XVI

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-Déjenme carajo- decía el Murray, pues querían someterlo para que se recostara en la cama.

Había sido vencido, por esa puta, a la que llamaban princesa. Ya sabía de qué manera se vengaría por esa humillación; tenia muy agitada la respiración, se lo quería atribuir a toda la ira que contenía en sus adentros, ya que no podría expresar su frustración de ninguna otra manera.

Pero más bien, habrían dos causas, siendo la primera, el impacto del golpe que recibió, aunado a los demás, pero en especial este último, sentía un dolor intermitente pero no lograba ubicar realmente cual era la fuente. Con cada inhalación quedaba era mucho peor la dolencia.

Y la segunda circunstancia, era un estado de shock y del porque, existían muchos factores, la adrenalina del enfrentamiento, el dolor, además, como transcurrieron los últimos momentos hasta antes de que cayera en el suelo. Repetía una y otra vez en su cabeza cada instante del final sin lograr llegar a una conclusión, pues en su mayoría era negro.

-¡NO!- interrumpió un grito -NO SERÉ UN PUTO TULLIDO

La sensación de miedo recorrió su espalda, el mero pensamiento de que eso le pudiera suceder se apoderó de él. 

-El caballero de los lirios. su majestad- respondió Sir Ajax, pese a que no hubo pregunta. -Fue su primer contrincante en el torneo de hoy- si bien lo recordaba.

-Es imbecil niño- suspiró sintiendo aire por primera vez.

Finalmente se rindió, relajándose en el lugar. Esa sucia bastarda rubia y el puto cuervo, rio internamente, que pareja tan formidable.



Mientras salían de la arena, podían escuchar el gran escándalo de la victoria recién obtenida, Merlina no le prestaba la más mínima atención, pese a lo cerca que estaban, en silencio la rubia contemplaba el  delicado rostro de su princesa.

Era curioso, hasta cierto punto, ya que se imaginó en repetidas ocasiones algo muy similar, un caballero revestido con una armadura blanca, montado a lomos de su corcel, que igualmente era blanco; reclamándola con flores, rescatandola de las garras de su padre, llevandosela a vivir lejos en donde tendría su felices para siempre como en los cuentos de hadas.

Más las cosas pasaron de otra manera, ya que el cabalero resulto ser princesa, la armadura era negra, el corcel una bestia enorme igualmente morocha y finalmente las flores una corona, "las cosas no son como uno quiere" pensó. Aun así las cosas habían mejorado bastante, queria pensar que no era una tragedia lo que viviría, se aferraba a esa idea.

Y estaba por sobrepensar las cosas como le era costumbre, hasta que le interrumpieron.

-¿Has comido algo?-  le preguntó su esposa, así que volvió a pensar "Que manera mas rara de iniciar una conversación"

-He tomado el desayuno con tus padres, en la carpa real- respondió sin saber qué más agregar, pues aun le era aterrador dirigirle una simples palabras.

Sentía su indiferencia, pese a que eran esposas y un más importante el hecho de que la morena le había profesado su amor durante su noche de bodas.

-Entonces supongo que debes estar hambrienta, ya que está por oscurecer- le menciono y realmente era verdad, ya que el torneo de ese dia se habia extendido de manera emocionante.

-Permíteme que me limpie y si te parece te escoltaré a la cena- propuso Merlina. Enid se sorprendió, pues supuso que huiría como siempre después de dejarla en algun lugar.

Entonces la princesa apresuró el paso del caballo con las riendas, llegando así al establo, donde más ovaciones para ambas hubo.  Primero desmontó la morena y con suma delicadeza ayudó a la rubia, siguieron a pie lo poco que restaba para la carpa de la princesa, dos guardias reales custodiaban la entrada.

De igual manera su esposa le cedió paso para entrar primero en aquel lugar, para después ella misma unírsele, el lugar no era pequeño ni modesto pese a ser muy provisional. así mismo en el sitio se encontraban los sirvientes que ya se preparaban para su llegada.

-Toma asiento- le dijo casi como ordenando -Espero no tardar- esto último lo comentó mas relajada.

Comenzaron a quitar cada pieza de su armadura, Merlina se sentía más liviana, casi como una pluma, volvió a mirar el porta armadura que ahora contenía su casco y parte de la cota de malla, mientras se sobaba las muñecas pasando una de sus manos por todo el brazo hasta llegar al hombro, mientras su mirada se encontraba perdida pero fija en el yelmo. 

-Destruyan eso, quiero uno nuevo- exigió, rompiendo algo, que precisamente un silencio no era debido a que los sirvientes hablaban. Pero también porque comenzaba sentirse expuesta, por una insistente mirada. 

Enid se encontraba expectante desde el sillón que le habian acercado, igualmente en algún momento se encontró con una copa que contenía vino, vio como desvestían frente a ella y sin ningún tipo de privacidad a su esposa, aunque solo fuera su armadura y como le era tan natural todo aquello, se preguntó. Admiraba cada detalle de las manos que ayudaban con el trabajo de retirar las piezas de su protección.

Su esposa se encontraba solo con el jubón de cuero y de alguna manera sintió como el corazón le martilleaba en el pecho mientras a su mente vino la imagen de la noche anterior y rápidamente la sangre se le subió a la cara, por lo que en un intento mas que desesperado por ocultar su rostro bebió de la copa,  entonces para su vergüenza escucho la voz de Merlina que la alteró más, seguidamente uno de los mozos respondió.

-Alteza, su baño esta listo-  Lo que provocó más que romper la tensión, aumentarla más.



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De regreso, pero a qué costo.

Y a parte un poco de relleno, pero juro que realmente todo esto tiene sentido y un porque más adelante en la historia. 

Stammi Vicino (Wenclair)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora