Capítulo XXXII: La oscuridad en las estrellas

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¿Qué pasa cuando el amor se convierte en una rutina? ¿Puede pasar el amor a ser una obligación o un deber? ¿Acaso es posible que esto suceda? ¿Acaso es posible que después de tanto amor este se convierta en una obligación y no en una elección?

La efímera paz que otorga este sentimiento, esa falsa calma mezclada con el nerviosismo de las primeras veces, el primer abrazo, el primer cumplido, el primer beso, el primer roce, momentos grabados en la memoria del alma, momentos perecederos que debes disfrutar pues la oscuridad en las estrellas pronto lo arrebatarán.

Ojos brillantes como perlas, alma oscura como la noche, dos almas fundiéndose en la pasión de este roce, dos estrellas fusionadas en la paz de su amor por el otro, dos personas mirándose mutuamente con el corazón a mil.

Un día como tantos otros esa pasión y ese amor pasan a ser una rutina, ambas personas mirándose solo que esta vez sus corazones palpitan como solían hacer antes de estar enamorados, pero no quieren dejar de amarse mutuamente, ambos ocultándole al otro que ya no sienten lo mismo, ocultando que el amor solo ha quedado en cariño, probablemente en solo admiración.

El cariño acaba pasando a ser odio en algún momento ¿por qué si una vez esas personas se amaron no pueden verse? ¿Es la rutina lo que ha arrastrado este cariño y esta admiración a las garras del odio? ¿Por qué dejamos de amar a la gente si se supone que el amor no tiene fin? ¿No me amabas infinitamente? ¿Por qué ahora me odias? ¿Qué he hecho mal?

Un último adiós entremezclado con llantos y gritos, dos personas soltándose veneno mutuamente a través de las palabras, dos personas que una vez se amaban comenzando a odiarse, de alguna manera dos personas que antes se consideraban almas gemelas ahora se consideran desconocidos.

El diario de una persona rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora