En el trasfondo de la preparatoria Lightwood, Raycob, un chico tímido y marginado, se enfrenta a un dilema inesperado: la atracción hacia el hermano mayor de su mejor amiga.
¿Se arriesgará a confesar sus sentimientos o los mantendrá en secreto?
En...
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~16~
RH.
—¿Qué estás tramando, Reist? ¿Adónde vamos?
—Solo sígueme. No te preocupes, prometo que no te asesinaré —reí, intentando aligerar el ambiente.
Caminábamos por un sendero verde, rodeado de arbustos y árboles con frutas brillantes. Una venda rojiza cubría los ojos de Raycob mientras yo lo guiaba desde adelante, agarrándolo de las manos. De pronto, me detuve.
—Aquí es. Ya puedes quitarte la venda.
Raycob se quitó la venda con cuidado, revelando una grandiosa laguna con una cascada ante nosotros.El sol de la tarde pintaba destellos azules y dorados sobre el agua, como si el paisaje fuera sacado de un sueño. Mis manos sudorosas temblaban y mi corazón latía enérgico, casi con la desesperación de quien se aferra a un último rayo de esperanza. Guié mis manos dentro de los bolsillos y, liberando mi labio inferior de la prisión de mis dientes, delineé una sonrisa nerviosa.
—Es... es para ti. ¿Te gusta?
Raycob se quedó estupefacto, su expresión lo decía todo.
—¿P-para mí? —sus ojos recorrieron la laguna antes de volver a posarse en mí—. Reist, es increíble.
—No me lo agradezcas. Es lo que te ganas por ser… la mejor parte de mi día.
Ante aquellas palabras, él me observó con detenimiento, como si estuviera viendo una nueva versión de mí por vez primera. Pregunté, curioso, alzando ambas cejas.
—¿Qué?
—¿Quién eres tú, y a dónde se fue el chico frío y arrogante que conozco?
Reí, hasta que el calor se apresuró a mis mejillas cuando él me besó en una de ellas. Lo vi tan sonriente e impresionado que parecía un niño en la cima del mundo, con una felicidad radiante y contagiosa.
—Soy el mismo de siempre, y esto es tan real como tú yo.
—Tienes que estar bromeando, ¿esto es un sueño? —Era obvio que no se lo esperaba. Me miró a los ojos, travieso—. Porque si es así, no quiero despertar nunca.
—¿Crees que esto es un sueño? —peiné su cabello con ternura—. Porque, honestamente, preferiría que fuera real, así podría disfrutarlo contigo.
