𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏𝟓. (Parte I)

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~15~

PARTE I

PENDIENTES para mejor experiencia, escucahar la canción de arriba cuando aparezcan los dos ** ;)

A leer...
 
 
«¡Imposible! No hay forma de escapar», dije mientras suspiraba derrotado. Con mi padre ocupado afuera, absorto en su ritual de convertirse en una chimenea andante, cualquier intento de escape sería en vano, condenado a ser descubierto.

Obsesionado por el tabaco, papá justificaba su adicción como una forma de «liberar tensiones y calmar la ansiedad del día a día». Sin embargo, para mí resultaba ABSURDO intentar calmar la ansiedad con algo que no solo la agudizaba, sino que además causaba estragos internos. Pero, en fin, cada quien lidia con sus demonios.

Desde la amplia ventana de mi habitación, a través de las cortinas de un tono cremado, avisté a papá, ensimismado y distante, preguntándome qué inquietudes lo atormentaban… Aunque apenas le di importancia, me aventuré, desafiante, en la posibilidad de escaparme por la ventana. De hecho, una de mis piernas ya estaba fuera, solo me faltaba la otra, cuando de repente...

—Si mamá te sorprendiera justo ahora, te colgaría por una oreja —interfirió una voz familiar, incluso para mis sueños más profundos:

Mary…

¡Diablos!

Volteé la cabeza hacia la pequeña terremoto. Con su habitual elegancia, Mary apareció allí, destacaba su estilo impecable. Siempre tan elegante, lo contrario de su gemela.

—Pero tú no le dirías nada, ¿verdad? —pregunté.

Ella examinó su mano izquierda, como si verificara la impecable perfección de sus uñas.

—Hmm, quizás sí, quizás no —respondió juguetona, encogiéndose de hombros, y me observó de vuelta mientras una sonrisa maliciosa pendía de sus labios.

Entrecerré mi vista, y ella hizo un gesto de disgusto, colocó una mano en su cintura, y me señaló con el dedo.

—¿A dónde vas con esa ropa tan rara, Ray?

Inspeccioné cada detalle de mi persona con la mirada.

—¿Qué tiene de malo mi ropa?

—Bueno, no es precisamente... glamorosa.

—¿Quieres decir que es fea? A mí me gusta.

—Tienes pésimos gustos —movió la mano para añadir dramatismo y yo sacudí la cabeza ante sus comentarios sin sentido.

Raycob, concéntrate, recuerda: debes encontrar a A en la fiesta.

¿Cómo puedo a ir a la fiesta tranquilo si sé que Mary podría delatarme en cualquier momento? Necesitaba deshacerme de ella o hacerla callar de alguna manera.

Le propuse a Mary un trato: si guardaba un secreto, le daría un regalo. Puesto que desconfiaba, ella aceptó. No obstante, su solicitud de mi bolígrafo de tinta fina con el que escribía mis versos me dejó en un aprieto. Intenté evitarlo, pero ella amenazó con llamar a nuestros padres, así que tuve que actuar con rapidez para detenerla. Acomodé mis lentes.

—Tengo una idea —sugerí, para hacer que dejara de lado el tema del regalo—. ¿Qué tal si te quedas y juegas en mi laptop?

Enseguida, el destello en su rostro reapareció, sumado a una sonrisa de satisfacción. Ni por casualidad dudó al responderme.

—Hecho.

Estrechamos las manos. Y eso es lo que yo llamo dominar el arte de la psicología inversa con los niños. Aunque, claro está, no es como si yo fuese un experto en la materia, pero tampoco me dejaba influenciar con facilidad. Aquella virtud la heredé de mi madre.

El Hermano Mayor De Clío R&R  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora