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El galopar casi furico de los caballos era estremecedor, una veintena de hombres obligaban a sus caballos a continuar, todos armados o ataviados con vestimentas de calidad más que apropiadas para un viaje largo.

Parecían casi como perseguidos, más sin embargo no era de esa manera, si no que trataban de seguirle el paso a alguien quien estaba más que decidida de continuar.

No trataban de capturarle, ni de detenerla, en realidad si fuera necesario marcharían con ella hasta la muerte.

Y allí se encontraba ella, con la expresión dura, con el caballo bufando por el dolor ya que el látigo se lo provocaba, vestida con su elegante armadura negra, tan oscura como la noche. A demás de una capa larga igualmente negra que le amortiguaba del frio.

Cerca de llegar a su destino, El castillo Negro, la fortaleza de Aracne, la residencia de la familia real, del rey, de sus padres, un nido de ratas que llamaban capital.

Su sangre comenzo a hervir, así que azotó con más furia al animal; quería llegar ya, no pronto, no a la brevedad, ahora.

Cuando cruzó las puertas de la ciudad, la guardia despejaba las calles evitando con ello las tragedias, pues poco le importaba la gente o si muriesen. El apremió que tenía cegaba de todos su otros sentidos.

Llegó a la reja del palacio que fue abierta para ella, aunque si no hubiera sido así la habrá tirado abajo, nada le impediría entrar.

Detuvo abruptamente el paso del caballo, que relincho, bajo entregando la rienda a unos de sus hombres, se despojó de los guantes, marcho, (o casi eso perecía), maldijo y empujo fuertemente las puertas de cada sala, hasta encontrarse con aquel despreciable hombre.

Se había quitado el yelmo para arrojarlo donde fuera con tal de desquitar su furia, entonces sus facciones se pudieron ver mucho mejor aunque estuviera sucia, el cabello oscuro, ojos de igual manera piel pálida, que muchos adjudicaron a la guerra pero desde siempre fue así, alta pero no llegando a ser gigante y complexión delgada, lo que la hacía parecer más un muerto.

Sabía dónde se encontraba a quien buscaba. Así que pensaba irrumpir en la sala y confrontarlo.

Con fuerza azotó la entrada y su presencia nunca fue anunciada.

-¡¿HAS FIRMADO LA PAZ?!- rugió con enfado, mientras desenvainó su espada, amenazando con la punta a un hombre.

- Baja esa cosa- sentenció otra voz desde la cabeza de la mesa, - ¡ESTA ERA MI GUERRA, MI ESTRATEGIA, MI GLORIA!- grito nuevamente, bajo la espada.

-El solo es un ministro- prosiguió - ¡EL! Es un lame huevos cobarde- escupió todas y cada una de las palabras.

-Alteza, fue una gran decisión la que se tomó, en harás del progreso- aquel viejo hablaba con soberbia, la guardia real finalmente llegó junto con su escolta personal, obligando a Merlina, a tirar sus armas.

-A demás ha conseguido, ganar batalla tras batalla- ese comentario en lugar de tranquilizarla la descontroló, pues a sus espaldas se decía que la guerra se había alargado por la incompetencia del rey, pues a cada asalto estaban más lejos de terminar, ya que las fortalezas y territorios que habían tomado eran irrelevantes, pero justo cuando ella comenzó a tomar el control y parecía favorable la guerra se pactó la paz.

Es decir que le habían frenado, solo para seguir humillandola, por eso se ganó el apodo del "Cuervo" debido a que solo se hizo con los desperdicios más despreciables del territorio enemigo.

Castillos y fortalezas decadentes con poblaciones que morían, sin ninguna cosa valiosa, salvo la tierra que aún así era infértil.

Así que la frase la "ganadora de batallas" se resaltaba pues no así de la guerra.

Volteo su cuerpo una vez más para ver el rostro de ese hombre, que le había arrebatado las de ganar con celebridad. Le tomo por la cara fuertemente con una de las manos y este se estremeció.

-Lord Ministro de Guerra, es destituido de su cargo- más tranquila le dijo -¿Alteza?- pregunto incredulo, pero ella le escupió en el rostro, para después alejarse caminando

-No tiene la autoridad, ni el derecho- el hombre rechisto, -Princesa "Cuervo"- ahí fue donde supo que había hecho mal.
Ya que Merlina se devolvió sacando un puñal del cinto de un guardia, decidida a atacar, primero clavándole en la mano de aquel sujeto que se encontraba en el escritorio, después dando en su estómago repitiendo muchas veces, el hombre aullaba del dolor sin saber que hacer, pues sus intestinos estaban expuestos, se tambaleó un poco cayendo, pero eso no detuvo a Merlina; quien después comenzó a tirarle golpes en la cara, tirando los dientes de la víctima, desfigurandolo y matándolo en el proceso.

Los guardias no trataron de siquiera detenerle, pues no deseaban acabar de esa manera tan atroz; por su parte el rey miraba la grotesca escena casi con gusto, los ministros y consejeros tenían el estómago revuelto, pues nunca, en ninguna batalla u otro lugar había sido testigos de tal brutalidad.

Bufaba como su propio caballo lo hizo al llegar, embravecida por la ira que sentía.
Finalmente su séquito la tranquilizó y sujeto, la sangre le chorreaba de las manos había salpicado su cara, adornado su armadura pero sobre todo teñía el piso del salón.

-Todos recordaremos a ese pobre infeliz, por este tratado como él quería, descanse en paz- termino el rey persignándose y riéndose alegremente. -Lleven a mi hija a limpiarse en cuanto acabe que vuelva-

-Su majestad, el asunto de...- Merlina no pudo escuchar nada más pues fue sacada del lugar.

Stammi Vicino (Wenclair)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora