Capítulo XXVI: La Gran Batalla de las Cloacas (final)

14 2 10
                                    

-¿Algún plan? -preguntó Wayde, obligando así a Ray a apartar la mirada del túnel.

-El otro murió decapitándolo. A lo mejor funciona con este -contestó el mago, observando como el cuerpo del monstruo estaba casi completamente reconstruido-. Si me cubres la espalda, podría lograrlo.

Ray levantó su arma y Wayde se irguió agitado como si hubiese soltado una pesa de hierro. Sus sombras gigantes aún sostenían el techo, pero parecía que ya no estaba vinculado a ellas.

-Mantenerlos activos reducirá mi poder, así que no podré hacer mucho, pero... ¿Sabes montar a caballo?

-Adivina, chico sombra.

-Ya veo... -media (¿o un cuarto?) sonrisa se dibujó en el rostro de Wayde-. Sólo recuerda como lo hacía cuando echabamos carreritas de niños.

-¿Cómo quieres que recuerde si siempre ibas tras de mí?

-Infeliz...

Con estas palabras, Wayde chasqueó los dedos y, antes de poder prepararse, Ray volaba sobre el lomo de Sharuk en torno al cuervo gigante que culminó su regeneración con un estridente graznido.

El mago oscuro no perdió tiempo y atacó a la criatura con pulsos de sombras lo suficientemente fuertes como para molestarlo y hacer que centrara su atención asesina en él. Un chorro de ácido salió despedido de su boca y Wayde apenas y pudo esquivarlo antes de disparar otra vez. El monstruo, entonces, comenzó a perseguirlo por toda la cámara lanzando picotazos y disparando su lengua como si un camaleón tuviese un aguijón de raya látigo por lengua. Se movía tanto que era imposible para Ray calcular el momento exacto para atacar.

-Esas alas me estorban demasiado... ¡Tendré que cortárselas! ¡Adelante, Sharuk! -exclamó.

Wayde giró la cabeza en reacción casi involuntaria hacia la voz de Ray... y sólo hasta ese momento se percató de algo nada, pero nada bueno, que no advirtió antes por la presión de estar impidiendo que el lugar se desplomara.

-¡Ray! ¡Espera! -gritó, sin embargo, ya era tarde. El caballo aceleró a una velocidad impresionante, ¡incluso superior a la de Larry! Ray extendió el filo de obsidiana hacia la derecha y, en segundos, el cuervo había perdido un ala.

-¡Eso! -exclamó el mago con alegría- ¡Ahora, vamos por la otra y luego-

¡YA NO TIENES CUCHILLAS! -gritó Wayde desde abajo.

La sonrisa en el rostro de Ray se desvaneció cuando alzó su arma frente a sus ojos y vio con horror que, de las decenas de pequeñas cuchillas de obsidiana que tenía en un principio, sólo quedaba una.

-¡El Macahuitle es letal, pero no está hecho para durar! -explicó Wayde- ¡¿Cuántas veces cortaste con él antes?!

-¡No sé! ¡Muchas! -contestó el mago mientras Sharuk hacía todas las piruetas posibles para esquivar el arpón venenoso que tenía el cuervo por lengua. Ni siquiera tuvo ocasión de alegrarse por finalmente conocer el nombre de su arma... Por lo menos, el ala no se estaba regenerando.

-¡Tienes que matarlo ya!

-¡¿Y cómo si se retuerce como lombriz en sal!? -la lengua afilada le voló un par de cabellos.

-Maldición... -Wayde apretó los dientes y pasó la mirada de un lado a otro por todo el lugar en busca de una solución. Nada. No había nada. Sólo escombros; sólo metal retorcido y concreto estrellado; sólo una cámara de piedra a punto de venirse abajo.

Eureka. Ray podría llamarlo "Chico Sombra" todo lo que quisiera, pero en ese momento sintió como un si una luz se encendiera en su cabeza.

-¡Ray, tienes que hacer lo que te diga! ¡Sólo hay una oportunidad para matarlo! -exclamó el mago oscuro mientras corría a toda prisa hasta la boca del túnel de salida.

El Libro de las Sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora