Golpeando impacientemente su zapato en el piso de madera, Juliana Valdés miró sin pensar el microondas y tomó un sorbo de café de la taza de Star Wars con forma de Yoda. Revisó su reloj una vez más a medida que aumentaba el golpeteo de sus pies. Eran casi las tres de la tarde, y si no se iba pronto, llegaría tarde a su trabajo en el bar.
Era su trabajo desde el día en que cumplió dieciocho años y le encantaba todo al respecto. Le encantaba el bar; le encantaba el ambiente que Lucía, la dueña, había creado. Era un pequeño lugar con un buen ambiente que todos en Golden Beach amaban. Cada noche tenía un tema diferente, incluyendo noches de karaoke, competencias, noche de chicas, lo cual hacía que tuvieran clientes habituales.
Desde que nació su hija Olivia hace cinco años, Lucía había sido más que complaciente con Juliana con la calendarización de turnos. Cuando Juliana descubrió que estaba embarazada, Lucía se aseguró de no asignarle turnos en los días que tenía citas con el médico, y si las náuseas matutinas de Juliana se volvían demasiadas, Lucía se sentaba con ella en su oficina hasta le pasaran. A medida que Juliana se acercaba a su fecha de parto, Lucía había estado allí a su lado. La había dejado trabajar hasta que rompió fuente en el baño, y por eso, Juliana había estado agradecida. Lucía se aseguró de que no siempre estuviera en el turno de cierre para poder estar en casa para arropar a Olivia por la noche. Ella ha sido una bendición para Juliana, y Juliana la veía más como madre que a su madre real.
Por supuesto, su relación con su madre siempre había sido tensa. Guadalupe Valdés era el tipo de madre que tenía hijos favoritos. Ese título fue para los hermanos mayores de Juliana, Luis, Mariana y Michel. Eran los perfectos, los que sus padres adoraban en cada conversación. Juliana trató de no dejar que le molestara, ya que tenía mentores fantásticos en su vida, pero constantemente sentía que no era lo suficientemente buena para su madre, lo cual dejó un agujero en su corazón, especialmente después de convertirse en madre.
El microondas sonó, sacándola de sus pensamientos. Sacó la pizza de pepperoni Hot Pocket del microondas y rápidamente la puso en una toalla de papel. Juliana usualmente no se permitía alimentos poco saludables, pero tenía prisa y no tenía tiempo para preparar nada antes del trabajo. Le pediría a el personal de la cocina preparara algo para ella en su descanso, pero necesitaba algo para mientras.
—Olivia, vámonos—, gritó Juliana mientras escuchaba pasos rápidos que venían hacia la cocina. Su hija de cinco años se deslizó por el piso de la cocina y se estrelló contra ella mientras sus brazos se envolvían alrededor de su cintura. Olivia lo venía haciendo desde que empezó caminar, pero cuanto más grande se hacía, más fuerza había detrás del choque. Juliana se inclinó y la levantó mientras las dos se frotaban las narices. Juliana nunca se había imaginado a sí misma teniendo hijos, pero todo eso cambió en el momento en que Olivia entró en su vida.
—Hola, Oli—. Juliana besó su nariz antes de sentarla de nuevo en el suelo. —¿Estás lista para ir a la casa de Nonna?—
—¡Sí!— Olivia saltó un par de veces de emoción. Su Nonna era la mejor amiga de Juliana y vecina de al lado, Sophie Laurent. Sophie había sido una bendición para Juliana durante los últimos seis años, y sabía sin lugar a dudas que no estaría donde estaba hoy si no fuera por Sophie. Juliana agradecía a sus estrellas de la suerte todos los días por su mejor amiga.
—¿Dónde están tus zapatos?— Pregunto mientras miraba las calcetas de Olivia. Los ojos marrones de Olivia se abrieron por un momento mientras levantaba un dedo.
—En mi habitación—. Ella hizo una pausa. —Creo.—
—Ve a buscarlos para que podamos ir—.
Olivia se apresuró a ir a su habitación mientras Juliana le daba un mordisco al todavía muy caliente Hot Pocket. Recogió la mochila de Olivia de Winnie the Pooh y se aseguró de tener su libro para colorear y crayones y el libro actual que Juliana y Sophie le habían estado leyendo. A pesar de que el apartamento de Sophie estaba al otro lado del pasillo del de Juliana y ninguna de las dos cerraba la puerta principal, Juliana siempre se aseguraba de que Olivia tuviera las cosas que pensaba que necesitaría antes de llevarla a casa de Sophie.