Capítulo XXVIX: Una rosa marchita

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Solo el amor con amor se paga pero ¿qué es aquello a lo que denominamos amor? ¿Es algo palpable? ¿Es algo visible? ¿Qué es el amor del que tanto hablan? ¿Es el amor triste? ¿Es bello el amor? ¿Es... Intrigante? ¿He amado a alguien alguna vez?

Un bolígrafo en mano, es de noche, estoy sentada en el balcón escuchando algunos coches ir y venir, está lloviendo, miro la hoja en blanco, una carta... de amor, se la estoy escribiendo a alguien que me hace brillar, a alguien que me hace feliz.

Miro las flores marchitas en el jarrón, si tan solo las hubiera amado más no estarían así, no sé si soy capaz de amar, no sé si soy capaz de ser amada, no sé nada pero a la vez sé que necesito que me amen y que necesito amar, necesito terminar esta carta.

"Solo el amor con amor se paga" yo he amado a mucha gente, o al menos según la definición de esta palabra lo he hecho, pero a mi no me han devuelto ese amor, ese amor que tanto deseo, el amor no se paga con amor, mi amor no se paga con amor.

Temo convertirme en las flores marchitas sobre el escritorio, temo que no me ames lo suficiente, que tu amor no me sea correspondiente, temo no ser lo que quieres, temo que no ser lo que necesites, que me dejes marchitar como yo dejé marchitar esas flores.

Y me obligo a no soñarte porque sé que en un futuro dejarás de amarme, porque sé que sea lo que sea que pase tu amor es como una rosa, duradero pero que acabará marchitando, me obligo a no soñarte porque mi amor es infinito y el mío no acabará marchitando.

Mi amor infinito es como el arte portado en un cuadro, un cuadro que seguirá vivo por millones de siglos, un amor que no quiero darte por miedo a que el cuadro en vez de ser bello se convierta en un cuadro apesadumbrado y melancólico.

El diario de una persona rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora