FREEDOM ♕ [NAMGI] OMEGAVERSE +18

♛ 10: La promesa. ♛

La merienda de esa tarde, se convirtió en una cena bastante incómoda, porque los hermanos Min se sentaron juntos, dejando de lado a SeokJin que se acomodó en silencio al otro lado de la mesa observándolos con mayor disgusto con cada segundo que pasaba.

NamJoon charlaba con tranquilidad de cada una de sus hazañas, y aventuras, mientras que YoonGi embelesado le prestaba toda su atención, se sumergía en su imaginación con cada relato de las batallas, la guerra y los enemigos, generando mil y una preguntas que los mantenía envueltos en una burbuja privada a la que SeokJin por mucho que intentó; no logró ingresar, por lo que se había limitado a analizarlos mientras comía con ansiedad cada plato que Hoseok traía.

A decir verdad, su alfa sabia con claridad cuando otro alfa cortejaba, cuando otro alfa reconocía a un omega como suyo y de nadie más, y esa era la actitud de NamJoon, aunque solo fuera de manera inconsciente, ese moreno acaparaba por completo a YoonGi, y este último se sentía muy a gusto con ello. Y sin poderlo evitar, SeokJin rechinó sus dientes cada vez más fastidiado, expeliendo sus feromonas por todo el recinto intentado inútilmente de disipar las de NamJoon, quien en silencio le siguió el juego. Estaba dispuesto a plantarle cara al príncipe NamJoon así quedara como un completo desquiciado, más las cosas se pusieron mucho más tensas cuando un menudo chico, de labios regordetes, y mejillas abultadas ingresó en la estancia acompañado de Hoseok.

—¡Te estaba buscando, Nam! —exclamó Jimin con alivió, dado que, estaba vagando sin rumbo por todo el palacio tras terminar la reunión con el rey, recibiendo miradas poco amigables que comenzaban a asustarlo, hasta que se topó con Hoseok, quien había sido muy amable en guiarlo hasta allí.

—Me has encontrado —sonrió el moreno dejando al descubierto sus hoyuelos, ganándose una mirada algo sorprendida de YoonGi por su camaradería tan poco habitual. Jimin trataba a NamJoon con una confianza que en gran medida no debía, porque NamJoon era un príncipe, pero a este parecía no importarle como fuera que lo llamara—. Ven Jimin, siéntate con nosotros. Este es mi compañero de escuadrón, Park Jimin.

—Un gusto —dijo YoonGi, y Jimin le brindó una sutil reverencia antes de sentarse en el espacio vacío junto a SeokJin.

El olor de Jimin era diferente, los Deltas en si eran Alfas que alguna vez habían decidido ceder su jerarquía con otro alfa, y su aroma solía ser muy amargo, por lo que, SeokJin arrugó su nariz con disimulo, para luego llenarse la boca intentado virar su rostro en otra dirección. Park Jimin, tenía una esencia similar a la del café, y una pisca de pomelo.

—El placer es mío, príncipe heredero.

Tras ello el tema paso a puros asuntos banales, como el sabor de la comida, o incluso un poco de la vida pasada del delta, como que provenía de Busan y solo tenía a sus padres vivos, pero con los que ya no tenía comunicación alguna por su condición.

Para Jimin que ya sabía gran parte de ese secreto, porque muchas veces había visto a NamJoon llorando por su omega, incluso relatando toda la historia entre sollozos, dándole a entender porque estaba lejos del palacio a pesar de ser de la casa real, así que, Jimin entendía y respetaba su vínculo aunque le costara un poco, por ello, a duras penas les miraba, más era muy obvio que el omega de esa sala parecía poco convencido de su amistad, y bastante equivocado no estaba, los omegas siempre tenían una intuición muy desarrollada. Sin poderlo evitar, se sonrojó cuando los ojos de YoonGi lo taladraron en silencio, como intentando descubrir más allá de lo que aparentaba.

Quizás en su interior pensara que no era demasiado evidente, pero sus sentimientos por NamJoon habían estado ahí desde que lo había conocido, ese alfa dominante era justo su tipo ideal. Muchas veces se ofreció a acompañarlo en sus celos, pero este siempre se negaba, a duras penas le recibía uno que otro abrazo que le consolaba en su trágica situación, y Jimin intentaba ser lo más respetuoso posible en todo momento. Compartir esos momentos, sumados a la intensidad de la guerra, las charlas profundas y las risas ante cosas absurdas que solo ellos dos entendían, le había colado en su corazón enamorándose lentamente de alguien con quien sabía jamás tendría oportunidad.