Capítulo II: El fantasma del pasado

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A veces daría lo que pudiese para sentirme viva, para sentir mis pulmones respirar, mi corazón latir olvidando que todos ellos están allí, me siento vacía, en mi ser no hay una pizca de color porque de tanto intentar pintar el lienzo de otras personas mi paleta de colores ha quedado limitada a nada.

A veces nos preguntamos cosas que en el fondo no importan "¿qué imagen habré dado?", "¿es mi culpa?" u otras cosas del estilo, te sientes muerto cuando estás más vivo que nunca, lloras sabiendo que te queda la esperanza de en algún momento poder salir de ese pozo sin fondo, de poder salir a respirar por primera vez en meses o incluso años, gritas con la esperanza de poder volver a escuchar tu voz siendo esto inútil pues solo salen pequeños susurros y allí es cuando te preguntas "¿de verdad vale la pena este sufrimiento?"

Tras sentirse así a menudo te das cuenta de que en realidad el peor enemigo de una persona es uno mismo, siempre vemos lo peor de nosotros cuando en realidad no hay nadie que nos vea así, entonces ¿por qué?, ¿por qué me preocupa tanto lo que opina la gente? tampoco es que a ellos les importe mucho lo que yo haga o diga.

Sufrimos por algo que no está en nuestra mano pero si podemos mejorar algo lo negamos como si de una enfermedad se tratase y es irónico porque cuando nos damos cuenta de que hay algo que está mal intentamos rehuirlo para no afrontar la verdad, para seguir viviendo en nuestra realidad idealizada.

Las verdades duelen pero lo que más duele es saber que no puedes hacer nada para que la mentira en la que estás viviendo comience a desarrollarse como una realidad sabiendo que aferrarse a una idea daña mucho más que la verdad.

Y todo a raíz del fantasma del pasado quién te persigue y atormenta afectando a tu presente y a tu futuro, intentas salir de ese ciclo en el que dejas que lo que te pasó se quede clavado en tu espalda como dagas afiladas en vez de intentar curar las heridas.

Sé que no estoy vacía, que existo, pero no puedo evitar que la sangre que cae de esas dagas no me afecte, poco a poco intento sacarlas pero es complicado y más cuando la persona que las clavó me saluda como si nada porque parece no recordarlo.

A veces siento que todo pasó en mi cabeza y que solo me lo invento, eso es una consecuencia de sumirse en una realidad idealizada cuando el suelo está bajo tus pies, sientes que la realidad es falsa, que es tu imaginación, que solo exageras cuando en realidad solo cuentas tu verdad, para unos es una mentira y para otros es sincero pero solo uno mismo sabe lo que ha vivido y cómo se sentía en ese momento.

"Nadia ¿vienes o te quedas allí sola?" pregunta mi amiga devolviéndome al presente "Ya voy, esperadme"

El diario de una persona rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora