Ray despertó. No completamente, pero al menos pudo abrir, después de quien sabe cuanto tiempo, los ojos.
Se sentía muy débil. Todos sus músculos parecían estar entumecidos, y como se encontraba tumbado boca arriba sin más punto de referencia que un cielo completamente negro, no pudo percibir que estaba en movimiento. Sólo pudo saber esto una vez que su visión se aclaró lo suficiente para captar las siluetas altas de diferentes formas pasaban junto a él constantemente, a través de la vista periférica.
Con muchísimo esfuerzo giró su cabeza para mirar hacia un lado y allí, debajo de él, contempló un enorme mar de hojas rojas pertenecientes a árboles parecidos a robles, tan numerosos que se extendían hasta perderse en el horizonte. Uno podría creer que la coloración cálida de las hojas era debido a la cercanía del otoño, pero la verdad es que ese era el tono natural de los árboles.
—¿El Bosque... Rubí? —pensó el mago, ya que no podía darse el lujo de gastar fuerzas hablando.
Giró la cabeza una vez más, en esta ocasión hacia el frente. Una capa negra que ondeaba frente a él y un sombrero negro ocultaban por completo a quien cabalgaba a aquel negro caballo, pero Ray no necesitaba verlo para saber de quién se trataba. Lo había enfrentado poco tiempo antes, o lo que él creía era poco tiempo antes.
Sólo en ese momento, al notar que el color negro del caballo y el rojo se los árboles se veía bastante opacado, el mago cayó en cuenta de que lo que estaba viendo lo hacía a través de una especie de pantalla negra traslúcida, de manera similar a cuando uno se coloca lentes oscuros; pero eso no fue lo único de lo que pudo percatarse, pues al dar unos ligeros golpes a la superficie sobre la que estaba recostado, comprobó que esa pantalla era un en un campo de energía en el que se encontraba encerrado. Intentó moverse, pero un dolor punzante y profundo lo atacó en el abdomen, impidiéndole por completo hacerlo.
Rápidamente llevó su mano derecha hacia la zona del dolor, y al palpar aquella herida, todavía húmeda incluso a través de su gabardina, recordó que había sido acuchillado por el que tiempo atrás había llamado su amigo.
Al no poder moverse, decidió limitarse a seguir observando el entorno, en lo que recuperaba tanto sus fuerzas como sus sentidos. Miró, con algo más de esfuerzo esta vez, hacia abajo, y se percató de que no estaba volando sobre el Bosque Rubí como tal, sino que lo estaba haciendo sobre lo que parecía ser un poblado en ruinas que había comenzado a ser invadido de a poco por el bosque.
Divisó caminos con el pavimento agrietado por la maleza, y unas cuantas casas totalmente demacradas. La mayoría estaban sin techo, y los de las que sí lo tenían parecían estar al borde del colapso. Por el rabillo del ojo, le pareció haber visto una figura que se escondía dentro de una de las edificaciones más enteras al ver pasar al jinete, pero lo atribuyó a una mala pasada de sus ojos, en los que todavía no confiaba del todo.
—No creo que esta sea la Theia que yo conozco —se dijo a sí mismo casi en broma.
En ese momento, se percató de que la distancia que lo separaba de los árboles rojos y las casas derruidas era cada vez menor, y eso sólo podía significar que había comenzado a descender. Miró hacia el frente de nuevo, esta vez alzando todo su torso soportando el horrible dolor, y vió que en medio del dósel había un claro, en el que se encontraba estacionado una especie de carruaje de madera, similar a los que se usaban en tiempos antiguos para transportar prisioneros.
No habría sido tan extraño verlo, pues en Theia era común tratar de emular a las cosas antiguas, de no ser por el detalle de que, en vez de tener caballos atados, a ese vehículo estaba amarrada una criatura que por un momento el mago confundió con un oso negro, pero luego de ver que su tamaño prácticamente igualaba el del carruaje, se dió cuenta de la verdad.
ESTÁS LEYENDO
El Libro de las Sombras
ParanormalLos libros son como ventanas, o mejor dicho, puertas a otros mundos. Eso nadie lo sabe mejor que un lector. Pero, ¿qué pasa cuando estas puertas rebasan la barrera de la imaginación para traspasar al mundo real aquello que parece únicamente habitar...