En el trasfondo de la preparatoria Lightwood, Raycob, un chico tímido y marginado, se enfrenta a un dilema inesperado: la atracción hacia el hermano mayor de su mejor amiga.
¿Se arriesgará a confesar sus sentimientos o los mantendrá en secreto?
En...
Siempre me he dicho que soy feo y esa es mi peor condena. Sin embargo, hoy, frente al espejo, después de haber eliminado el morado platinado gastado de mi cabello, me atreví a cuestionar esa creencia. Nadie es realmente feo en el mundo. Cada persona posee una belleza particular, tanto intima como exterior. He aprendido a amarme y a aceptarme tal como soy, con todas mis imperfecciones y demonios internos.
Antes me creía un estorbo, una carga pesada para mis padres, atrapado en la red de mi fobia social. Aunque, yo no pedí tener esto; no pedí ser antisocial, tímido y tonto. Todo junto me llevaba a la misma conclusión: soy quien soy debido a mi fobia social. La causa no importaba, había quedado en el pasado, pero las secuelas permanecían. Y eran esas secuelas las que no me permitían ser quien quería ser.
Por lo menos, gracias a la incansable lucha de mis padres y las sesiones terapéuticas con la Dra. Taylor, podía decir con plena seguridad, que todos ellos me ayudaron a salir del hoyo en el que había caído, y eso, de algún modo, me llenaba de paz.
Francamente, daría lo que fuera por tener una vida normal, como la de cualquier adolescente, sin la sombra de una experiencia atroz que dejó cicatrices profundas y un trauma que parecía inquebrantable. La rutina de las píldoras reguladoras y tranquilizantes era un recordatorio constante de mi fragilidad, una fragilidad que se manifestaba en episodios de pánico incontrolables.
Las noches se convertían en campos de batalla donde el sueño era un enemigo, siempre a punto de desplegar aquella pesadilla recurrente que me arrancaba de cualquier vestigio de paz. La soledad se había convertido en mi refugio, porque la confianza en los demás era un lujo que no podía permitirme.
¿Cómo confiar en alguien cuando el único «amigo» que creí que tenía me traicionó de la forma más cruel?
La verdadera lucha no es contra los demonios internos, sino contra la desesperanza de no poder confiar en nadie más.
Como todo en la vida, he tenido días buenos y otros no tanto. No ha sido fácil lidiar con mi condición, sintiendo a menudo miedo, angustia y pensamientos negativos. No ha sido fácil viajar en tren, rodeado de gente apretujada, ni hablar en público para dar explicaciones u órdenes en la escuela, temiendo ser humillado o incomprendido por mi falta de elocuencia. Tampoco ha sido sencillo entablar conversaciones y hacer amigos, por el miedo de ofrecer mi amistad incondicional solo para que alguien venga y la destroce con palabras crueles.
