Quince - Que valga la pens

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Escuché el chillido del perro, solté un grito al sentido una mordida en el hombro.

Después de un segundo un fuerte apretón en mi brazo que me levanto de un jalón del piso, pero aún así no abrí mis ojos.

Las piernas me temblaban.

- ¿Qué haces aquí, tonta? -habló molesto, me tomó del cuello para acercarme a él.

Sus ojos me encaminaron observando que no me haya pasado nada.

- ¿Qué haces aquí? -habló una vez más, lo más suave que pudo

Me separé de él, lo miré aliviada y agradecí su existencia en ese momento.

Voltee a ver al perro, ya no estaba, solo había un camino de sangre entre la nieve.

- Amália... Te estoy hablando -demandó, jalándome del hombro causándome dolor y fue ahí cuando miré la mordida.

- ¿Por qué tomaste este camino? -apretó su agarre en mi brazo y habló cada vez más molesto- ¡Te hubiera descuartizado si no lo hubiese estado siguiendo!

Me alejé de el. Me sentía débil, el dolor se abría paso entre mi hombro y mi clavícula.

Mattheo suspiro molesto, pasó su brazo por mi cintura mientras sacaba su varita.

- Estás bien -Murmuró, me dió la seguridad de permitirme desmayarme en sus brazos.

Desperté por un horrible ardor entre mi hombro y clavícula, Matheo picaba mi herida con su varita

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Desperté por un horrible ardor entre mi hombro y clavícula, Matheo picaba mi herida con su varita

- Mierda -Susurré.

Intente levantarme, Mattheo apretó mi hombro con su mano obligándome a acostarme de nuevo

- ¿Quién te dio este asqueroso vestido? -Levantó el tirante rojo del vestido con su varita- Esto no se parece nada a lo que tu usas

- ¿Que hacías siguiendo a un perro?

- Quítate ese espantoso vestido para que te pueda curar -habló con desdén mientras rascaba con fuerza su antebrazo

- No te preocupes, lo haré yo -me levanté

Ahí pude ver dónde estaba, estábamos en un cuarto descuidado y viejo, solo alumbraba la poca luz de luna que entraba por la ventana y un par de viejas velas hechizadas.

- No te puedes aparecer con esa herida frente a Snape -resopló molesto prendiendo un cigarro- ahora quítate ese vestido o lo hago yo

- No estoy de buenas -camine hacia la puerta- Solo quiero descansar.

Ni siquiera la tenía abierta ya, solo tenía un poco de sensibilidad.

Caí al piso, Mattheo sonrió y se acercó, me había jalado con magia.

- Ven acá -Tomó mi mano y me jaló con el al sofá viejo- Eres tan terca...

Se sentó en el sofá y palmeó sus piernas. Sonreí levemente y obedecí.

- ¿En qué estas metido? -Susurré

- No tengo tiempo para tus cuestionarios -Se intentó levantar, pero me hice pesada-. Cariño, aunque me encantaría quedarme un rato más, no puedo, tengo cosas que hacer

- No me digas ¿encargos? -mi varita voló hacia mi mano y con un hechizo no verbal lo amarré de las manos.

- Amália -habló en tono de advertencia. Y sonreí, extrañaba a Mattheo.

- Eso puede esperar ¿no lo crees? -comencé a mover mi cadera en círculos, mientras mis manos bajaban desde su pecho deteniéndose en su cinturón.

- Maldita sea, Amália  -gruñó

Lo tomé como un sí, así que desabroche su cinturón.

- Quítame estas malditas cuerda... Mierda

Sonreí, cuando el aire se le fue porque había comenzado a masturbarlo.

Hice una pausa para subir mi vestido y hacer a un lado mis bragas.

- ¿Qué decías? -me burlé, posicionando su pene en mi entrada-. Ahora solo quédate quieto y déjamelo a mi..

Me miró mal antes de empujar sus caderas dentro de mí, ambos gemimos cuando entró.

- Ruega que no me libere -gruñó, cuando empecé a dar brincos sobre el.

Merlin, siempre había amado  estar arriba de Mattheo y ver su rostro, pero ahora verlo frustrado intentando tomar el control era uno de los placeres que solo se podía vivir una vez

Nos miramos intensamente mientras lo montaba cada vez más rápido y apretaba la tela de su camisa con mis manos. Mis gemidos y sus gruñidos se escuchaban por todo el cuarto.

Siento como mis paredes aprietan su pene, Mattheo aprieta su quijada mientras mis gemidos se hacían más notorios.

Solté el agarré de Mattheo y el rápidamente llevó sus manos a mi trasero ayudándome a moverme más rápido, pues mi brazo no me lo permitía por mi propia cuenta.

Siento sus fluidos dentro de mí y en cuestión de segundos, mi orgasmo se precipita junto al de el haciéndome temblar.


Matheo salió de mi y se levantó conmigo encima.

- Matheo -Jadeo, sintiéndome más débil.

Mis gemidos son callados por sus labios que se juntaron a los míos. Avienta su varita y baja su mano para acariciar mi clítoris con su pulgar.

- ¿Por qué te sientes tan bien?  -susurra, sobre mis labios

Soltó una risa y se detuvo , lloriquee cuando se aleja. Quiero que continúe. Quiero que siga. No quiero que esto pare.

Aprieta mi cadera, dándome la vuelta, la madera fría y la rasposa de la mesa junto al sillón arde en mi mejilla. Su mano aprieta mi cadera, obligándome a subir el trasero y con la otra me hace bajar la espalda.

De una estocada la mete y deja caer su pecho en mi espalda, mientras me susurra al oído cosas que no entiendo muy bien por que lo dice entre gruñidos y se combina con mis gemidos. Y yo estaba cegada por el placer.

No parece cansado ni agotado. Es más bien todo lo contrario. Se vuelve más rápido y más fuerte, penetrando tan profundamente que mis piernas están a punto de flaquear

Sin ninguna advertencia o palabra, golpea mi trasero. ¿Porque demonios terminé con este chico

Nuestros orgasmos llegaron al mismo tiempo

Nuestra respiración pesada era lo único que se escuchaba en la habitación.

Me giró y me recostó en el sillón

- Ya que tendré un gran castigo, haré que valga la pena -Jaló de mi cabello para unir nuestros labios

Apenas -y con mucho dolor- me podía mantener de pie, sin embargo, aun así avente su camisa.

Merlin, la noche iba a ser larga, cómo los viejos tiempos.

Dulce Amália | +18 - Draco, Mattheo & Tom Riddle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora