𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟎𝟕.

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Reist Hotweel.

Molesto.

Era así como me sentía cada vez que recordaba la brillante noticia de Mr. Tinkerpold. La idea que me asaltaba al respecto, era que esto me ofendía, digo, cómo podía el director colocarme a la Vicepresidencia con un sujeto que solo sabe bajar la cabeza, portarse tímido, y quedarse en completo silencio en determinadas situaciones, claro, como si con eso fuera decir un montón. Cuan agradecido estoy con ello (ni mierda).

Siendo honesto, dudaba mucho que para este ámbito social ese chico fuese servible. Sin embargo, no debía meterme en lo que no me concernía. Todo lo que estaba haciendo lo hacía por la bendita beca; una beca la cual ni siquiera le daba relevancia absoluta, no más que mis padres.

Por otra parte, la causa por la que ese cerebrito se empeñaba tanto en hojearme, me parecía extraña, es decir, ¿qué causaba mi rostro en él para que fuese su fuente de contemplación todo el tiempo? Todavía recuerdo la cara que había puesto cuando lo llamaron a la dirección, fue muy inesperado y gracioso a la vez. No puedo creer que esto esté pasándome. Bueno, sacar a flote mis protestas no sería motivo conveniente ahora, estaba claro que para nada era un ser condescendiente.

Habiendo culminado el arduo entrenamiento de hoy en el campo, y después darnos una merecida ducha, mis amigos y yo nos detuvimos a platicar en una esquina cerca del salón, en el que dentro de poco daríamos Física Cuántica. Sus voces se oían levemente lejanas a través de mis pensamientos, tal como el susurro del mar envuelve una caracola, mi vista divagaba en el horizonte. Un silencio repentino gobernó el ambiente de pronto y una mano en mi hombro me sacó de mi ensimismamiento.

—... pero vaya, parece que alguien está deslumbrado.

Clavé mi vista en dicha mano y la seguí hasta toparme con Regginald. Mis cejas se unieron.

—¿De qué hablas? —Saqué el vaper de mi bolsillo y empecé a aspirar.

—¿De qué hablas? —Reggi me imitó burlón—. Reist, estas tan sumido en tu propia galaxia que intuimos que eso se trate de una chica.

Moví mi cabeza a un lado dejando escapar el humo, sabía a chocolate. Ya disperso por los aires, le eché un vistazo a Toddy, quien plasmaba una sonrisa llena de curiosidad. Lanzó su cabeza hacia atrás.

—Dilo, ¿quién les la afortunada?
Negué en silencio, al tiempo que volvía a aspirar mi vaper.

—Ninguna afortunada. —Humo instantáneo saliéndose con esas dos palabras—. Estoy solo, y lo saben.

El Hermano Mayor De Clío R&R  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora