Capítulo 2-Monstruos

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Aviso: Mención de abuso

    Recuerdo cuando estuve en la comisaría después de que me anunciaran su muerte. Una policía habló con su compañero de que tenían que llamar a servicios sociales porque no tenía ningún familiar con quien quedarme. No sabía qué hacer. Estaba en shock y quería comprobar si de verdad era mi madre quien había muerto, pero no me dejaron verla. Así que, me quedé mirando el suelo, contando las baldosas para tener la mente en otra parte, creyendo que todo era mentira y que mi madre aparecería diciendo que estaba bien.
Por desgracia, no fue así.

   La puerta se abre y el agente Connors entra en la sala de interrogario. Luce bastante preocupado, cansado. No me había dado cuenta hasta ahora.
   —Bien, señor Miller, tan solo te haremos unas preguntas —me dice sentándose en frente de mí—, así que si me ayudas, quizás podamos resolver el misterio de esta desaparición ¿Qué te parece?
    Su voz suena tranquila, quizás lo hace para no ponerme nervioso o ser amistoso y ganar mi confianza, pero no tengo nada que ocultar.
   —Hemos estado haciendo interrogatorios a los amigos de la señorita Beinh y dicen que os vieron marcharos juntos, ¿Es eso cierto?
   —Sí, es cierto —contesto con calma, aunque estoy nervioso. Sabe que Katherine ha desaparecido, hace que me asuste. Y justo después de que apareciera Bianca muerta—. Katherine quería marcharse del bar porque se sentía incómoda, así que la llevé a casa.
   — ¿Por qué se sintió incómoda?
   —Había —me muerdo el interior de la mejilla, intentando recordar lo ocurrido anoche— un hombre que parecía conocerla, la llamó Kitty.
   — ¿Recuerdas cómo era?
   —Sí —un capullo.
    Veo que apunta algo en su libreta. Lo hace lento. Me pone un poco nervioso porque al contrario que yo, lo hago deprisa. Quizás es lo que intenta, que pierde la paciencia.
   —Sus amigos son han dicho que eres su novio ¿Cuánto tiempo lleváis saliendo? —deja el bolígrafo y me mira, colocando las manos encima de la libreta.
   —Menos de una semana —noto mi voz temblorosa. Me da miedo que crea que yo he hecho algo a Katherine.
    El agente Connors me mira, como si estuviera analizándome. Eso me pone más nervioso todavía.
    Trago saliva con fuerza, no deseando ser sospechoso de secuestro. Lo máximo ilegal que había hecho en mi vida era cambiar notas en el instituto por dinero.
   —Mi trabajo es descubrir la verdad, señor Miller, me fijo en quién me miente y quién no —ha dejado de ser firme pada ablandarse un poco conmigo—. Los gestos, el tono de voz, las miradas, pueden esconder muchas cosas.
   —Quiere decir.... ¿Es usted como Sherlock Holmes?
    El agente se ríe y no me avergüenzo de mis palabras. Sin querer había dicho algo muy friki, porque me acordé de la serie.
   —No, él es superior —contesta más amistoso—. Se me da bien la investigación, pero no tengo su cerebro —se ríe de nuevo y me mira con compasión—. No quiero equivocarme cuando digo que sé que no lo has hecho, Jake ¿Puedo tutearte? —asiento despacio, e inspira profundamente— he estado observándote todo el tiempo desde que te hemos traído. Y te has mostrado preocupado.
   —Ella no es mala persona —contesto despacio, con el miedo en el cuerpo de pensar que puede haberle pasado algo peor—, así que no veo ningún motivo por el que puedan habérsela llevado.
   —Bien —da pequeños toques en la libreta con el bolígrafo, pensativo—, entonces, dejaré que la agente Hill haga el retrato de él hombre que dices que conocía a Katherine.
    Se levanta de la silla, pero le detengo con mis palabras.
   —¿Qué... ¿Qué es lo que le ha sucedido a Bianca? —pregunto con miedo de que fuera algo terrible.
   —Lo siento, eso ya es secreto —da toques en la puerta y la abren—, te enterarás en las noticias.
    Sale de la sala de interrogatorios y me echo en la silla hacia atrás, esperando a por la agente que tiene que hacer el retrato.
    Pensaba que iba a ser peor la situación. El agente Connors es más amable de lo que pensaba. Y es una suerte que no haya sido tan serio cuando he dicho lo de Sherlock Holmes.

    Escucho la puerta abrirse de nuevo y me quedo de piedra al ver quién entra en la sala. No pensé que volvería a verla.
   —Hola Jake —contesta Alice Hill. La chica con la que conviví en la casa de acogida. Bueno, ella era la hija de esos padres.
    Me entra la preocupación al verla y recordar lo mal que lo pasé. Estaba obsesionada conmigo cuando éramos adolescentes, hasta el punto de que tenía miedo de verdad.
   —Hola... Alice... —contesto despacio, casi atemorizado de que se abalance a mí.
    Ella se ríe y se sienta en la mesa, colocando un archivador y una libreta en la mesa.
   —Tranquilo, no voy a hacerte nada —dice con una voz jocosa—, soy novata, bueno... de momento me dedico a los retratos, todavía estoy con mi instrucción.
    Me quedo mirándola. Está muy tranquila. Lleva el cabello recogido y sus ojos no apartan la mirada del archivador y su libreta, abriéndolas ambas.
   —Bien, ahora te enseñaré algunas partes de la cara para hacer una imagen-
   —¿No puede hacerlo otra persona? —pregunto bastante incómodo.
   —Ya... supongo que no has olvidado mi obsesión contigo.
   —No, no lo he hecho.
    Se pone a jugar con el lápiz, y luego me mira.
   —Terminemos con esto ¿De acuerdo? —le da la vuelta al archivador y comienza a señalar ojos.
    Me costó un poco poder decir qué partes faciales recordaba de ese tío y no por mi memoria, sino porque tenía delante a Alice. Me incomodaba que esa chica que tanto había ido detrás de mí ahora fuera policía. No quiero ni pensar cuál es el pobre hombre que acosó después de mí.
    Cuando terminé de dar las indicaciones, Alice empezó a dibujar. Estaba concentrada, como si eso fuera parte de ella. Ni siquiera sabía que podía dibujar. Otras de las cosas que nunca supe por si actitud en el pasado.
    Terminó el retrato y me lo mostró. Era justamente el mismo tío que me tiró la bebida
   — ¿Era él? —me pregunta seria.
   —Sí —contesto observando el dibujo.
   —Bien, se lo mostraremos a los amigos de la señorita Beinh para saber si le reconocen —contesta recogiéndolo todo—. Gracias por colaborar, señor Miller —dice asintiendo con la cabeza, junto con una sonrisa.
    Asiento también y la puerta se abre, un policía me llama y me levanto de la silla, deseando salir de allí y no volverla a ver.
    Me llevan a la sala de espera y me encuentro a Albert como nunca lo había visto, hundido, casi no parece él. Tiene las manos pegadas, apretando con fuerza mientras mira el suelo. Cuando me acerco a él y le coloco una mano en el hombro le asusto y alza la vista. Tiene los ojos rojos ¿Habrá estado llorando?
   —Ya he terminado —digo despacio—, ya podemos regresar a casa.
   —Sí, claro, yo también —se pasa las manos por el pantalón, como si se secase—. Quiero regresar cuanto antes.
    Se levanta pasando por mi lado deprisa, siguiendo al agente de policía que nos escoltaba hasta el coche.
    Evito preguntarle en el viaje qué es lo que le han preguntado. Estando con los policías, es mejor no hablar del tema y él parece que no esté con ganas de hablar de momento.

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