𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟎.

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«No aguantes todo o te vas a quebrar»

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«No aguantes todo o te vas a quebrar»


~10~

Jadeos.

Uno tras otro.

El sudor se impregnaba en mi torso desnudo mientras me ejercitaba con el grupo. En cuestión de segundos mis pies atravesaban a toda velocidad las hileras de neumáticos que se hallaban alineados con precisión. El césped de la escuela, exuberante y meticulosamente pulido, resplandecía con su habitual esplendor gracias a los cuidados que poseía, y a la luminiscencia natural proveniente desde arriba que lo hacía crecer.

Ardía…

A pesar de ser otoño, el sol implacable acentuaba un poco su intensidad sobre mis hombros y espalda dejando plasmada allí su huella ardiente. Corríamos de un tramo a otro y hacíamos abdominales tan rápido como podíamos en tanto el entrenador rugía después de silbarnos:

—¡Muévanse, vamos, muévanse! ¿Quieren que los llamen «niñitas»? ¡¿O los campeones de Mellstone?! —Todos gritábamos a coro con un brazo en el aire: «¡campeones!». El entrenador aplaudía, asintiendo en aprobación—. Eso es. Bien, muy bien.

A medida que trascurrían los ejercicios, el inexorable tiempo seguía su curso. Mi hermana Clíodel, quien ostentaba el cargo de Capitana de las Animadoras, se posicionaba en una esquina cerca de las gradas, instruyendo a su grupo en lo que simulaban ser nuevas técnicas de animación.

En esa misma línea, nosotros nos encontrábamos en la segunda de las cinco vueltas a la cancha. Mis amigos, y algunos de mis compañeros, ya mostraban signos de agotamiento, con decir que sus fuerzas casi parecían menguar. Regginald cayó al suelo de un momento a otro, presionándose la pierna derecha. Le puse un alto a mi trotada, con el entrecejo unido.

—Reggi, qué demonios haces ahí tendido en el césped, ¡levántate y regresa al trote! No querrás que empiecen a tildarte de «niñita» ¿verdad, bro?

Los ojos de Reggi reflejaban el dolor puro al tiempo que se retorcía como lo haría una larva en una montaña de sodio, pero tras escuchar mis palabras, su expresión se transformó cediéndole paso a una mirada intensa. Una mirada que podía intuir estaba cargada de apatía.

—Espera, ¿me estas jodiendo? —expuso, con algo de disgusto en su tono—. ¿Crees que soy un corredor de alto rendimiento como tú? Pues no es así. Soy un humano, Reist, me agoto. Además, hemos estado entrenando durante horas, y justo ahora, se me viene acalambrar la pierna.

No sabía qué decirle. Tenía razón; en cualquier momento, cualquiera de nosotros podría experimentar efectos colaterales debido a nuestro riguroso entrenamiento. Después de todo, no éramos seres inhumanos.

Reggi parecía estar molesto. Y no lo culpaba.

—¿Qué haces mirándome como idiota? ¿Vas a ayudarme o no? —preguntó, enarcando una ceja.

El Hermano Mayor De Clío R&R  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora