XIV

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El chocar furioso de los cascos, de los caballos, retumbaba una vez más. Entonces ambas lanzas chocaron, una impacto en el pecho del caballero mientras que la otra con dificultad apenas si rosó el escudo de su contrincante. Fue así que logró desmontar a aquel Sir.

Violencia.

Con horror contempló los combates, pero en cambio el público con euforia mantenía su vista, el espectáculo era in igual; se había tenido la oportunidad de ver, a un caballero que se rompió una pierna y como el hueso salió por e guante de cota de malla. 

Otro que combatió con un sir, diez veces mas grande que él, por lo que termino aplastándolo provocando su muerte inmediata, no sin antes sacar uno de sus ojos de su lugar. Era tan morboso. 

Enid estaba a nada de sufrir un desmayo, el único impedimento era que se encontraba en el lugar de más alto honor, por lo cual sí ella desfallecía quedaría en mal. Lo mas asombroso no era cuanto logro soportar de aquella atracción, más bien que sus suegros estaban en éxtasis, refiriendo a que, el rey se encontraba alentando y gritando con jubilo a todos los caballeros.

-¡VAMOS!, ponte en pie- exclamó el hombre regordete -Continua- exigió -LA ESPADA, !MALDITA SEA!-

La reina madre solo se reducía a ser meramente una espectadora que aun así gozaba pues en su rostro lograba vislumbrar la misma emoción que su esposo externaba mas evidentemente, felizmente ese combate había terminado, con un desenlace un tanto ambiguo, pues ambos caballeros estaban totalmente rendidos.

Ahora tendrían un breve intermedio, si es que pudiese llamarse así, el rey finalmente tomó asiento, no estaba alterado, sino gozoso.

-Mi querida nuera- se acercó más, pues recién notaba su presencia, -Tendrás que disculparme, pero me emocionan de sobre manera los torneos y más que nada cuando se prolongan las justas, de cuerpo a cuerpo- explicó.

-Cuando mi esposo era joven, se desempeñó como un caballero excepcional- Morticia aseguraba, mientras se todos se encaminaron para degustar algo por desayuno, entrando a una carpa de proporciones enormes que supuso era la designada para la familia real.

-Una vez más pido disculpas, pero hoy no tomaremos el desayuno en palacio, prefiero algo al aire libre- terminó.

El hombre gentilmente acercó la silla para su esposa seguidamente de una para ella, en el gran mesón, el servicio dispuso el banquete a lo largo de esta, la rubia admiro la comida sin saber realmente qué era lo que le apetecía.  Transcurrió el tiempo, pero lo más notorio era la ausencia de la princesa real, de su esposa, al principio creyó que se les uniría conforme a la marcha, debido a que el infante Pericles lo hizo, sin embargo "ella" no, entonces se permitió preguntar.

-¿La princesa no nos acompaña?- soltó.

-Si, me permite mi princesa- el infante contestó, -La heredera no suele hacer acto de presencia en las festividades, a menos que sea algo que funja para sus intereses personales.

Cayó en cuenta que la evitaba, nuevamente, el porque no lo sabía, pensó que esa parte ya había sido superada.

Estuvo a punto de seguir, cuando su propio padre irrumpió en el lugar.

-Murray, haga el honor de compartir la comida con nosotros- invitó el otro rey casi como ordenando

Si había algo que le disgustara más, a su padre era recibir órdenes, pues a sus palabras el era el rey y nadie tenía el derecho de hacerlo, pero ahora mismo se encontraba en la presencia de otro, eran iguales incluso se atrevería a decir que su suegro le era superior. entonces Murray le dirigió una de sus sonrisas hipócritas.

Stammi Vicino (Wenclair)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora