35 (INICIA SEGUNDA PARTE)

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UN TIEMPO DESPUÉS....

AGOSTO

Juliana Valdés suplicó que la prueba de embarazo fuera positiva. Tres intentos fallidos la habían dejado desesperada por buenas noticias y necesitaba una victoria. Caminó hacia la encimera de la cocina, donde la prueba de embarazo estaba sobre una servilleta de papel de comida rápida. Valentina estaba sentada en el taburete, golpeando nerviosamente el mostrador con los dedos.

Aunque ambas sabían lo estresante que sería tener un bebé, Juliana no se dio cuenta del costo que les supondría hasta que ya estaban comprometidas a esto. Habían leído todos los artículos sobre la inseminación intravaginal frente a la fertilización in vitro hasta el punto de que Juliana sintió que se había ganado un título en fertilidad. También había investigado mucho sobre el donante de esperma. Y como la inseminación intravaginal era menos invasiva, habían decidido empezar con ella.

Todo lo que necesitaban ahora era una prueba positiva.

El temporizador sonó en el teléfono de Valentina, indicando que la prueba estaba lista. Juliana estuvo a punto de resbalar en la pequeña alfombra frente al fregadero mientras cogía la prueba del mostrador.

Not Pregnant.

—Mierda —suspiró Juliana furiosa mientras lanzaba la prueba al otro lado de la habitación. Valentina se puso instantáneamente a su lado, tirando de ella en un abrazo. —Odio esto—.

—Lo sé. Yo también—.

—¿Por qué no podemos tener un bebé? ¿Por qué esto tiene que ser tan difícil? —

—Al final valdrá la pena, Juls. Tenemos que aferrarnos a eso—.

—No lo entiendo —resopló y se sentó en la pequeña mesa de la cocina. Apoyó los codos en la mesa y apoyó la cabeza en las manos. Juliana no quería enfrentarse a la creciente pregunta en su cabeza, pero era inevitable. —Algo tiene que estar mal conmigo, ¿verdad? —

—Juls, no. No digas eso—. Valentina se arrodilló frente a Juliana, poniéndole las manos en los muslos. —Te amo y sé que tendremos un bebé—.

—Eso espero.

—Lo haremos—, reiteró Valentina. —Tal vez podríamos probar hacer una fertilización in vitro—.

Juliana la miró. —¿En serio? —

Valentina asintió. —Quiero decir, sí. ¿Por qué no? Primero probamos la inseminación intravaginal porque pensamos que era nuestra mejor opción. Pero tal vez ir por otro camino nos dé otro resultado—. Ella se encogió de hombros. —Vale la pena intentarlo, ¿no? —

—Uf—, gimió, —tendré que tener más inyecciones—.

El régimen de inyecciones hormonales que Juliana había estado tomando en los últimos meses ha sido abrumador. Estaba paranoica de no ponerse una inyección y arruinarlo todo. Pero al final, se había puesto todas las inyecciones, vitaminas y suplementos en un horario estricto y el resultado no fue el que esperaban.

—Mi oferta sigue en pie—.

Valentina no tuvo que aclarar nada, Juliana sabía a lo que se refería. Cuando comenzaron el proceso, habían platicado mucho sobre quién iba a llevar al bebé. Se habían decidido por Juliana ya que el trabajo de Valentina sería menos complaciente para un embarazo. Pero ahora, esa parecía una razón tan ridícula. ¿Realmente iban a poner en pausa su sueño de tener un bebé por ir a trabajar?.

—Tienes tres audiciones que dirán lo contrario—.

Podía ver cómo se movían los músculos de la cara de Valentina mientras apretaba la mandíbula.

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