ Última actualización: Nov 27, 2023 ⏰

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