XIX

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El cuervo abalanzado a los ojos, esa sensación el lobo devorándola. Nuevamente tenía ese sueño, que le perseguía como pesadilla, logró escuchar que alguien hablaba no muy distantemente, más no entendía nada, extrañamente esa voz lograba calmarla y pese a no distinguirla, sabía que esas palabras eran para ella.

Despertó abruptamente, como anteriormente lo había hecho, encontrándose con la mirada atenta de su esposa. que acechaba desde una de las ventanas del recinto, admiraba paciente y con detenimiento, casi como poseída. Esos ojos negros, serenos, que se iluminaban con la tenue luz nocturna, la boca entreabierta, que denotaba su respiración, la cual se había acelerado, muy probablemente por verse descubierta. 

Trato de incorporarse, cuando notó, el cómo se acercaba a ella la princesa, dejándola entre penumbras, donde aún podía notar su faz, pero sintiendo miedo, debido a su reciente visión, quedando paralizada por el miedo. Mientras que Merlina, con cautela se aproximaba, tratando de conservar su tranquilidad; pese a que aspiraba con dificultad, ya estando más cerca se atrevió a hablar.

-¿Puedo tomar tu mano?-  muy inseguramente pidió, sacando del transe a Enid -Se que es inusual pedirlo a estas alturas- continuó mientras se colocaba a su nivel.

-Claro- Respondió con un susurro apenas si audible, extendiéndola lentamente, siendo recibida -Es un avance-  acentuó la morena, que con firmeza sostenía su muñeca, sin llegar a ser brusca o titubear. La rubia se soltó, tratando de llevarla ahora al rostro, sin embargo, al tocar la mejilla las deslizó hasta sus labios, primero con el pulgar, después colocando el índice y medio.

Notó las exhalaciones desmedidas de su esposa, así que si más ceremonias se acercaron tanto como pudieron, quedando a poca distancia de sus propios deseos. 

- Es tarde mi princesa, probablemente quiera cambiarse para la cena- Merlina, fue la primera en recobrar los sentidos -Aunque si prefieres, haré que la traigan aquí-  completó, terminando de incorporarse, escabulléndose hacia la puerta del dormitorio.

-¿Que hora es?- inquirió, mientras se ponía en pie - Han pasado dos horas del ocaso- contestó abriendo la habitación. -Preferiría comer aquí- 

-Veré que te envíen algo ligero, ahora con tu permiso-  la morena salió para el salón de sus aposentos, por consecuente llamó al servicio,  -Si fuera posible, me gustaria que me acompañaras- la rubia le detuvo.

-Desde luego, solo iré a tomar un poco de aire- se excusó, de manera poco convincente, pero ya había dado su palabra, tendría que regresar.

Quería no tener que volver a estar a solas, con su mujer, volver a la soledad de su propia recámara, cuando parecía que estaba por perderse en sus pensamientos, alguien llamó su atención.

-Mi princesa, su cena, ¿a donde será llevada?- cuestionó temeroso aquel sirviente.

- A la recamara nupcial- confirmó una tercera voz, que era la de su padre -Por fortuna, se ha dispuesto todo para evitar que se moleste a las princesas durante sus noches-  manifestó, el mismo.

-¡¿QUE?!- incrédula cuestionó,  -No creo que eso te represente un problema y si lo es, tendrás que superarlo-  replicó Homero, -Pero, si me entero que dormiste en otro lugar, así,  sea el suelo de esa habitación, habrá consecuencias-  sentenció en voz baja, tomándola del brazo  -Ahora ve, no debes hacer esperar a una dama-

Tras aquella amenaza, no quedó más que volver allí.

Las damas de su esposa se encontraban acompañándola, por lo que, cuando su persona se presentó de nuevo, le reverenciaron, para después salir,  dejándolas nuevamente solas, ya que ni la servidumbre pudo quedarse,  ahí estaba ella, sentada como si esperara algo, por lo que nada más verla su rostro se iluminó.

Se sentó frente a su mujer, con delicadeza, casi como queriendo no asustarle y sin dirigirse palabra tomaron los alimentos, tampoco se miraban, ahora quien bebía no era otra que Enid, mientras que la morena tenía la vista perdida, se tocaba el arco de cupido, inconsciente de sus acciones, mientras que la comida se enfriaba, dejando ver cuánto tiempo había transcurrido.

-¿No probarás nada?-  curioseó la rubia, -Perdona, ¿Que?- dudó, pues genuinamente no prestaba atención -Los sabores, son muy fuertes para mí- siguió, -Pedí que fuera ligera- contestó la princesa.

-Lo siento- se disculpó, -No te preocupes-  le tranquilizó su esposa. 

-Te acompañaré con una copa de vino- afirmó, mientras se servía, tomó el primer sorbo, percibiendo lo dulce del elixir, -Al principio me pareció extraño verla beber, ahora ya lo entiendo- le expresó con monotonía, vaciando su recipiente y vertiendo más. Ambas cónyuges en el mismo silencio compartieron la bebida 

-No debería beber tanto, pero mi deber com recién casada es estar ebria- bromeó, logrando hacer sonreír a la ojiazul.

Pasó un rato más, dejando a mitad la jarra. 

-Bueno, mi querida esposa, me retiro, el cansancio está por vencerme- se excusó, nuevamente no tenía conciencia de lo que decía, porque ese vino era dulcemente embriagante..."Algo malo de las cosas dulces es que hacen mas daño" pensó la morena.

Se metió rápidamente en la alcoba, despojándose de la ropa, para colocarse aquella camisola de dormir. Mientras en otra habitación su esposa hacia lo mismo, bostezó, para luego dirigirse a la cama, nunca notó que Enid ya se encontraba en el lugar y que ya se había encargado de pagar todas las candelas que daban luz.

Así mismo la rubia se encontraba nerviosa, el movimiento de manos la delataba, pese a que estaba recostada, era entendible el por qué, para Merlina notó, de modo que se acercó para tranquilizarla, juntando todo su valor, pues ella misma se sentía igual.

-Por hoy solo quisiera dormir- soltó, relajándose y con ella su esposa, -Si prefieres puedo quedarme en el piso- propuso, más fue detenida -Esta tambien es tu cama- tímidamente le respondió. 

-Entonces, buenas noches- declaró, recostandose, sintiendo el peso momentáneo de su mujer, quien le robaría un fugaz beso en los labios, dejándola impactada, -Buenas noches- exculpándose así, dándole la espalda.

Mientras que ella miraba al techo, dejándole de nuevo esa sensación en el pecho.

Stammi Vicino (Wenclair)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora