Un fuego devora a otro

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Dos precisiones importantes antes de empezar a leer:

-Los cambios de punto de vista entre personajes se indican con una línea continua, mientras que el símbolo "· · ───·𖥸·─── · ·" indica una elipsis o un paso atrás en el tiempo.

-No se respetan las fechas de nacimiento de algunos personajes (sobre todo los futuros mortífagos). Lucius, por ejemplo, sólo tiene un año más que los Merodeadores.

Me gustaría dar las gracias a InaHorse8 por sus inestimables correcciones. Había tenido que dejar de traducir mi fic al español durante mucho tiempo, debido a la falta de una lectora beta. ¡Nada habría sido posible sin ella!

Gracias a todos los que decidieron dar una oportunidad a esta historia, y buena lectura. 

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"Soy visto, luego existo."

Jean-Paul Sartre

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Había algo en el olor de la carne que repugnaba a Remus hasta la médula.

Eso en sí no era muy sorprendente: solo faltaba una semana para la luna llena y sus sentidos se habían agudizado hasta el punto de la enfermedad. Los estridentes gritos de las mandrágoras le hacían desmayarse, a pesar de llevar orejeras. El humo acre de los calderos le había expulsado de las mazmorras tras quemarle los pulmones, y los relámpagos de las varitas durante los hechizos le provocaba terribles jaquecas, puntos brillantes seguían atormentando su visión horas después. Incluso el simple resplandor de las velas a veces le cegaba.

Volverse tan sensible era agotador, pero lo peor era el olor a carne.

Comer en el Gran Comedor se había convertido en un calvario. No importaba a qué distancia se alejara de la mesa, no importaba cómo se subiera el cuello por la nariz o cómo se preparaban los platos, siempre lo sentía. Ese olor nauseabundo, una mezcla de sangre y muerte, que se anclaba en el fondo de su garganta e impregnaba su ropa.

Era tan repugnante.

Una cadena de salchichas creada por el hechizo de atracción de un tercer año le pasó por debajo de la nariz y le provocó un fuerte subidón. Remus soltó precipitadamente sus cubiertos para llevar sus manos a su boca, conteniéndose de devolver a su plato el contenido de su estómago.

No. Definitivamente no estaba bien.

Pensó por un momento en cambiar de asiento, pero era una pérdida de tiempo. Si bien los alumnos tenían la costumbre de cenar a altas horas en el verano, los días más cortos de octubre les hacían agolparse en torno a sus respectivas mesas en cuanto terminaban las clases. A las seis y media de la tarde, el Gran Comedor estaba abarrotado. Magos y brujas formaban un solo bloque, una marea negra en la que las capas de lana se frotaban unas contra otras hasta tener pelusas.

Las oscuras nubes que se deslizaban desde el techo, anunciando una tormenta que se avecinaba, sumían el lugar en una pesada oscuridad que las antorchas colgantes no podían disipar. De vez en cuando, los cálidos rayos del sol poniente atravesaban las nubes, bañando brevemente el lugar con una luz rojiza antes de ser engullidos por las sombras. La única claridad real provenía de las velas en las mesas, el resplandor de las llamas iluminando los rostros de los alumnos al estilo de los viejos cuadros holandeses colgados en las paredes del castillo.

Our Little Everyday Deaths (Spanish Version) {Wolfstar | Jeverus}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora