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JUNIO

Juliana no podía encontra alguna posición cómoda. A las treinta y seis semanas y cuatro días, no le sorprendía. En su cita de hace unos días, ambos bebés estaban cabeza hacia abajo y en una posición perfecta para el parto. Ahora solo necesitaba que el trabajo de parto finalmente comenzara.

La buena noticia es que había estado teniendo contracciones toda la mañana. Se hicieron más consistentes a medida que avanzaba la mañana, y Juliana llevaba el récord de las mismas en su teléfono. Esperó para decírselo a Valentina hasta que estuvieran más cerca, sabiendo que su esposa quien se preocuparía, la llevaría de inmediato al hospital.

Si no hubiera tenido gemelos, Juliana habría optado por dar a luz en casa nuevamente. El nacimiento de Olivia había sido la experiencia más surrealista de su vida. Juliana esperaba que fuera una cantidad terrible de dolor, y aunque le dolió como el infierno, estaba más sorprendida de que su cuerpo supiera exactamente qué hacer. Vera y Sophie estaban allí cuando nació Olivia, y Sophie la ayudó a dar a luz con la guía de Vera. Esperaba que el nacimiento de los gemelos fuera una experiencia tan hermosa como lo había sido aquella.

Otra contracción la sacó de sus recuerdos. Agarró la almohada cercana en el sofá y la apretó. Valentina saltó de su asiento del sillón reclinable y al instante se puso a su lado.

—¿Qué pasa? ¿Es una contracción?

Juliana solo pudo asentir con la cabeza a pesar del dolor. Una vez que finalmente pasó, Juliana notó que sus pantalones estaban empapados. Valentina también debió de darse cuenta, porque miró hacia abajo y luego volvió a mirar a Juliana con una expresión de horror en su rostro.

—¿Eso es lo que creo que es?—

—Sí —asintió Juliana—, se me acaba de romper la fuente.

—Oh, mierda. Bien. Está ocurriendo—. Valentina empezó a caminar dando vueltas mientras Juliana se deslizaba hasta el borde del sofá y trataba de ponerse de pie. —Llamaré a Vera. No, espera. Déjame ir primero a buscar a Sophie. Ah, y Martine puede ver a Olivia.

—Valentina, relájate. Está bien. He estado teniendo contracciones intermitentes todo el día—.

—¿Y no me lo dijiste?—, gritó.

Juliana se echó a reír. —Sabía que actuarías así—.

—Voy a buscar a Sophie. Espera aquí y mantén las piernas cerradas—.

—Está bien.— Ella asintió con firmeza mientras Valentina corría por el pasillo. La reacción de Valentina fue cómica y fue exactamente como Juliana había imaginado que sucedería. Tomó su teléfono celular y llamó a Vera, quien contestó al primer timbre.

—¿Ya es hora?—

—Afirmativo. Se me rompió la fuente y he estado teniendo contracciones intermitentes todo el día—.

—Bueno, ve al hospital y traigamos a esos bebés. Te veré allí, cariño. —Vera hizo una pausa. — Y que te lleve Sophie y no Valentina.

—Si, es una buena idea.—.

Colgando el teléfono, Juliana entró en la habitación de Olivia, donde estaba viendo la televisión.

—Hola, mi niña. ¿Adivina qué?

—¿Vienen los bebés? —Se levantó de un salto del suelo donde estaba jugando con sus figuras de acción.

—¡Ya vienen! Así que la tía Marty te va a cuidar mientras mamá y yo vamos al hospital, ¿de acuerdo?

—Pero quiero ir ustedes—.

—Sé que lo haces, cariño, pero van a pasar muchas cosas y te divertirás más con Marty. Pero después de que nazcan los bebés, Marty te llevará al hospital para conocerlos, ¿de acuerdo?—

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