CAPÍTULO 14

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DÍA 1: "El comienzo del viaje"
"MAYA"

Me miré al espejo una vez me había deshecho de toda la ropa. Di un par de vueltas, mirándome. Detallándome. No es que me gustase demasiado observar mi cuerpo desnudo, pero de vez en cuando lo hacía, como una especie de ejercicio de autoconfianza o algo así.

Apoyé los brazos en el lavamanos y fijé mis ojos en los ojos que me devolvía mi reflejo. Un par de mechones se salieron de detrás de la oreja, donde los llevaba agarrados, y se me vinieron a la cara. Soplé, tratando de alejarlos, me hacían cosquillas en la nariz. Dándome cuenta que era un vano intento, me los volví a colocar en su sitio con las manos. Me fijé en que la luz del espejo del baño reflejándose en mi pelo, lo hacía ver más rubio de lo que en realidad era. Lo tenía castaño clarito, muy clarito, con reflejos casi por todo el pelo, sobre todo en las puntas, rubios.

Devolví de nuevo mi atención al espejo, frunciendo el ceño.

—Me estaba mirando el culo.

No sabía si reír o escaparme por la ventana e irme lejos de ese tipo, ahora que aún estaba a tiempo. Su cara puede que estuviera incluso más roja que la mía. Yo solamente quería preguntarle qué tipo de ropa debía ponerme, ya que no sabía a dónde me iba a llevar. Las cosas como son, no llevaba mucho para elegir, pero quería tratar de encontrar algo acorde para lo que fuera que tuviera pensado. Pero después de aquello, preferí simplemente coger lo primero que encontrase y punto.

Agradecí como nunca antes el ser una loca previsora –a pesar de la locura que había hecho al tomar aquel viaje– y haberme echado pequeños botes de gel y champú, por lo que pudiera pasar. Lamenté no haberme echado también la mascarilla, pero bueno, mi pelo tendría que sobrevivir sin ella aquellas dos semanas.

Me pegué una ducha rápida, dejando el baño lo más perfecto que pude. Abrí la ventana para que el vaho que se había formado en el ambiente se esfumara. Decidí dejarme el pelo mojado. Hacía calor, y tampoco iba a ponerme a gastar el secador de esta pobre gente –aunque de pobre tuvieran más bien tirando a poco–, bastante era ya el estar usando su ducha.

Miré el espejo por última vez y me vi bastante aceptable. Cómoda, esa era la palabra. Unos pantalones cortos de deporte y un top básico, ¿para qué más? Me hice una coleta con el pelo mojado y me dirigí a las escaleras.

No sabía si esto estaba bien, si el estar confiando tanto en alguien del que prácticamente no sabía nada podría salir bien. Bueno, estaba claro que sabía que bien no estaba, de ser así, se lo hubiera contado a mis tíos cuando los llamé, cosa que no hice. Pero quería ver lo que pasaba, simplemente intentar encontrar la versión de mí que siempre había estado opacada por intentar contentar a todos. Quería ser yo, pensar y equivocarme por mí misma. Conocer a la Maya que sabía que tenía dentro y a la cual le daba miedo salir.

Bajando las escaleras, me fijé en pequeños detalles que antes, al subir precipitadamente por algo que no quería recordar o si no probablemente me iría corriendo de aquella casa, no me había percatado. No había demasiada decoración, o al menos no demasiado ostentosa, pero las paredes tenían unos cuadros al óleo preciosos. Reconocía el estilo de pintura de ellos, ya que hace unos años, a mi tía le dio por la vida bohemia y se aficionó a los cuadros, era buena, pero simplemente de un día a otro dijo que ya había expresado todo lo que quería y lo dejó. Me fijé especialmente en uno. Reconocí el paisaje que había en él, eran las vistas que se veían de la cala desde lo alto de la barandilla.

Estuve observándolo unos segundos, viendo los trazos fusionándose en el lienzo, creando algo tan armonioso que no podía despegar la vista de él. Aplaudí el talento de quien hubiera pintado aquello, dándole vida y voz, plasmando a la perfección lo que transmitían las vistas que se apreciaban desde lo alto de la casa.

15 DÍAS PARA CONOCER(TE)ME #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora