VIII

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Merlina se encargo personalmente con la tarea de ayudar a su ahora esposa para abordar el carro, pues poco le importo que los mozos estuvieran allí para eso, ahora le era impensable que alguien tocara o siquiera dirigiese una mirada a la rubia. Antes y con cualquier otra persona solo se hubieran ganado de su parte desprecio.

La morena no decía nada, no expresaba nada, pero con todas estas acciones simplemente ya estaba demostrando que en esta ocasión era diferente, propiamente después ella misma se monto en el carruaje.

La puertecilla fue cerrada y pareciese que con ello le hubieran robado el alma a ambas novias ya que el silencio amenazo con apoderarse del sitio, pronto el transporte se pudo en marcha.

-Alteza- fue Enid la primera en hablar -No diga nada, señora- le contesto la morena a una pregunta no hecha.

-Entonces no soy de su agrado- agrego.

-No me importa sufrir su indiferencia, ni siquiera si me violenta, pero preferiría que estableciéramos un acuerdo...- la rubia se proponía a seguir pero, de nuevo la interrumpieron.

-Ese exactamente era mi plan, hacer miserable su existencia sin ningún trato- su esposa le dijo -¿Porque me lo dice?- devolvió la pregunta.  

-¿No lo entiende?, entonces no hay porque explicarlo- respondió -¿ A caso me cree estúpida o lenta como para entenderla?- tajantemente se dirigió a la morena.

-Sorprendentemente no- una risa nasal pero ególatra se escapó de Merlina.

Entonces la tensión creció aun mas dentro del carruaje, trataron de fingir que que no sabían de su existencia mutua, el sonido del andar del carro era todo lo que había.

La morena volteaba discretamente su vista a su esposa, devorándola y retirándola antes de que Enid se diese cuenta.

Todas sus intenciones se habían ido al traste, debido a que en ella, una pasión se había despertado, sentía la enorme necesidad de hacerla suya, no importaba si era allí mismo, el lugar no era pretexto, trato de mentirse a si misma con  "puede que con eso pierda el interés; en ella" 

Pero ya podía escuchar a sus padres burlándose, debía mantener el poco orgullo que le quedaba.

Por su parte Enid era más descarada al mirarle, ya que no encontraba lo malo en hacerlo, después de todo estaban casadas y lo más importante su esposa era de su total gusto, así que de nuevo surgió la idea de volver a hablar y no solo eso, se aventuró a tratar de tocar su mano, para volver a sentir esa mano tan gentil.

Intento ponerse en pie para dirigirse a ella y en eso se encontraba cuando su esposa le encontró, Merlina horrorizada le detuvo la mano con brusquedad, pues el contacto físico no era algo que tuviese planeado. Así que con una voz de rugido que parecía mandar interrumpió el momento.

-¿Que cree que está haciendo?- inquirió, la morena entro en pánico pues solo pudo concluir que estaba nerviosa lo cual era totalmente ridículo pues había estado a solas con muchas otras damas.

La rubia prontamente entendió la situación, su sola presencia amenazaba la postura estoica de su esposa, así que riendo mentalmente, formuló la idea de ver hasta dónde era capaz de llegar.

Le dirigió su mejor mirada, llena de encanto, Merlina abrió los ojos por la sorpresa teniendo un shock momentáneo que para su desgracia fue reemplazado por un seño fruncido.

-¿Señora?- Enid le devolvió, su mano roso un poco el rostro de la princesa pero se apartó velozmente por el frenar del coche.

Gracias a Dios finalmente habían llegado al palacio, felizmente la primera en bajar fue la morena quien ayudo con poca seguridad a su esposa.

Gente y Merlina eran dos cosas que no se llevaban bien, pero en esta ocasión no podría apartarse del lado de Enid, pues firmemente está se colgó de su brazo para impedir que como ya le era costumbre la evadiera.

Los nobles y servidumbre que no habían tenido el honor de asistir a la iglesia les recibieron de manera calurosa a las puertas del castillo.

La morena fue arrastrada en dirección del gran salón, donde se celebraría el banquete de bodas, cada pasillo había sido meticulosamente decorado, los estandartes que hasta ese entonces no había notado colgaban de los muros e incluso del techo.

Ese escudo, que era digno del respeto y temor en los corazones, pues había permanecido así desde que el primer rey Addams tomo el poder. En un fondo negro se alzaba una cruz en equis de color rojo con los bordes en plata.

Y que infundía terror, porque esa representación no era otra más que un hombre propiamente crucificado en ese símbolo, el pigmento rojo simbolizaba la sangre así como la carne, expuestas de ese alguien que tuvo como destino ser desollado.

Según contaba la leyenda fue el rey que precedió al primer monarca de la dinastía de su esposa, hacía más de doscientos años. Le quitaron la piel mientras éste seguía vivo pero aún así no murió, entonces expusieron su cuerpo para que los cuervos lo devorasen.

Por eso a ojos de la mayoría de reinos eran considerados una casa de bárbaros y usurpadores.
O como los habían apodado "Los locos Addams".

Ese escudo de armas, era un cinismo que tenía como propósito demostrar quien estaba a cargo, si le preguntarán a Enid.

Finalmente tras atravesar todo el palacio llegaron al salón principal, donde escucho la música y las voces de las personas.

La mesa principal estaba dispuesta. Era un lugar del más alto honor y solo reservada para el uso de ambas. Los candeleros, la mantelería roja los cubiertos, la platería, los cálices, las jarras y arreglos florales terminaban de darle ese toque.

Enid se encontraba maravillada por todas esas cosas, pues mentiría si dijese que alguna vez imagino como seria su matrimonio. Simplemente pensó que toda su vida se reduciría a vivir como una prisionera.

Su esposa le saco del transe en el que se hallaba, con el gesto de acercar una silla para que pudiera tomar asiento en su lugar, le acepto aquella invitación y la morena le acompañó, colocándose a su lado como iguales.

Stammi Vicino (Wenclair)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora