Detroit files - Detroit become human

VIII

Persecución en Ravendale

6 de noviembre del 2038 -10:25 AM -Distrito Ravendale

El día va como una mierda.

Me encuentro atrapada en el asiento del copiloto, sujetándome con fuerza mientras Hank maneja con una imprudencia que desafía la razón. El auto zigzaguea entre los demás vehículos como si se tratara de un videojuego de carreras y las gotas de lluvia tamborilean sobre el parabrisas, creando un ritmo caótico y constante.

—Que me den ganas de trabajar, ja... y ella, por supuesto, lo defiende. —Oigo el murmullo de Hank y frunzo el ceño, irritada.

Desde que dejamos la estación, no ha parado de maldecir la presencia de Connor, quien permanece en un silencio sepulcral en el asiento trasero. También ha criticado mi supuesta defensa hacia él y, aunque le he explicado repetidamente que no era mi intención, es terco como una mula, se niega a escuchar.

Hace unas calles atrás que Hank piensa que estoy distraída con la música, pero la realidad es que los auriculares llevan rato apagados. No me he perdido ni una sola de sus palabras, cada suspiro, gruñido y, especialmente, cada insulto.

—Alguien que mide menos de 1,60 controlándome, Fowler siempre busca una nueva forma de castrarme. 

Aunque la actitud de Hank me frustra y, en ocasiones, siento ganas de estrellar su rostro contra el volante, sé que debo ser paciente. Su pasado con los androides justifica, en parte, su comportamiento. Aun así, me pregunto si podría tener al menos un poco de consideración conmigo. Esto me afecta tanto como a él.

Descubrir que mi papel se reduce a asegurarme de que un hombre terco de 53 años y un androide que no entiende la sutileza en la comunicación no se maten entre sí, resulta exasperante. 

Además de eso, el hecho de tener que trabajar con un androide me tomó por sorpresa, y aunque a veces encuentro su peculiar forma de hablar y actuar casi tierna, no puedo evitar sentir un cierto grado de miedo. Es un miedo que no se manifiesta en temblores o sudores fríos, sino en una cautela constante, un recordatorio de que estoy trabajando al lado de algo que no comprendo del todo.

Miro a Connor a través del retrovisor y no puedo evitar soltar un bufido de frustración. 

Sé que fui yo quien le pidió que se mantuviera en silencio, pero ¿por qué me molesta tanto ahora que lo hace? Incluso sus comentarios a veces absurdos serían preferibles a esta atmósfera cargada de tensión que parece haberse apoderado del automóvil. Sin darme cuenta, me encuentro absorta viéndolo. ¿Por qué los hacen más guapos con el pasar del tiempo?. Su rostro, esculpido con precisión, irradia un atractivo que me resulta imposible ignorar. Intento desviar mi atención, pero es como si estuviera magnetizada hacia él, como una polilla que no puede resistirse a la luz. 

De manera inesperada, sus ojos castaños se encuentran con los míos a través del reflejo del espejo. Su mirada curiosa hace que mi corazón salte sorprendido y, antes de que pueda retomar el control de mis pensamientos, me doy cuenta de que Hank está a punto de chocar.

—¡Cuidado! —grito a Hank, girando el volante justo a tiempo para evitar chocarnos con una patrulla que aparece de la nada.

El auto apenas recibe un ligero impacto, desencadenando de inmediato la sirena de la alarma. Observo a Hank con furia, luchando por contenerme y no intervenir en su estado ebrio al volante. Siempre terminamos discutiendo cuando abordo este tema, pero esta vez no solo ha puesto en riesgo su vida, sino también la mía.