XVIII

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Vaya que era mala demostrando lo que sentía, las emociones le resultaban una pérdida de tiempo, pero que mal habito adquirió, de beber para evitar sentir por su esposa, cualquier cosa.

Que pesar habia sentido por la conversación que sostuvo con Sir Ajax, si a eso se le podía llamar charla, aunque tenía la maldita razón. Nuevamente se auto despreciaba, al borde de quedarse dormida la puerta se abrió y llamando su atención, logró distinguir la voz de su esposa.

-¿Porque sigues evitándome?- cerró tras de si el cerrojo -¡No soy de tu agrado?, o, es que acaso si ¿planeas repudiarme?

El leve ronquido le indicó, que no prestaba más atención, ya que era el típico ronquido de borracho. 

Recordó, entonces el leve rose de manos que compartieron, a primeras pensó que se trataba de un intento de acercamiento, pero se decepcionó cuando por costumbre se levantó de la mesa y salió huyendo. Se había sentido herida, ya que se imaginó nuevamente un poco de progreso.

De la misma manera algo que le resultó sospechoso, fue ver venir aSir Ajax de la misma dirección que Merlina, pero que en su lugar, solo se quedo parado en el umbral de la puerta, conservando la distancia.

Fue así que ella intentó retirarse lo mas discretamente posible, siendo detenida por un desfile de damas, que no eran otras, que aquellas que su padre le había impuesto. Sabía muy bien que el único lugar donde pudiera estar en paz, lejos de sus miradas jugadoras era cerca de su esposa.

Así que, con paso presurosa se dirigió a sus aposentos, encontrándose en el camino, al grupo disperso de ciervos, que la miraban con envidia fingiendo cortesía, riendo a sus espaldas; subía las escaleras que la conducían a la cámara de la princesa, encontrando la sala vacía, por lo que supuso que se encontraba en la cama.

Sus damas no la seguirían, ya que ese sitio era privado, además de que se les ordenó, no molestar a la pareja, que durante las semanas designadas a su celebración compartirían el lecho. Entonces llegamos al punto donde todo comenzó.

Prefería mil veces quedarse ahí estática, que volver a salir encontrándose con  toda esa gente que la rodeaba, acechándola como si fuera una presa. Una vez mas no sabia que hacer, que decir, o, a dónde dirigirse, estaba claro, que hablar con su esposa no se podria, ya que  estaba inconsciente, salir de ahí no era una opción, de modo que no quedaban alternativas.

Se sentó pacientemente en una de las orillas de la enorme cama, para descansar, aun no se acostumbraba a los pliegues y adornos de la ropa, ya que mas acostumbrada estaba a sus ropas austeras, por no decir harapos. No podía decir que se encontraba agusto con todas las cosas que le rodeaban, solo lo asimilaba muy lentamente.

Ese si era un gran cambio, no como lo imaginó, pero sin duda mejor, su vida por el momento no resultaba ser la miseria que pensó y la indiferencia era un buen comienzo, que le costaba, los ronquidos de su esposa eran demasiado escandalosos, algo que le causó gracia. La bestia rugía, el monstruo que la acusaban de ser, ¿Realmente lo era?, su gentileza solo era una máscara que no tardaría en caer, pues tan pronto como se cansara de ella se separarían o incluso antes, terminando su celebración de bodas. 

Dejando la posibilidad de que en este instante ya lo hubiera hecho, que al haberla tomado se cumpliera otra cláusula del contrato,  que esas palabras fueran falsas, sus promesas que recito por la mañana estuvieran vacías. Que volviese a entregarse a los brazos de sus amantes, se le estrujó fuertemente el pecho de tan solo pensarlo, mas no podría hacer nada, ya que no representa siquiera una sombra, su voz no va más allá de un susurro, entre los gritos desesperados de la corte y sus ambiciones.

Si tan solo hubiera algo que ella pudiera hacer, para evitar tan cruel destino.



Despertó con una sed terrible,juraría que podría beber el mar entero, aunque se mostraba totalmente agradecida de que no tuviera ningun otro malestar, como dolor de cabeza y pese a que disfrutaba la náusea, el tipo adjudicado a la resaca llegaba a ser asquerosamente horrible. ciertamente era culpa suya todo lo que llegara pasarle, por ser tan idiota. 

Pronto tendría que buscarse otro método, ya que a más pasar, dejaría de tener efecto, como bien pudo notar, o mejor aún, dejaría de hacer esa mierda. Ya no había nadie a quien demostrarle nada, no cambiaria nada, además del hecho de abrirse paso a la tumba.

Pero si algo había que admirar de si misma, su gran resistencia al alcohol recientemente adquirida, respiró profundamente estirándose en su cama, logrando sentir algo a sus pies, así que fijó su vista, allí reposaba su muy bella esposa.  Recargada de una de las cuatro bases del lecho, descansando, Merlina se incorporó para admirarla mejor, de nuevo quedando maravillada del perfecto y delicado rostro de la rubia, perdiéndose en sus facciones.

-Cuanta belleza- susurró en su lengua madre -Es una lastima, que tenga que vivir con esta vergüenza-  un dialecto que no era comprensible para nadie, ni siquiera los más eruditos, pues su enseñanza y uso solo se restringía a la familia real.

Tomó su mano con mucha gentileza, pensó en encontrar unas manos tersas y suaves, mas fue lo contrario, ásperas, no callosas pero sí fuertes,  recordando entonces que, antes también se percató de lo mismo, pero se olvidó de aquello, pues la respiración pesada de Enid la alarmó, logrando apartarlas. 

-Porque me haces sentir así, ya admití que eres de mi total agrado, haberte hecho mía hizo que te desee aún más- proclamo, sin llegar a tener el valor de recitarlo en lengua común, por temor a expresarse. Se puso en pie y rodeando la cama cargó a la rubia, quien dormía plácidamente por lo que no se percató de nada, le acomodo, dejándola mas comoda, admirarla de tan cerca se convertía en una nueva adicción, así perdió mas el transcurso del tiempo. 

Stammi Vicino (Wenclair)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora